"El destino no ha dejado solo al hombre", reza el lema del Meeting de Rímini. No lo ha hecho porque ha entrado en la historia, que es adherencia a la realidad. Pero la presencia del destino se ha percibido de forma diferente a lo largo del tiempo, y así trataron de explicarlo en el encuentro "En la historia, la compañía del destino", donde Ignacio Carbajosa y Giorgio Buccellati expusieron cómo en el politeísmo se trataba de aferrar la coherencia de la realidad, poseyéndola hasta reducirla y fragmentarla, y cómo después, en el monoteísmo, fue el destino el que salió al encuentro del hombre en un acontecimiento que consiguió romper incluso la degeneración hedonista de los griegos, mientras el pueblo judío se mantenía fiel a la alianza.
"Para mí la historia lo es todo, todo lo he aprendido de la historia", comenzaba Alberto Savorana, portavoz de Comunión y Liberación, citando a Don Giussani. "Lo que ha sucedido en la historia ha acontecido de una forma tan particular y original, y a la vez tan universal, que ha significado un punto de no retorno", exponía Savorana, que volvió a recordar la invitación del Papa Francisco a no perder el contacto con la realidad y alcanzar lo esencial, "pero esto exige que el hombre esté vigilante, atento a su vida", y en palabras de Filonenko, que se vuelva "vulnerable, disponible al océano del Misterio y al evento a través del cual se hace presente".
Buccellati, arqueólogo y profesor de la UCLA, explicó que el destino es un sujeto con iniciativa autónoma, y trató de delinear su concepción en el politeísmo. "En Mesopotamia, existía un contraste entre la coherencia y la fidelidad. La calma procedía de una certeza de la coherencia de la realidad, y este es el concepto politeísta del destino: la coherencia". Por el contrario, en el monoteísmo el destino interpela al hombre, lo solicita y lo provoca: "El de la provocación es el aspecto más sorprendente, porque pone en duda la coherencia del destino, como en el pasaje en el que Dios le pide a Abraham que mate a su hijo. Parece una contradicción: contrasta la promesa y su no cumplimiento, algo que innato en el 'ethos' bíblico", expuso Buccellati, que subrayó que en lugar de ocultar esta aparente contradicción, la Biblia la subraya. "Afirmamos que el destino es coherente en su manifiesta incoherencia porque Dios está vivo. La alianza, la promesa, no existen por sí mismas, sino unidas a un Dios vivo, presente, que parece incoherencia pero se reconstruye en la fidelidad: el destino es personal, fiel a la dinámica de la vida".
Según Giorgio Buccellati, el destino no deja nunca solo al hombre, tampoco en el politeísmo. Pero aquí, "el destino es intransitivo: el sujeto activo es el hombre, que 'acompaña' al destino. Pero en el monoteísmo es el hombre el que espera: es un dinamismo continuo que es compañía activa y transitiva". El problema politeísta, según el arqueólogo, es que "si el destino se apropia de la coherencia, se convierte en un residuo, en un fragmento que disminuye hasta extinguirse, y por tanto también nuestra relación con él. Lo que nos queda por descubrir de él es igual a lo que ya conocemos: no nos espera una novedad, sino que se da una relación unilateral, unívoca, que depende de nosotros", mientras que en el monoteísmo se produce "una compañía enfáticamente transitiva, de la que esperamos la iniciativa. No hay fragmentos, sino una plenitud que permanece, de forma que el destino se desvela al hombre entero. La encarnación es, así, la revelación de una relación dinámica dentro del absoluto que niega la fragmentación en el momento justo en que parece afirmarla", concluyó Buccellati, que invitó a abrazar este destino en su totalidad, poniendo en juego nuestra libertad, que es capaz de rechazar la compañía que el destino nos ofrece. Éste es el verdadero pecado. "La compañía del destino es también la compañía entre nosotros: no estamos solos porque el destino nos habla a través de la comunión humana".
Ignacio Carbajosa, profesor de Antiguo Testamento en la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid, esbozó la experiencia del destino en el pueblo elegido a través del Libro de la Sabiduría de la Biblia. "El destino ha entrado a la historia en una periferia, no sólo geográfica, sino también existencial. En el siglo IV antes de Cristo, Alejandría, ya integrada en el Imperio Romano, era el centro de la cultura griega: había dejado de ser una periferia geográfica pero continuaba siéndolo en el sentido más estricto, pues habían degenerado desde la tensión por la verdad hacia un hedonismo y cinismo que les llevaba a negar el sentido de la vida", expuso Carbajosa. Sin embargo, Dios se valió de una "periferia dentro de la periferia", de la pequeña comunidad hebrea asentada en Alejandría, para hacerse presente. Mientras el mundo pagano desafía la cosmovisión de Israel invocando la muerte (incluso yendo a su encuentro, como en el caso de Cleopatra y Marco Antonio), la comunidad judía realiza un juicio sobre esa modalidad de vida que les rodea: "un juicio público sobre una cosa pública", continuó Carbajosa. "Los paganos, por el miedo a la muerte, la llaman y se alían con ella, porque desconocen que Dios ha venido a romper sus cadenas. Y así, los judíos, afirman en el Libro de la Sabiduría que se trata de un 'juicio errado'". Citando el segundo capítulo de este pasaje bíblico, Carbajosa leyó:
Ellos se dicen entre sí, razonando equivocadamente: "Breve y triste es nuestra vida, no hay remedio cuando el hombre llega a su fin ni se sabe de nadie que haya vuelto del Abismo. Hemos nacido por obra del azar, y después será como si no hubiéramos existido. Nuestra respiración no es más que humo, y el pensamiento, una chispa que brota de los latidos del corazón; cuando esta se extinga, el cuerpo se reducirá a ceniza y el aliento se dispersará como una ráfaga de viento”.
"Los paganos viven como esclavos, oprimido por una muerte que golpea a todos. Esto les impide gozar del tiempo presente, porque el futuro es opresivo. En vez de preguntarse qué los mantiene vivos, en vez de sorprenderse por el don siempre nuevo de las cosas, excluyen la intencionalidad de lo que sucede, a "aquel que dona", y obvian la racionalidad del ser", explicó el profesor en relación a diferentes pasajes del Libro de la Sabiduría. Mientras los paganos viven ahogados por la idea de la muerte, una idea que no les permite razonar de forma adecuada, Israel mira el dato de la realidad, su historia con un Dios que ha entrado en el mundo. "Que nuestra fuerza sea la norma de la justicia, porque está visto que la debilidad no sirve para nada", afirman los paganos. "Si la vida no tiene sentido, no hay diferencia moral porque la muerte todo lo libera e iguala
.
Es el 'carpe diem' de Horacio: vivir el presente, huir del dolor, no hacer juicios, dejarse llevar por la atracción de las cosas, aferrando su fruto antes de que se pudra, pues si nada tiene sentido, tampoco tiene sentido dejarlo madurar", aseguró Carbajosa. Pero Israel responde: "El destino no ha dejado solo al hombre". "La cosmovisión griega les desafía, y ellos responden con un dato tenaz: la muerte no es creación de Dios. Lo afirman como se afirma en el Génesis. "Porque Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes", dicen en el Libro de la Sabiduría. Dios no goza con la muerte, la muerte no forma parte del designio original: el hombre ha sido creado para la eternidad. Dios ama a todos los hombres porque los sostiene en la existencia, por eso la muerte no es el horizonte final de la vida". Con esta exposición de la concepción hebrea del destino finalizó Ignacio Carbajosa su intervención: "La maldad impide el conocimiento. Los paganos no conocen los misterios de Dios porque son inaccesibles a los hombres que no son buenos y justos. Sin embargo, Israel adquirió un conocimiento más agudo de la realidad gracias a su convivencia y apertura a estos misterios".
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón