Los cristianos etíopes no son una pieza de museo. En aquel país para nosotros tan marginal, la Iglesia es una realidad vital, fortaleza de una historia milenaria y todavía capaz de dar fruto. Monseñor Silvano Tomasi está convencido: «Las piezas expuestas en la exposición del Meeting se remontan a los siglos XVI-XVII, pero no son de ningún modo expresiones estacas de una tradición que se haya interrumpido. El cristianismo ha producido belleza en el pasado y sigue evolucionando, construyendo y respondiendo a las exigencias de la modernidad». Ex nuncio apostólico en Etiopía, Eritrega y Yibuti, Tomasi dejó Addis Abeba en 2003 para aceptar el cargo de enviado permanente de la Santa Sede en Naciones Unidas. En el Meeting 2014 ha querido narrar la fe del país al que estuvo unido personalmente mediante la exposición «Desde las periferias de la cristiandad Etiopía alzará a Dios sus manos».
La Iglesia abisinia tiene una historia milenaria, caracterizada a menudo por la lucha con las poblaciones que la rodeaban. En numerosos iconos expuestos en Rímini, recorre la efigie de san Jorge victorioso que atraviesa al draglón de cuyo vientre nace el diablo. Se trata de una imagen muy significativa: la vida de fe como lucha constante, la victoria sobre el demonio, pero también del conflicto entre el reino cristiano de Etiopía y los pueblos vecinos, primero paganos y luego musulmanes. Según los Hechos de los Apóstoles (8, 27-39) el cristianismo llega a la corte de la reina de Etiopía mediante un eunuco bautizado por el apóstol Felipe. Históricamente acertada es la obra de evangelización realizada en el siglo IV por el obispo Frumencio.
A partir de estos hechos se abre camino una larga historia que llevó a la edificación de espectaculares iglesias monolíticas excavadas en la piedra viva de las montañas y al cuidadoso trabajo de las cruces procesionales de plata procedentes de museos de todo el mundo. «La cultura pública etíope sigue estando fuertemente influenciada por la tradición cristiana –prosigue Tomasi–; en la historia cristiana Etiopía siempre ha sido considerada una periferia lejana y misteriosa, capaz de alimentar la fantasía de los europeos pero de hecho desconocida. Esta exposición atestigua que de la periferia del mundo y de la cristiandad puede venir algo hermoso, porque la encarnación del mensaje cristiano en la cultura abisinia ha mostrado la eficacia de nuestra fe y su capacidad para transformar una sociedad. El cristianismo en Etiopía ha generado una gran riqueza, porque da valor a lo que hace interesante la vida, incluso en un contexto de marginalidad».
La Iglesia católica es una realidad estadísticamente minoritaria: la gran mayoría de los etíopes pertenece al patriarcado ortodoxo con sede en Addis Abeba, mientras que los católicos solo son el 1% de la población. Sin embargo, la Iglesia católica es un factor de constante regeneración del tejido social y humano de Etiopía.
«La Iglesia ayuda a todos los etíopes, independientemente de su confesión religiosa, etnia, clase social», explica Walter Panzeri, que llegó a Etiopía hace seis años para evaluar algunos proyectos educativos. «La Iglesia católica gestiona más de 360 escuelas, concibiendo la educación como posibilidad de desarrollo y de integración que abraza todo lo humano. El 80% de los estudiantes de las escuelas católicas son ortodoxos, el resto se dividen entre musulmanes y católicos».
A la educación impartida en las escuelas católicas se le reconoce un alto nivel cualitativo: «El gobierno se dio cuenta de que los mejores estudiantes provenían de las escuelas católicas. En los primeros años del siglo XXI el primer ministro Meles Zenawi tuvo una audiencia con Juan Pablo II y le pidió la constitución de una Universidad católica que sirviera como modelo para las demás universidades etíopes». Hoy Walter Panzeri es director técnico de Ecusta, la Ethiopian Catholic University of St. Thomas Aquinas.
Según el padre Tekle Mekonnen, presidente de la Universidad, «la mayor parte de nuestros alumnos pertenece a otras confesiones religiosas. La Iglesia es valorada, porque es vista como una iglesia al servicio de la gente. En nuestras escuelas y en nuestra universidad no pedimos a los alumnos que se conviertan al catolicismo. En cambio, les pedimos a los musulmanes que sean buenos musulmanes y a los ortodoxos, que sean buenos ortodoxos; pedimos a cada uno que vaya hasta las raíces de su propia identidad religiosa. Nuestro objetivo no es el proselitismo sino el testimonio mediante la respuesta a las necesidades».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón