Si debiera tener alguna preocupación al afrontar el lema del Meeting 2013 en el contexto del propio Meeting, sería fundamentalmente que mi análisis pudiera ser archivado en cualquier segmento “religioso” de la inteligencia del oyente. El lema, tal como está planteado, parece trascender cualquier definición convencional relativa a la fe, al cristianismo o en general a la “preocupación por Dios”, y creo que esto es totalmente correcto.
Mi análisis del “estado de emergencia” al que la “persona” está expuesta podría juzgarse sin duda como compuesta por elementos “religiosas”, pero me gustaría subrayar que, por principio, considerarla sólo de este modo significaría caer precisamente en el tipo de reducción que será objeto de gran parte de mi discurso.
La crisis que yo veo sucede en el encuentro entre persona y sociedad, pero desde aquí se dirige directamente al centro del corazón humano. Tiene que ver con el modo en que estamos llamados a vivir en el mundo moderno, con lo que nos puede costar y con los efectos que nos puede provocar, sin que nosotros nos demos cuenta o se refleje demasiado.
El Papa Benedicto, hablando precisamente de esto hace dos años en el Bundestag, describió el problema como un “bunker” que los hombres han construido para vivir, un bunker sin ventanas hacia el misterio de la existencia, en el que las formas de la lógica utilizada a cada momento tienen un efecto reductivo sobre la capacidad humana para comprender las implicaciones totales y el objetivo de la vida humana.
Me impresionó mucho esta imagen y he pasado los últimos dos años tratando de encarnar esta visión del Papa Benedicto sobre la distopía moderna del corazón. Uno de los principales síntomas de este problema es que no llegamos a reconocer que hay un problema, o identificamos el argumento erróneo como si ese fuera el problema. Todas las cosas que nos afectan tienen que ver con el bunker del Papa Benedicto, bien entendido, incluida la actual situación económica, que es precisamente lo que hace crujir a un sistema fundado sobre un bunker construido por el hombre bajo la presión del deseo infinito de los seres humanos. El gráfico de nuestra deuda nacional puede verse como una representación de este deseo, que sube hasta el cielo, buscando algo que no se puede encontrar en el plano horizontal de la existencia humana.
Es un problema más concreto que filosófico. De hecho, su concreción es el único aspecto que me preocupa, porque creo que la filosofía, como la ciencia, es sencillamente otra lógica del bunker, totalmente adaptada, hasta el punto de que nos ayuda a ampliar nuestra conciencia del pensamiento mundano, pero que últimamente nos deja varados en un punto remoto del espacio-pensamiento y del tiempo-palabra.
¿Cuál es la verdad? Que el hombre no se hace a sí mismo. Que lo que está sucediendo no es posible que no suceda. Después de que el más inteligente entre nosotros luche por producir aserciones definitivas e incontrovertibles que nacen del fundamento de la posibilidad y siguen siendo lo suficientemente sólidas como para permitir a los hombres mantenerse en pie y caminar hacia adelante. El bunker pide pruebas de todo y, sin embargo, parece no entender que gran parte de lo que “sabemos” nos llega de formas que no respetan estas características de demostrabilidad.
Cada uno de nosotros vive una existencia que sigue siendo preponderantemente misteriosa y además un gran conocimiento de todo añade en realidad muy poco a nuestro sentido personal del significado último de cada cosa. Sin embargo, cada vez más, los modos en que los hombres han tratado durante siglos de expresar y contener este sentido de misterio se han dejado de lado en nuestras culturas, dejándonos sólo una porción de nuestras razones y una concomitante reducción de nuestra operatividad. El hombre moderno se siente cada vez más inteligente, pero sigue paralizado ante las preguntas con las que se confrontaban, piadosamente, nuestros antepasados. Su cabeza cree ser parte del gran proyecto del acercamiento a la omnisciencia humana, pero su corazón se siente excluido. En el mejor de los casos, siente sus dudas como si fueran sólo suyos y cree que es mejor guardarlos para sí.
¿Cómo ha sucedido todo esto? ¿De qué modo nos afecta? ¿Es una condición definitiva, impuesta por el paso del tiempo y del progreso, como el bunker nos quiere hacer creer? ¿Es posible que el hombre, después de haber estado en la luna, pueda caer de rodillas asombrado y agradecido? Estas son algunas de las cuestiones que me gustaría afrontar en el Meeting de este año. Espero poder dar un poco de sentido a todo esto, “sentido misterioso” pero también “sentido del bunker”, porque es ahí donde por el momento todos debemos seguir viviendo.
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