“¿Qué sería un mundo sin belleza?”, lanzaba esta pregunta Vittorio Livi, empresario italiano, a un público muy atento ayer a última hora de la tarde. Nos hizo imaginarnos a la luna siempre igual, las nubes idénticas entre sí, los árboles todos con una misma altura y rectos; el agua discurriendo siempre de la misma manera por los cauces de los ríos, y las frutas hechas con forma de cubo todas ellas. “La belleza está en los ojos de quien mira, como el aburrimiento está en los ojos de quien no ve”. Convencido de que sin belleza lo que nos rodea no tiene sentido y se vuelve opaco, Livi, asimismo, añadió que para conocer la belleza de las cosas –desde un cuadro u otra obra de arte hasta la de una persona– hay que preguntarse por su autor.
Emmanuele Silanos, sacerdote de la Fraternidad de San Carlos, fue el segundo en intervenir en esta mesa redonda. Para responder a la pregunta que provocativamente lo lanzó el presentador del encuentro, Alessandro Banfi, hizo alusión al pasaje de la transfiguración del Evangelio: “Pedro dijo: 'Es bonito para nosotros estar aquí'. Apenas lograba entender nada; pero sí que estaba sucediendo algo bello. Nos es dado reconocer lo bello, pero no comprenderlo. El cristianismo es belleza; es un acontecimiento de belleza. Y la belleza es siempre la verdad dándosete a conocer en algo”.
Duccio Campagnoli, presidente de la Feria de Bolonia, recordó su visita a la Sagrada Familia, que hizo este verano: “Me quedé impresionado por su belleza; fue una experiencia extraordinaria. Mi mujer y yo entramos y pasamos un largo rato en silencio. La belleza nos sobrecoge y nos llena de silencio”.
Mariella Carlotti, profesora de instituto, inició su intervención con una frase inquietante de Giaccomo Leopardi: “El aburrimiento es el sentimiento humano más sublime”. Ella aportó: “El aburrimiento es la nostalgia de la Belleza”. Contó una pequeña historia sucedida en el colegio donde da clase.
“Se trata de niños acostumbrados a una vida fea, aburrida. El primer día de clase entré y les hice escuchar a Mozart. Me pidieron el CD prestado. Al día siguiente, durante el recreo, uno de ellos se acercó a mí: ‘Profe, es precioso. Lo he escuchado entero’, me dijo, con lágrimas en los ojos. El profesor que estaba a mi lado, delante de los chicos, me preguntó: 'Mariella, ¿por qué dar perlas a los cerdos? No saben nada; ¿qué pretendes que entiendan?'. Yo le dije que para ver la belleza bastan los ojos y el corazón. En un mundo que los destina al aburrimiento, los jóvenes necesitan a un adulto que les proponga la belleza”.
Carlotti concluía subrayando que “no hay nada más triste que una belleza terminada. Quien viene al Meeting ve que hay una extraña belleza de una compañía viviente, que se conmueve. Sin una belleza presente, la belleza del pasado sería una nostalgia insoportable”.
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