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“Explorar el espacio es un interés intrínseco al ser humano”

La carrera espacial puede analizarse desde diversos aspectos: el económico, el científico, el político… pero pocas veces se atiende a otros motivos que confluyen en el lado más humano de ese interés por conocer lo que hay fuera de las fronteras terrestres.

La exposición Explorers, que en agosto de 2014 se inauguró en Rímini (Italia), coincidiendo con el Meeting para la Amistad entre los Pueblos, organizada por la Asociación Euresis, pone el acento en cómo el ser humano no puede escapar a su propia naturaleza que le lleva a querer explorar el espacio exterior. “Esa exploración del espacio responde a un interés intrínseco al ser humano, los hombres tienen que explorar”, afirma el astrofísico Ulisses Barres, director de la muestra.

Este investigador del Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas, especialista en Astrofísica de partículas y de altas energías, acudía el pasado 2 de octubre a la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Aeronáutica y del Espacio (ETSIAE) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) para impartir una conferencia acerca de ese “imperativo natural” del hombre de conocer el mundo que le rodea y ampliar los límites de su entorno.

Dejar de ser el centro

Y lo hizo presentando el contenido multimedia de la exposición Explorers, un recorrido que recoge los testimonios de astronautas e ingenieros implicados en la carrera espacial, pero también de autores literarios o de representantes de la Iglesia, quienes coinciden en señalar que detrás de los viajes al espacio se encuentra la curiosidad del hombre ante la posibilidad de observar nuestro mundo desde otra perspectiva, sin pensar inicialmente en las utilidades tecnológicas futuras de los nuevos descubrimientos, dejándose llevar por otros aspectos como la belleza o la esperanza.

Esa motivación de ir hacia “lo siguiente”, de que lo que vendrá será más interesante, más relevante o más bello que lo que se conoce hasta el momento constituye el convencimiento de que “la realidad aún desconocida significará algo para nosotros, dará a conocer un nuevo elemento sobre nuestro lugar en el mundo, nuestro origen y nuestro destino”.

Misiones espaciales exitosas, pero también otras fallidas. Un esfuerzo científico apoyado por los políticos que dieron las condiciones materiales para hacer posible esta meta. Más de un centenar de asistentes a la conferencia disfrutan de vídeos y gráficos que explican “cómo observar la Tierra desde la distancia permite ver el lugar que ocupamos en el gran cosmos, donde se desdibujan las fronteras de los países siendo todo una pequeña unidad, donde ese cambio de perspectiva, dejando de ser el centro, paradójicamente da acceso a una mejor comprensión de nuestro propio mundo”.

¿Y si no estamos solos?
Acercarse al Universo no solo sirve para saber de lo que hay ahí fuera. “Exploramos para encontrar, pero también para ser encontrados”, sostienen los promotores de la exposición. Esta aseveración la ejemplifica claramente el programa Voyager, que tiene un gran protagonismo en la exhibición, pues la sonda contiene un disco de gramófono (“disco de oro”) que es una especie de "postal cósmica" con información codificada de nuestro patrimonio cultural y científico. Su objetivo es dar a conocer la existencia de vida en la Tierra (y sus peculiaridades) a alguna posible forma de vida extraterrestre inteligente que lo encontrase. A pesar de ser improbable, estos discos representan otra de las esencias de la exploración: la permanente necesidad de encontrar algo y a alguien.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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