Ojos brillantes y corazón abierto. En el Meeting de Rímini se hablaba del mal de nuestro siglo, el nihilismo, esa ausencia de finalidad, meta y sentido que ahoga al hombre. "El individualismo es un desafío, una provocación para redescubrir las razones por las que debemos salir de la 'autoreferrencia' que caracteriza a nuestro tiempo", dice un joven a la espera de que empiece el encuentro. "Lo que interesa no es saber si el nihilismo es bueno o malo, sino si se puede vivir así", afirma otro. Constantino Esposito, profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad de Bari, introdujo el tema de la conferencia "Hacia las periferias de la existencia en la época del nihilismo" explicando que "la sociedad global, según el sociólogo Ulrich Beck, vive la paradoja entre la enfatización de la individualidad y el riesgo de acabar siendo 'periférico' respecto al contexto social ". "El relativismo ético es una 'garantía de éxito' en nuestra sociedad -afirmó Eugenio Mazzarella, profesor de Filosofía teórica en la Universidad de Nápoles-. No hay nada que tenga valor en sí mismo, sólo "una apetencia por el día y otra por la noche", como decía Nietzsche". El individuo permanece en el centro de la propia existencia, pero al mismo tiempo se siente siempre periférico, especialmente del contexto social, de las decisiones políticas, económicas.
"No se vive bien de esta manera, y aquí está el gran problema". Adriano Fabris, profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Pisa, hablaba con seguridad. "Vivimos en un shock antropológico que produce un distanciamiento de nosotros mismos, de la cultura, de la identidad", añadió Mazzarella. El descubrimiento de la individualidad es una conquista del cristianismo, que pone en el centro a la persona y afirma la intrínseca dignidad del hombre. Pero no son lo mismo individualidad e individualismo: el último pone en el centro un individuo aislado, cuyas relaciones con los demás -con sus contemporáneos, con la historia, con Dios- están fundamentadas en la relación consigo mismo. "Si el individuo es el fundamento de todo -prosigue Fabris-, es también fundamento de su propio sentido, que por la mañana puede cambiar como se cambia de ropa. ¿Pero qué sentido tiene un sentido que es puesto por el hombre?".
Los ponentes quisieron ahondar en las causas de esta situación dramática tras verificar que asistimos a una "liberación" respecto a las formas tradicionales de vida. "Hay una crisis en nuestro tiempo que afecta al origen mismo del 'yo': yo soy yo porque estoy en relación con otro, que me trajo al mundo y del cual dependo. La persona, ya en su origen, es relación con el otro. Pero la Ilustración ha negado esta dependencia originaria que nos alimenta, que nos da vida y sangre: es una condición que debemos superar". Para Mazzarella, nuestra mentalidad deriva de esta crisis, pero debemos redescubrir la comunión original de la que nacemos, que traspasa al individualismo sin eclipsar el valor de la persona. "Es una época de transición dolorosa, pero la explosión de la subjetividad es un bien si se contempla como una forma de reconstruir el legado social -expresó Luigi Manconi, presidente de la comisión extraordinaria para la tutela y la promoción de los Derechos Humanos en el Senado de Italia-. La crisis de los valores tradicionales tiene como consecuencia un pluralismo de valores que no equivale al nihilismo, a la amoralidad, a la derrota del hombre". Sin embargo, Mazzarella evidenció que "ninguna individualización puede prescindir de esa comunidad yo-nosotros que os precede". Por ello, para vender el nihilismo contemporáneo, Esposito propuso recuperar la idea agustiniana de verdad como "relación y deseo infinito de Otro".
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