El matemático italiano Piergiorgio Odifreddi recibió el pasado 3 de septiembre una carta muy especial. Un sobre sellado, con 11 folios y fecha del 30 de agosto, y firmada por Benedicto XVI.
En el texto, el papa emérito responde a Caro papa, ti scrivo (Querido papa, te escribo, Mondadori, 2011), un libro que, como recuerda el autor, desde la portada se define como una «luciferina introducción al ateísmo». En el artículo en que Odifreddi comenta sus impresiones al recibir esta carta afirma que no era una coincidencia que dirigiera mi carta abierta a Ratzinger. Después de haber leído su Introducción al Cristianismo, entendió que la fe y la doctrina de Benedicto XVI, a diferencia de otros, eran lo suficientemente coherentes y sólidas para poder afrontar perfectamente y sostener ataques frontales.
En el fragmento de la carta que se ha publicado en el diario La Repubblica, puede leerse cómo el papa emérito reconoce que ha leído algunas partes disfrutándolo y con beneficio, y otras sin embargo se ha sorprendido por una cierta agresividad y por la ligereza del argumento.
Al inicio de la carta, Benedicto XVI señala que «usted me hace notar que la teología sería “fantaciencia”». Y frente a este argumento presenta el papa emérito cuatro puntos.
En primer lugar señala que «es correcto afirmar que “ciencia” en el sentido más estricto de la palabra lo son sólo las matemáticas, mientras que yo he aprendido de usted que sería necesario distinguir aún entre aritmética y geometría. En todas las materias específicas, la científica tiene su propia forma, según la particularidad de su objeto. Lo esencial es que aplique un método verificable, excluya el arbitrio y garantice la racionalidad en las respectivas modalidades».
En segundo lugar Benedicto XVI sostiene que «usted debería por los menos reconocer que, en el ámbito histórico y en el del pensamiento filosófico, la teología ha producido resultados duraderos».
Como tercer aspecto afirma que «una función importante de la teología es la de mantener la religión unida a la razón y la razón a la religión. Ambas funciones son de esencial importancia para la humanidad». En este punto recuerda que en su diálogo con Habermas «mostré que existen patologías de la religión y – no menos peligrosas – patologías de la razón. Ambas necesitan la una de la otra, y tenerlas continuamente conectadas es una tarea importante de la teología».
En el último punto, mucho más extenso que los anteriores, Benedicto expresa que «la “fantaciencia” existe, por otra parte, en el ámbito de muchas ciencias», y hace referencias a las teorías que Odifreddi expone sobre el inicio y el fin del mundo en Heisenberg, Schrödinger, etc., que, continúa Benedicto XVI, «lo diseñaría como “fantaciencia” en el buen sentido: son visiones y anticipaciones para alcanzar un verdadero conocimiento, pero de hecho son solamente imaginaciones con las que buscamos acercarnos a la realidad».
Tras desarrollar con más detalle estas ideas, el papa emérito se detiene en el capítulo sobre el sacerdote y la moral católica, y en los diversos capítulos sobre Jesús. «En lo que se refiere a lo que usted dice del abuso moral de menores por parte de sacerdotes, puedo – como usted sabe – sólo constatarlo con profunda consternación. Nunca he tratado de enmascarar estas cosas. Que el poder del mal entre hasta tal punto en el mundo interior de la fe es para nosotros un sufrimiento que, por una parte, debemos soportar, mientras por otra debemos, al mismo tiempo, hacer todo lo posible para que estos casos no se repitan. No es tampoco motivo de tranquilidad saber que, según las investigaciones de los sociólogos, el porcentaje de los sacerdotes culpables de estos crímenes no es más alto que en otras categorías profesionales semejantes. En cualquier caso, no se debería presentar esta desviación ostentosamente como si se tratase de una suciedad específica del catolicismo. Si no es lícito silenciar el mal en la Iglesia, no se debe tampoco silenciar el gran sendero luminoso de bondad y de pureza que la fe cristiana ha trazado a lo largo de los siglos». Por eso Benedicto XVI recuerda nombres como Benito de Nursia y su hermana Escolástica, Francisco y Clara de Asís, o Teresa de Ávila y Juan de la Cruz.
Respecto a lo que el matemático dice sobre la figura histórica de Jesús, Benedicto recomienda al autor los cuatro volúmenes que Martin Hengel publicó junto con Maria Schwemer, «un ejemplo excelente de precisión histórica y de amplísima información histórica», señala Ratzinger. Asimismo recuerda, como ya aclaró en el primer volumen de su libro sobre Jesús de Nazaret, que «la exégesis histórico-crítica es necesaria para una fe que no propone mitos con imágenes históricas, sino que reclama una historicidad verdadera y por ese debe presentar la realidad histórica de sus afirmaciones también de forma científica».
Continúa el papa emérito afirmando que «si usted, sin embargo, quiere sustituir a Dios con "La Naturaleza", queda la pregunta: quién o qué es esta naturaleza. En ninguna parte la define usted y aparece por tanto como una divinidad irracional que no explica nada. Quisiera, por tanto, sobre todo destacar que en su religión de las matemáticas hay tres temas fundamentales de la existencia humana que quedan sin considerar: la libertad, el amor y el mal. (...) Cualquier cosa que diga la neurobiología sobre la libertad, en el drama real de nuestra historia está presente como realidad determinante y debe ser tomada en consideración».
En la última parte publicada de la carta de Benedicto, el papa emérito señala que «mi crítica sobre su libro es en parte dura. Pero forma parte del diálogo la franqueza; sólo así puede crecer el conocimiento».
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