«La libertad se mantiene o cae porque el hombre puede hacer experiencia de su irreductibilidad y originalidad: se puede verificar». Con estas palabras Constantino Esposito, profesor de Historia de la Filosofía en la Università degli Studi di Bari, introdujo el tema del encuentro sobre el tema de la libertad. Dos de los exponentes del debate filosófico italiano fueron los encargados de responder y debatir sobre las preguntas del moderador: Eugenio Mazzarella, profesor de Filosofía Teórica en la Universidad de Nápoles y traductor de Heidegger; y Salvatore Natoli, profesor de la misma disciplina en la Universidad de Milán-Bicocca, quien se definió a sí mismo como un «cristiano no creyente»: se dedicó a estudiar a los clásicos y ha profundizado sobre el tema de las pasiones, las virtudes, la felicidad y el sufrimiento desde una perspectiva neopagana.
Para plantear las preguntas del debate, Esposito explicó el problema de la libertad hoy: «En ninguna época como en la nuestra ha liderado la idea de que los hombres somos los dueños de nuestro propio destino, que tenemos una capacidad indefinida de elección. Pero paradójicamente, nunca, en ningún otro tiempo, hemos experimentado una decepción tan grande en torno a la libertad. Constatar esta contradicción es dramático». Según Esposito, el hombre está existencialmente bloqueado, uno de los elementos que más bloquean es la crisis, pues nos hace pensar que el contexto es un impedimento objetivo para la consecución de nuestros objetivos. «La jaula en la que vivimos no nos permite ser nosotros mismos, pero la cuestión no se ciñe a lo psicológico, sino que abarca lo existencial y antropológico», continuó el filósofo, que explicó la falta de un recurso ideal para hacer frente a las dificultades «que pueden hacer que la vida pierda fuerza o que censuremos nuestro deseo irreductible».
Esposito lanzó entonces la primera de las preguntas: ¿Cuáles son los recursos de nuestra libertad frente a esta decepción de la vida? Mazzarella evidenció la existencia hoy de un «individualismo oportunista de masa» por el que «la ilusión antropológica se enfrenta a la desilusión en el plano social». Este individualismo se torna incoherente, según el profesor, porque tiene a ser autosuficiente, a afirmarse a sí mismo, pero se pierde, busca apoyos externos. «La libertad está más allá, es un mundo del sí que encuentra un mundo del nosotros. Es un paisaje natural, histórico y cultural que puede crear nexos de unión, que son la única oportunidad para relacionarnos», concluyó.
Natoli respondió a la segunda pregunta: ¿Tenemos riesgo de confundir ilusión y desilusión en la experiencia de libertad? «Ha habido un cambio en el sentido de la libertad, sobre todo a partir de la modernidad. Existe una condición de la libertad que es material: para poder elegir, no puedo ser coartado o limitado por ningún vínculo exterior. Aristóteles hablaba de voluntad con la libertad, porque se trata de un gesto libre, no estamos obligados por nada exterior. Cuando alguien elige tiene que poder hacerlo sin que nadie le obligue». Por esta razón, según Natoli el Derecho ha crecido ampliando los derechos subjetivos como la objeción de conciencia o el matrimonio homosexual. Así, todo es subjetivo.
El profesor de la universidad milanesa explicó que existe una diferencia entre «un sujeto que se hace preguntas y que busca hacer oposición al poder y aquel que se cree con derecho a todo. Por tanto, la libertad se mueve entre la emancipación y el delirio de omnipotencia». Por ello, Natoli propuso la ascesis como el remedio al «libertinaje del hombre», pero no como una renuncia sino como un entendimiento: «La clave está en la evasión para conseguir ser libres, de forma que podamos distinguir lo necesario de lo superfluo». En cualquier caso, el filósofo destacó que el hombre sí puede elegir, y que puede elegir incluso hacer el mal: «La grandeza del hombre es esta: porque si existe un dios, éste nos ha creado con la posibilidad de decir que no. Podemos elegir contradecir nuestra propia naturaleza, pero en ese acto nos destruimos. Así es como la muerte entra en el mundo: a través del pecado, de la renuncia a nuestro propio thelos, a nuestro destino».
Como interrogación final, Esposito lanzó la pregunta sobre la relación entre verdad y libertad y la posibilidad de alcanzar una experiencia plena de libertad sin haberla conocido de antemano. El moderador quiso hacer su propia aportación y explicó que «sólo encontrándonos con un factor ajeno, porque lo ajeno es más grande que nosotros, podemos hacer experiencia de libertad: hay algo real que nos provoca y que despierta nuestro yo». Esposito destacó que el problema no es tener libertad, sino qué hacer con ella, y de ahí el valor irreductible del yo: «Hoy la libertad parece atrapada, identificada con la reivindicación, y parece que sólo a través del reconocimiento de un número de derechos podemos sentirnos libres». Natoli profundizó entre la diferencia de la libertad negativa y positiva y explicó que «la libertad como elección es una condición, pero la elección del bien es un proceso infinito de liberación». Por el contrario, Mazzarella replicó que el vínculo entre libertad existe hasta tal punto que «se puede vivir sin saber por qué, pero no sin saber por quién». Mazzarella parafraseó a don Giussani para concluir: «si la libertad es apertura a la vibración del ser, ahora debemos apegarnos a lo más querido por nosotros».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón