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La oración en los judíos y en los cristianos

María Serrano
22/08/2013

«La gracia del encuentro con Cristo, para nosotros, no resta valor a la raíz común de la que iniciamos en el tiempo de Abraham, nuestro padre en la fe». Con estas palabras don Stefano Alberto, profesor de Introducción a la Teología en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán, abrió un diálogo con las oraciones de los cristianos y los judíos con Alon Goshen-Gottstein, rabino de Jerusalén y director del Elijah Instituto Interreligioso, siguiendo la tradición del Meeting de Rímini.

Si para don Stefano Alberto la oración es esencialmente «dependencia de Otro que me hace», por lo que «es importante dar espacio, píldoras de tiempo a Dios», para el rabino Goshen-Gottstein no es sólo la expresión de esta dependencia, sino también un signo de su ser en Él: «Todo el mundo necesita de la oración, que es un proceso dinámico para crear la vida misma». Para los cristianos la oración es también el encuentro de dos libertades, la del Creador y la criatura, «es siempre la oración de la comunión, incluso cuando la persona reza en la intimidad de su conciencia», añadió don Stefano Alberto.

En este punto, Goshen-Gottstein relató una divertida anécdota sobre la repetición de la oración judía. Se dice que un judío, amenazado de muerte, tuvo que enseñar a un oso a orar si quería salvar su vida. Logró salvarse utilizando simplemente el movimiento de la cabeza y rociando con miel las páginas de la Torah. «Hay judíos que rezan como los osos», admitió sonriendo el rabino de Jerusalén. Los cristianos no son diferentes cuando repiten las fórmulas de memoria sin tener en cuenta su significado más profundo. Para combatir este riesgo deben «acercar el frasco vacío de su vida a la fuente, que es Dios, y llenarse de las aguas de su gracia», explicó Stefano Alberto.

La oración diaria del judío es la Amidah. Es inferior al estudio de la Torah y suele hacerse de forma superficial y apresurada, si bien la lectura de la Torah va más allá de las necesidades personales, teniendo en cuenta a toda la comunidad. Su primera obligación es pedir por la redención. «Un judío observante reza durante el día, por la mañana, una hora y cuarenta y cinco minutos por la tarde y por la noche, pero no reza por otros, sino que se trata de la oración de los individuos que componen la comunidad».

Así, el rabino de Jerusalén admira aquellos aspectos de la oración cristiana, totalmente ajenos a la modalidad de la oración de su pueblo, como el ora et labora, la oración constante a través del trabajo, la oración incesante de la Iglesia, el rezo en silencio y la capacidad de ponerse en presencia de Dios de los cristianos. «Cada vez que me encuentro con un judío observante me llama la atención este radical recuerdo de la Alianza: ‘Tú me eres siempre fiel, oh Dios, y yo te soy fiel ahora’», concluyó Stefano Alberto. El diálogo interreligioso en el tema de la oración, hasta ahora sólo teórico, finalmente se convirtió en un signo tangible de la unidad en la oración común del Salmo 131, interpretado por el sacerdote cristiano y cantado por el rabino de Israel.

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