En 1517, Tomás Moro era miembro del Consejo real en Londres. En mayo de aquel año estalló una revuelta que pasó a la historia como Evil May Day, contra los inmigrantes italianos que vivían en un barrio de Lombard Street. De este hecho real parte uno de los más misteriosos dramas isabelinos. Misterioso porque, entre los diversos autores que participaron en su redacción, casi con seguridad se encontraba también William Shakespeare. Su puño pudo ser el que escribiera el discurso que Tomás Moro pronuncia para aplacar a la multitud enfurecida.
Esas páginas, conservadas en la British Library, serían el único texto autógrafo del Bardo que ha llegado hasta nosotros. Palabras que, leídas hoy, mientras las pantallas de televisión emiten las imágenes que nos llegan de las costas del Mediterráneo, resultan de una actualidad abrumadora: «Imaginaos a extranjeros derelictos, con sus niños a cuestas y sus pobres equipajes, saliendo hacia las puertas y las costas en busca de un medio de transporte, y que vosotros os mostrarais como reyes de vuestros deseos (...) hinchados en vuestra presunción».
De este impacto nace esta obra adaptada por Giampiero Pizzol y Otello Cenci, que se estrenará en el Meeting de Rímini el domingo 21 de agosto. «Siempre hemos partido del texto original, intentando buscar al auténtico William Shakespeare», explica Pizzol. «Es decir, hemos intentado reconstruir una identidad cultural. Más que su biografía, queríamos adentrarnos en sus ideales, en lo que creía. Y lo hemos hecho a través del teatro, haciéndolo aparecer en escena, incluyéndolo entre los personajes. Shakespeare se pondrá en juego en primera persona, llegando a enfrentarse con Anthony Munday, coautor del drama isabelino, que en nuestro espectáculo se convierte en su antagonista». Es una operación similar a la que hace años intentaron Tom Stoppard y Marc Norman con Shakespeare In Love, un gran éxito en la historia del cine.
Entonces, ¿quién era Shakespeare? ¿Por qué se implica en un drama sobre un tema tan controvertido, pues solo hacía unos años que habían ejecutado a Tomás Moro? ¿Qué veía en ese gran opositor a Enrique VIII y en su cisma de la Iglesia de Roma? A todas estas preguntas quiere responder esta obra que termina preguntándose también, como no podía ser de otra manera, por la figura del mártir inglés.
«Empezamos por el tema de los inmigrantes, pero terminados recuperando la figura del Tomás Moro político, marcado por una conciencia activa, libre e inspirada en el pensamiento cristiano. Ese humanismo cristiano que está en las raíces de Europa y de nuestra cultura», continúa Pizzol. «Además, era un humorista, capaz de mirar las cosas de la vida con la sonrisa de Dios. Una figura que me resulta afín a la de Gilbert K. Chesterton, que nos muestra una experiencia del cristianismo que no es moralista ni fanática, sino viva, llena de alegría, propia de alguien que vive como protagonista de una aventura». Moro no solo defiende al inmigrante, su discurso se refiere a la humanidad entera. «Ser humanos quiere decir defender la libertad de los que son diferentes, la libertad de estar alegres, de ser amigos. Pero significa también que, para defender esta libertad, a veces hay que renunciar a fama, éxito o poder».
«Para Shakespeare no debió ser fácil participar en un proyecto como este. Una historia que sigue siendo provocadora hoy», añade Otello Cenci. «Escuchar la voz del Bardo afrontando el tema de la acogida de los inmigrantes es una ocasión para entender qué está pasando hoy, ayudados por la provocación del lema del Meeting de este año, “Tú eres un bien para mí”».
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