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El retablo de La Anunciación de Fray Angélico

Tiziana Valendino
19/07/2016

Un día buscando algo en internet encontré la obra pictórica del Beato Angélico el retablo de La Anunciación. Es una pintura muy famosa y que yo personalmente conozco desde que tengo memoria. Sin embargo, solo ahora tomé conciencia de su importante significado, sobre todo de cara al Año de la Misericordia que estamos celebrando.
Entonces empecé a investigar sobre el pintor y sobre los elementos iconográficos que presenta el retablo.

Fray Angélico, cuyo nombre era Guido di Pietro, nació en Vicchio, Florencia. No conocemos la fecha exacta de su nacimiento. No obstante, se conoce que, entre 1420 y 1422, tomó los hábitos en la orden de san Domingo en el convento de Fiésole (Florencia). Murió en Roma en 1455 y en 1982 el entonces Papa Juan Pablo II lo beatificó.
En el taller de Lorenzo di Mónaco aprendió las técnicas pictóricas, en particular las de pintura sobre tabla al temple y la aplicación de pan de oro sobre tabla. El retablo del que hoy nos ocupamos es prueba de su buen aprendizaje.
Las obras del Beato Angélico no se pueden entender sin tomar conciencia de la formación que recibió durante los años de su noviciado, es decir, de su formación filosófica y teológica, a raíz del estudio de la filosofía de santo Tomás de Aquino y del pensamiento del cardenal Juan Domínici. Fray Angélico deseaba hacer tangible en su arte, por una parte, la suprema Belleza de Dios, por otra, el concepto filosófico tomista de pulchrum, es decir, la belleza como esplendor de la verdad. En la Summa Theologica, santo Tomás afirma que «se llama bello aquello que agrada a la vista; por esto la belleza consiste en la debida proporción, ya que los sentidos se deleitan en las cosas debidamente proporcionadas». El Angélico conjuga estos elementos de “proporción”, “armonía” y “claridad” con el uso del color brillante, debido a su valor estético. La belleza es para él una prueba tangible de la bondad de Dios.

La datación del retablo de la Anunciación es dudosa y no está documentada. Por razones estilísticas, los investigadores la sitúan entre 1425 y 1429. Se trata, por tanto, de una obra temprana del artista.
El retablo llegó a España gracias al Duque de Lerma, que lo instaló en la iglesia de los Dominicos de Valladolid. De allí fue posteriormente trasladado al monasterio de las Descalzas Reales en Madrid. En 1861 ingresó en el Museo del Prado, donde actualmente se conserva.
El retablo está formado por dos partes: una tabla principal, en la que si representa la Anunciación del ángel a la Virgen, y una predela compuesta por cinco paneles, que reproducen escenas marianas: el nacimiento de María y los Desposorios con san José, la Visitación, la Adoración de los Magos, la Presentación de Jesús en el templo y la Asunción de la Virgen.

En la tabla principal se representa un ambiente íntimo y lleno de paz, un pórtico que se supone la casa de María. El pintor florentino decora el pórtico abovedado con estrellas de oro para convertirlo casi en una esfera celeste. La luminosidad de la escena nos sitúa en un día de primavera, el 25 de marzo, día en que la Iglesia celebra la festividad de la Anunciación: el momento en que el Verbo se encarna para redimir al hombre y devolverle así su infinita dignidad y su destino eterno.
La tabla principal comparte el espacio pictórico con una escena secundaria que pertenece al Antiguo Testamento: la expulsión de Adán y Eva del paraíso. Estas dos escenas se relacionan entre ellas por la acción misericordiosa de Dios en la historia de la salvación.
Encima de las figuras de Adán y Eva que un ángel acompaña a la salida del paraíso, aparecen las manos de Dios Padre que, bajo forma de una paloma blanca, envían el Espíritu Santo hacia María. Las manos de Dios Padre son las mismas que crearon a Adán y que presiden la escena del paraíso. Este detalle iconográfico nos remite a una connotación trinitaria. «La comunicación que Dios hace de sí mismo implica siempre la relación entre el Hijo y el Espíritu Santo, a quienes Ireneo de Lyon llama precisamente “las dos manos del Padre”» (Benedicto XVI, Exhortación Postsinodal Verbum Domini, 15). Ya santo Tomás señalaba que en el misterio de la Encarnación participa toda la Trinidad (Summa theologica).

En el gótico el atributo iconográfico del Espíritu Santo es una paloma blanca que sirve para indicar la concepción virginal de María por obra del Paráclito. San Lucas en su Evangelio (Lc 1,35) recoge las palabras del arcángel: «el Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra».
En ambas escenas, la del Antiguo y la del Nuevo Testamento, existen paralelismos que remiten a la historia de la salvación gracias a la encarnación del Hijo de Dios.

El primer paralelismo se refiere a la relación entre Eva y María. Escribe san Justino: «se hizo hombre por medio de la Virgen, a fin de que, por el mismo camino que empezó la desobediencia venida por la serpiente, por ese camino también se destruyese». En este sentido, con su obediencia –«hágase en mí tu palabra», fiat– María, la nueva Eva, desata el nudo que ató la desobediencia de Eva. Ireneo de Lyon señala cómo «Eva desobedeciendo llegó a ser la causa de muerte para sí misma y para todo el género humano, así también María obedeciendo llega a ser causa de salvación para sí y para todo el género humano».

El segundo paralelismo es entre Adán y Cristo, nuevo Adán. Nos lo indica san Pablo en su carta a los Romanos: «lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron… Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos» (Rom 5,12. 19).

El libro abierto en el regazo de María es otro detalle iconográfico muy interesante. El libro alude al conocimiento que María tenía de las Escrituras y al rezo de los salmos al igual que cualquier judío piadoso.
Beato Angélico pinta el libro con un claro significado: destacar la continuidad entre Antiguo y Nuevo Testamento, señalando en Cristo el cumplimento de las escrituras. Según algunos exégetas, el libro es una alusión a las profecías del Antiguo Testamento, en particular a Isaías 7, 14: «la Virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel». De hecho, se cree que el busto en grisalla en la enjuta del pórtico corresponde al profeta Isaías, tiene la barba larga partida en dos y dirige su mirada hacia María.

La Virgen y el arcángel Gabriel comparten el mismo espacio arquitectónico. Sin embargo, hay una distancia entre ellos que parece indicar el momento entre la invitación de Dios y la respuesta de la Virgen. En este retablo las palabras del ángel –Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum, benedicta tu in mulieribus et benedictus fructus ventris tui– están escritas sobre el armazón de la predela, debajo de la escena pintada.
Gabriel saluda a María inclinándose con reverencia en señal de respeto. Ambos tienen las manos cruzadas sobre el pecho señalando la aceptación, la obediencia de la que hemos hablado anteriormente.

Al fondo del pórtico vemos una ventana con reja cuyo significado es la identidad virginal de María. La reja hace inaccesible el paso, pero la luz divina, como observa san Agustín, la traspasa: «María es la ventana del cielo porque a través de ella Dios ha derramado en el mundo la Luz verdadera».
Si nos fijamos mejor en la ventana, podemos apreciar que la luz que entra se proyecta en la pared de la habitación. Para el pintor la luz se proyecta sobre la pared porque la luz de Dios entró en el mundo gracias al fiat de la Virgen y se ha quedado en la historia.

Veamos ahora la escena secundaria de la “expulsión del paraíso”. El Angélico pinta el paraíso como una tierra frondosa, rica en árboles y flores; en el centro sitúa una palmera, el árbol del paraíso, que remite claramente a la inmortalidad.
El arcángel Gabriel expulsa del paraíso a Adán y Eva. En la plenitud de los tiempos, él mismo visitará a María. Tenemos aquí otro símbolo de la continuidad entre Antiguo y Nuevo Testamento.
El rostro del arcángel expresa dolor por la expulsión de nuestros progenitores, mientras ellos se muestran afligidos por el mal cometido contra el Padre. El pintor expresa este dolor contenido, interior, mediante el lenguaje gestual: Adán apoya su mano derecha en la mejilla y lleva la izquierda al corazón, mientras Eva mira de reojo afligida a su compañero y entrecruza los dedos en un gesto de preocupación, pero también de súplica.

Es importante subrayar que no se pinta a Dios que maldice a sus hijos pecadores, pues la maldición es un castigo eterno reservado a la serpiente. Los padres de la Iglesia comentan la expulsión del paraíso como una llamada a la conversión, abierta a un horizonte de salvación. Como podemos observar en esta pintura, el Angélico viste con pieles a Adán y Eva, que no van desnudos. Dios mismo hizo estas ropas de piel para ellos, para preservar su dignidad de hijos de Dios.

Si nos fijamos, en el arco que cobija la Virgen podemos ver una golondrina. Sin duda, su presencia tiene un valor simbólico, que podría referirse a la llegada de la primavera: hablamos de que la escena se sitúa el día 25 de marzo. Además, me gusta pensar en un paralelismo entre la primavera y la Encarnación del Hijo de Dios. La primera es la estación del año en la que la naturaleza vuelve a florecer, después del invierno helado. Asimismo, a causa del pecado cometido por la desobediencia de Adán y Eva, la naturaleza humana había muerto. Con la Encarnación, Dios sopla, como en el origen de la Creación, su aliento en las entrañas del hombre, en lo profundo del ser, redimiendo la naturaleza humana, devolviéndole a la vida y a su destino. Esto tendrá su cumplimiento con la Muerte y Resurrección de nuestro Redentor.

Observando y estudiando este retablo, me di cuenta de que allí está escrita, pintada, toda la historia de la misericordia de Dios para con los hombres. Por tanto, también toda la historia de mi salvación, de la misericordia que Dios ha tenido conmigo. Y toda esta historia empieza con un hecho: la Encarnación del Hijo de Dios.

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