«El camino hacia la verdad exige una marcha infinita continuamente renovada. Los musulmanes pueden participar en ella, poniendo en juego su verdad, en comparación con la de los demás». Son palabras fuertes, que invitan a la autocrítica y al mismo tiempo indican un camino. Palabras que vale la pena retomar en estos tiempos. Porque es un desafío a la renovación del islam, una provocación lanzada a la comunidad a la que dice pertenecer, pero que corre el riesgo de tomar una inclinación suicida, palabras de Abdelwahab Meddeb, escritor, poeta, periodista, profesor en la Universidad de París, nacido en Túnez y fallecido recientemente.
El desafío lo planteaba en sus libros, donde ponía el punto de mira en la degeneración del pensamiento islámico provocada por los fundamentalistas, con orígenes pre-políticos y que deja su huella en la "congelación" del Corán, con la pretensión de erigirlo en expresión de la Palabra divina incontestada (e incontestable), depositario de una verdad plena, sellada y autorreferencial.
En cambio, «el musulmán debe admitir de una vez por todas que no es depositario de una verdad total, completa, incontaminada, exclusiva, capaz de ahorrarse el camino a otras partes del mundo donde se capta la verdad».
Para que esto suceda, es necesaria una suerte de «tratado de curación» para un islam enfermo, partiendo de un enfoque que sea capaz de distinguir en el Corán la parte perenne y permanente de la caduca, ligada exclusivamente a la contingencia histórica. Solo así será posible emanciparse de posiciones que ven en la modernidad la negación tout court de la religión y que inducen a echar atrás la mirada, refugiándose en una mítica edad de oro y eludiendo la confrontación con una realidad vivida como enemiga.
Contradiciendo a cuantos denuncian un «vicio de origen» presente en el islam (que lo haría sucumbir inevitablemente a la violencia y a la autorreferencialidad, y por tanto le haría incapaz de una verdadera autorreforma), Meddeb está convencido de que es posible activar una dinámica de cambio aprovechando los recursos presentes en la cultura islámica contemporánea, y por eso anima el nacimiento de una nueva generación de "sabios", capaces de renovar radicalmente la hermenéutica coránica, sustrayéndola a los tentáculos de los arcaísmos y de las fuerzas extremistas que han permitido que una experiencia religiosa degenerase en ideología de poder y abuso.
La invitación a la autocrítica que emerge de sus textos resulta tan valiente como poderosamente vinculada a los hechos que estas semanas han marcado la crónica de la actualidad. Algo que no queda recluido en el recinto de la pura reflexión teórica, sino que suena como un apremiante llamamiento a todos los musulmanes, para que sean capaces de "descongelar" el Corán, calentándolo al fuego de la razón y permitiendo a todos los que tienen en él su brújula de referencia para su existencia que puedan vivir una experiencia de auténtica libertad.
Descubriendo así ese nexo entre verdad y libertad que pertenece a toda experiencia verdaderamente humana.
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