Pasó por Madrid el 29 y 30 de junio en los Veranos de la Villa, pero todo parecía ser y oler como la primavera, y recogerse en canastos repletos de frutos maduros en tiempo de buena cosecha.
Hacía tiempo que no pasaba por aquí y se le hambreaba, se le echaba en falta, se le necesitaba, se le esperaba. Porque Paco de Lucía nunca sale del silencio si no es para darnos algo nuevo, algo nuevo que al menos por un tiempo mejore el silencio. Acto seguido volverá al silencio, al retiro en el que busca, explora, degusta, para repartir luego de nuevo.
¡Qué gran economista, qué gran conjugación, qué gran armonía de silencio y presencia, la historia de este gran hombre universal, español donde los haya, españolidad universal hasta los últimos confines de la tierra!
Sobre una elocuentísima base y fundamento rítmico, una milagrosa técnica cada vez, y con el paso de su tiempo, más asentada, reposada y depurada, ataca la cuerda potente, decidido, sin sombra de duda hasta hacerse caricia delicada, logrando la milagrosa resonancia, el milagroso eco desde sus manos hasta las teclas de nuestra alma. Con él se salva la distancia.
Su música nos invita al canto y el canto reclama danza; y entre escenario y aforo se transfigura el espacio y el tiempo en una mágica fiesta de emoción compartida. Si él está, aparecen aromas racheados que fluyen, atmósferas con efectos de filtros amorosos, sonoridades tan arcanas que parece que son nuestras desde otras vidas; reminiscencias de paraísos perdidos, nostalgias de plenitud anhelada.
Celebración de la vida, embelesamiento del ser, encandilamiento de las facultades sensibles, introducción en nuevas esferas inteligibles, voluptuosidades amorosas, tensión afectiva que busca, mendiga, aspira la belleza en sensible forma. Trinos, trémolos, punteos cantarines, escalas deslizándose a la velocidad de una luz tan prístina y tan límpida, rasgados acordes, armonías y enarmonías, contrapuntos que zarandean el alma; mezcla heterodoxa de tiempos, de notas puras e impuras, encuentros y pérdidas rítmicas que te introducen en una métrica tan dinámica que te lleva, como Aladino, en su alfombra maravillada.
Paco de Lucía: inspiración permanente de un mendigo que siempre busca porque antes fue encontrado, llamado como por el genio de una lámpara maravillosa. Atrevimiento, atrevimiento asertivo de quien ofrece humildemente, es decir, decididamente lo que sabe, lo que le gusta y siente; convicción profunda en el ritmo, como latido a partir del cual puede suceder todo..., hasta lo imposible.
Un hombre que vive por y para el acontecimiento presente, para la maravilla de la creación ahí, en ese sueño misterioso, en ese aliento divino en el que el barro toma formas inimaginadas, en el que irrumpe el imprevisto y por un instante se barrunta, se vislumbra y otea la sonoridad innominada.
Anhelo inspirado de la palabra, del aspirado cante, del quejido pacificado. Sonoridad repleta de sorpresas. Hay mujeres – y yo conozco algunas – que llevan el alma en la cara, como hay niños que llevan su corazón limpio en cada gesto. Paco de Lucía lleva el misterio y el duende en su mayestática humildad de mendigo regio. Sentadle en una esquina: allí estará el trono... porque sigue siendo el rey de la tradición y creación flamenca. Y en ese salón del trono, cuando él está se fusionan, se aúnan distintas generaciones y estilos que se vinculan como vasos comunicantes, desde tiempo inmemorial, hasta el fin de los tiempos. Uno querría ser guitarra en sus manos y, sostenido por sus brazos, vibrar y descansar en su regazo.
Paco, te hemos disfrutado el otro día y por eso seguimos esperándote. Tú que sólo te expones y te expresas si has sido visitado antes, si te has encontrado con algo nuevo, parece que ya está madurando la inicial semilla que pronto nos darás de un modo más acabado. Creas expectación porque presenciarte es como acudir a un parto o a un acto de amor. Interior, íntimo, personalísimo acto de amante. Te adentras en los recovecos del aire, te embelesas en el canto de los pájaros: volar, volar, sólo volar. Y buscas el aire de tu vuelo como aspiras los perfumes; padeces los dolores y te mueves en los claroscuros de la existencia.
Nunca el agua resultó tan prístina, danzarina y cantarina como entre tus manos. Y así nos remites al hontanar, a la fuente y al caudal. Por eso estamos ligados a ti y tú a nosotros en una distancia cercanísima.
Nota bene: con la que está cayendo, nos trajiste la suave terapia contra la angustia y el estrés; y una sensación extraña de agradecimiento e injusticia. Si a la salida del concierto las taquillas hubieran estado abiertas, yo debería haber pagado, además de los cincuenta primeros, al menos otros doscientos cincuenta euros más.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón