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El vértigo y la llanura

Davide Dall'Ombra
01/03/2016
William Congdon y Giovanni Testori.
William Congdon y Giovanni Testori.

La Casa Testori de Milán ha acogido estos días una exposición dedicada a William Congdon. Una muestra que ha obtenido un éxito sorprendente, llegando a tres mil visitantes. Un éxito que se explica sobre todo por el hecho de haber vuelto a reunir a dos personalidades tan humanamente fascinantes como el pintor americano y Giovanni Testori.

De hecho, el Congdon de los años ochenta y noventa, que se reflejaba en esta exposición, es el que Testori conoció personalmente, con el que realizó su actividad crítica, haciendo resonar una consonancia en su camino existencial y cultural que le permitió entrar en sintonía con el pintor. Son años en que ambos atraviesan una etapa nueva en su propia vida, marcada por la fe cristiana, en la que dan cuerpo con su propia obra a la esperanza tan evocada y representada en su obra respectiva durante las décadas previas.
Si la de Testori, a finales de los setenta, no había sido una verdadera conversión, ciertamente los años que siguieron a la muerte de su madre marcaron para él una gran pacificación en su relación con la fe. Resulta significativo que, tanto para Testori como para Congdon, la producción artística propia de ese momento, más explícitamente religiosa, no sea ciertamente la mejor de su producción, sino solo un paso necesario hacia una tercera etapa que podía suponer para ambos un ápice absoluto.

En los años ochenta el Corriere della Sera registra el latido del pensamiento crítico testoriano todas las semanas. Testori publica un aluvión de críticas sobre exposiciones italianas y francesas donde los amores de ayer y de hoy hacen saltar por los aires las jerarquías de las galerías.
Destaca el 14 de junio de 1981 una crítica de la exposición antológica de Congdon en el Palacio de los Diamantes de Ferrara. Congdon reúne todas las características que Testori ama: un pintor figurativo, realista, lombardo de adopción. Un artista que no se retrae ante la representación del dolor humano, capaz de captar un factor de esperanza dentro de la realidad, que Testori percibía puntualmente ya en su obra previa a la conversión. Para el crítico, la grandeza de Congdon reside precisamente en su capacidad para representar al mismo tiempo el dolor y la esperanza. La esperanza es concretamente el punto que lo diferencia de sus colegas de la Escuela de Nueva York, que parecían imposibilitados para hablar de esperanza. Por lo demás, la especificidad de Congdon respecto a los demás protagonistas neoyorquinos, como por ejemplo Jackson Pollock o Mark Rothko, era el terreno en que el pintor parecía salir al encuentro del Testori crítico.

Así lo muestra una carta inédita, escrita por Congdon a Testori para darle las gracias, porque «hoy, con su artículo sobre Pollock, el ojo de la Fe cristiana ha descendido por fin a usted (...) y ha acabado con todos los mitos mundanos que han fabricado estos pobres genios. Y nos ha revelado hasta el fondo el no-ser que este ojo de la Fe ha visto». En sus palabras, escritas en un italiano que Congdon no dominaba del todo, se percibe su entusiasmo por la libertad que Testori había demostrado al abordar un monstruo sagrado del siglo XX, sin renunciar a un enfoque crítico. «Con este texto que usted dedica a Pollock», sigue diciendo la carta, «yo siendo en mí una gran liberación, como si Pollock hubiera muerto hoy, y no en el 56 (porque entonces no lo podía entender). Liberación por la confirmación de Dios de su designio-camino por el que me ha llevado. Y esta liberación no puedo hacer más que ejercerla: en mi pintura».

La crítica de la exposición de Pollock publicada en el Corriere della Sera el 21 de febrero de 1982 fue la ocasión de hacer una lectura en profundidad de la obra de un pintor muy querido por Testori, donde recuperar, a regañadientes, la expresión suprema de una promesa ausente.
«Como si la entrada en dimensiones desconocidas para nosotros o, mejor dicho, en la ignorancia de dimensiones que hasta entonces pensábamos que no existían, nos quedara bloqueada por la abstracción de los propósitos y el peso inerte de los resultados». Congdon encuentra expresadas las razones que, más o menos conscientemente, le habían alejado de su amigo Pollock, un autor que, para Testori, promete mediante su abstracción una apertura a mundos, significados y misterios de la realidad que inmediatamente encierra en la materia que contiene esa promesa.

Pocos meses antes de morir, Testori entregó al Corriere (29 de noviembre de 1992) una crítica de una exposición de Congdon que escribió en el hospital. «Sus obras ahora no necesitan detalles. Es el sentido, más aún, la entidad absoluta lo que ahora Congdon busca e intenta darnos a conocer y reconocer: la horizontalidad ascendente de nuestra llanura parece fluir así hacia la gloria del significado primero, en la gloria y totalmente en paz. Parece, digámoslo como es, fluir en él el Paraíso».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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