Hay escritores con un estilo tan decidido y potente que son imposibles de imitar. Borges es uno de ellos; otro es Gabriel García Márquez. Escribir tomándoles a ellos como modelo es una condena al epigonismo, a la repetición, a la mímesis banal. Otros, por el contrario, incitan a la escritura, suponen una estimulante invitación a la creación literaria. Uno de ellos es Julio Cortázar, no en vano el escritor más significativo para la generación denominada “post boom”. Otro, quizá menos conocido, es el colombiano Álvaro Mutis. No sólo fue una mina de hallazgos literarios, sino que se convirtió en una especie de mecenas para muchos jóvenes escritores.
Nació en Bogotá en 1923 y siendo niño se trasladó con su familia a Bruselas. De ahí la fuerte impronta europea en su cultura de base, la nostalgia de la sofisticación y la complejidad, y la profesión de extrañas ideas políticas. Volvió a su patria y, no hallando una gran satisfacción en sus estudios académicos, comenzó, como otros muchos escritores, una doble vida: por una parte, gerente perspicaz y de éxito en grandes multinacionales americanas; por otra, un conocido bohemio, poeta y novelista.
Hombre de mundo, de gran simpatía y estilo elegante, tenía amistades bien situadas y frecuentó los principales círculos literarios de México y de Colombia. Es muy conocido su vínculo con Gabriel García Márquez. Si este tuvo algún maestro reconocido y cercano, fue sin duda Álvaro Mutis. El autor de Cien años de soledad declaró su mayor deuda literaria: nada más llegar a México, vio aparecer a Mutis, blandiendo un pequeño libro en la mano. «¡Tienes que leer esto!», exclamó mientras depositaba en las manos del futuro premio Nobel un ejemplar de Pedro Páramo, la obra maestra de Juan Rulfo. Aquella noche, García Márquez no concilió el sueño, leyendo y releyendo al maestro mexicano, que fue determinante para una nueva concepción de lo que debía ser la nueva novela latinoamericana. Junto con la lectura de Kafka, este descubrimiento revolucionaría el estilo y también la fantasía de García Márquez.
Otra deuda importante fue la concesión del premio Esso por La mala hora. En una ocasión, Mutis se dirigió a su paisano y le dijo: «Hay un gran premio de novela y el jurado tiene un problema porque ningún concursante merece ganar. Apúntate, estoy seguro de que ganarías». De hecho, García Márquez ganó el premio y eso le permitió salir de una profunda crisis económica en la que se debatía por entonces. Tanta generosidad se extendía prácticamente a todos los escritores que Mutis conocía, desde su trabajo en los altos cargos de las multinacionales ayudaba cuanto podía a sus amigos. Hasta el punto de que su filantropía le creó problemas con algunas empresas y Mutis tuvo que huir a México.
Decididamente extravagante, Mutis siempre se declaró monárquico en un continente donde los escritores, como mínimo, tendían a apoyar las revoluciones socialistas. Su fama natural de reaccionario se vio compensada por una obra excelsa, de altísima calidad técnica y de gran rigor filosófico. Empezó como poeta, y desde el principio creó personajes míticos, que pasarían sin dificultad a su narrativa. De todos ellos, el más conocido es Maqroll, "el gaviero", un marinero melancólico cuyas aventuras describe con una prosa barroca, cálida y exuberante, como la vegetación de la costa colombiana.
Los afortunados títulos de su narrativa condensan una envidiable capacidad creativa: La nieve del Almirante (1986); Ilona llega con la lluvia (1988); Un bel morir (1989); La última escala del Tramp Steamer (1989); Amirbar (1990); Abdul Bashur, soñador de navíos (1991). Barcos decadentes que atraviesan las brumas de los ríos forestales, personajes de cuento que narran historias atemporales; gestos, pensamientos, reflexiones, sueños, que transforman la lectura en un ensueño placentero, con un suntuoso uso del español que le convertiría en un escritor imprescindible y magistral para todo el mundo de lengua española. Menos el Nobel, recibió todos los grandes premios que se pueden obtener en el ámbito hispano. El Cervantes, el Reina Sofía, el Águila Azteca… Sin duda, uno de los maestros más respetados y admirados de la literatura latinoamericana contemporánea. Nos ha dejado, en su amado México, hace apenas unos días.
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