Florencia lleva meses preparando el Congreso Eclesial Nacional, que se celebrará del 9 al 13 de noviembre, con visita del Papa Francisco el día 10. Todos esperan un gran acontecimiento, no solo para los católicos. Así lo afirma el arzobispo de Florencia, Giuseppe Betori, para quien «no hay que dividir la ciudad y la iglesia, pues no son mundos separados, sino que dialogan y se enriquecen mutuamente». También está convencido de ello su alcalde, Dario Nardella, quien además de encargarse de los problemas estructurales y organizativos ha tomado la iniciativa, junto a la diócesis, de organizar cuatro encuentros preparatorios de este evento en varias sedes de la ciudad con personalidades eclesiales y laicas, para comprender mejor cómo la ciudad, con toda su pluralidad cultural y religiosa, puede verse interpelada por este acontecimiento.
El encuentro conclusivo de este ciclo previo tuvo lugar el 29 de octubre en el Palacio Viejo, moderado por el propio alcalde, que invitó a compartir la mesa con él, en un abarrotado Salón de los Quinientos, al profesor Joseph Weiler y a Julián Carrón. Volvía así a plantearse, entre el presidente del Instituto Universitario Europeo, judío practicante, y el presidente de la Fraternidad de CL, un diálogo similar al que protagonizaron en el Meeting de Rímini. «Pero Florencia es un sitio especial, no será lo mismo», anunció Nardella.
Cultura, fe, política, fueron las palabras clave. Imposible no empezar por la primera, debido al emblemático lugar que les acogía, a la belleza e historia de esta ciudad, e implícitamente por el lema del Congreso Eclesial: “En Jesucristo, un nuevo humanismo”. ¿Cómo unir toda esta belleza florentina con un nuevo humanismo y con la visita del Papa, en un momento histórico como este?
«Para que sea posible, tiene que ser siempre una experiencia humana, un despertar humano, una capacidad para dejarse conmover por lo que vemos, para captar los nexos, el significado de todo lo que la historia de Florencia ha construido», afirmó Carrón. «¿Qué capacidad tiene ahora el cristianismo para generar un sujeto que pueda entender el valor del pasado y ofrecer también una perspectiva para el presente y para el futuro? El verdadero desafío es para la Iglesia, que pertenece a Uno que tiene la pretensión de generar una humanidad nueva en el presente».
Pero para un laico que no reconoce la autoridad de la fe, ¿tiene sentido el encuentro con el Papa? Responde Joseph Weiler: «Desde el punto de vista de la ética y de la moral, el laico y el religioso no pueden ser diferentes: no es necesario creer en los diez mandamientos para reconocer que matar está mal. La sensibilidad ética y moral se encuentra en la naturaleza humana, en este sentido una autoridad moral como el Papa es relevante para todos. La Iglesia es
valiente: cuando el católico entra en el ámbito público a este nivel de la moralidad y de la ética no lo hace con la autoridad de la revelación sino con la de la razón». Carrón añade: «Me viene a la mente el discurso del Papa Benedicto al Bundestag. La Iglesia no reivindica ningún derecho revelado sino que apela a la naturaleza, a la razón y a su correlación. Lo que la Iglesia propone, lo ofrece a la libertad del hombre para que verifique su correspondencia. El Papa Francisco, para dirigirse a todos, ha hablado de ecología, un problema abierto a todos». «Es muy valiente para un líder religioso aceptar la disciplina de la razón», prosiguió Weiler, «aceptar estar dispuesto al vocabulario del discurso racional cuando se halla en el espacio público general». Y Carrón: «Y aceptar despojarse de toda autoridad religiosa para ejercer la confrontación entre la razón humana y las exigencias más auténticas del hombre».
El diálogo continuó con una pregunta de Weiler: «El católico en el mundo público está sometido a la razón, pero el creyente, ¿de qué modo muestra su especificidad?». «La única especificidad del cristiano», contestó Carrón, «es mostrar si la inteligencia de la fe llega a ser inteligencia de la realidad; si la fe le da la capacidad para responder a la necesidad del hombre de una forma que sea más pertinente. Y esto lo pueden verificar todos porque todos tenemos un criterio para juzgar. No solo los creyentes, también los laicos deben hacer esta prueba para entender si lo que dicen genera un mundo más humano. Estamos en el mismo barco. Si todos estamos dispuestos a reconocer el bien allí donde lo encontramos, entonces cada uno podría reconocer la contribución que dan los demás. ¿Cómo ha podido alcanzar esta ciudad tal explosión artística? Mirando hacia el pasado, podemos encontrar destellos para recuperar una mirada sobre la realidad que ahora no tenemos. La fe y la cultura, me parece, tienen un vínculo total, porque uno que tiene fe tiene una hipótesis para estar en la realidad y la ofrece como contribución para todos». Al final, vuelve la pregunta inicial: ¿cómo estar ante la visita del Papa? Weiler:
«Preparaos para escuchar con los ojos. No es importante solo lo que dice sino lo que hace».
Pero la velada no termina ahí. Al acabar el encuentro, se inaugura en el patio de la Dogana, situado en la entrada principal del Palacio Viejo florentino, la exposición dedicada a don Giussani en el décimo aniversario de su muerte, “De mi vida a la vuestra”, organizada por el Centro Cultural de Florencia de cara al Congreso Eclesial. El alcalde Nardella, el obispo Betori, Carrón y Weiler cortan la cinta y son recibidos delante de los paneles por dos bachilleres, Leonardo y Verónica. Ellos, que tienen 16 años y nunca vieron a don Giussani, les contarán cómo “explicar” esta exposición hace inevitable hablar de su propia vida y de esa experiencia tan interesante con la que se han topado.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón