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«La belleza hace emerger lo mejor del hombre»

Carlo Bonaldo y Filippo Zamparo
13/06/2013
El encuentro “130 años construyendo: <br>la Sagrada Familia”.
El encuentro “130 años construyendo:
la Sagrada Familia”.

«Este encuentro nace del estupor que provocó, en mí y en mis amigos, la visita a la Sagrada Familia antes aún de matricularnos en la universidad». Es 8 de junio, en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Padua. Andrea Gottardo, del “Gruppo studentesco Francesco Severi”, presentaba así el encuentro titulado “130 años construyendo: la Sagrada Familia”, ante más de doscientas personas de todas las edades. Para Andrea, el estupor inicial dio paso a un trabajo. «A medida que avanzaba en mis estudios, las razones de esta fascinación se hacían cada vez más profundas».

Claro. Porque es fácil convertir a Gaudí en un icono, un santo, «un genio o un loco», como le dijeron algunos miembros del tribunal en su examen de graduación. En realidad, estamos ante «un genio que no se puede instrumentalizar», señalaba Maria Antonietta Crippa, del Politécnico de Milán, una de las mayores expertas del mundo en Gaudí: un arquitecto, un hombre sin duda de enorme talento, pero que lo cultivó con estudios férreos y con una comparación constante con las principales corrientes de su tiempo. Un hombre que se manchaba las manos cada día en la obra. «Dentro de la obra es donde se comprende su genialidad», afirma esta profesora. «Estamos ante una estrategia precisa del proyecto, con un eclecticismo técnico típico de su época. Experimentación geométrica, profundo conocimiento de las técnicas constructivas e imitación de la naturaleza son tres temas que giran en torno a su estrategia de diseño». El simbolismo se injerta aquí. «El símbolo no es una bonita figura o una estampa, sino una estructura profunda del modo de relacionarse con la realidad, porque vincula lo visible con lo invisible».

«¿Pero qué significa construir hoy la iglesia de Gaudí?», pregunta Andrea. «Son preguntas personales», contesta Jordi Faulí, arquitecto y actual director de los trabajos de la basílica, que decide responder con imágenes inéditas, flashes arquitectónicos y explicaciones “tiza en mano”, sobre esta obra infinita. Al frente de un equipo técnico de cuarenta personas (que inicialmente eran sólo cuatro), Faulí siempre recuerda de su primer día de trabajo la cara de un director de obra que recibía instrucciones de su predecesor: «Una mirada alegre, llena de fe», dice, «se me hizo evidente que no se trataba sólo de cálculos y estructuras».
Faulí se dedica a la nave, las columnas ramificadas con secciones que evolucionan desde polígonos sencillos a formas cada vez más complejas hasta llegar al círculo. «Gaudí crea formas nuevas, inéditas en la historia de la arquitectura, para responder a las exigencias de sus construcciones». Frecuentemente tomando como modelo la naturaleza.

«¿Por qué aceptó?», la pregunta más personal: «Para responder a la llamada de mi predecesor, dando continuidad con rigor y respeto al proyecto de Gaudí. Asumir la responsabilidad de las decisiones finales no es fácil, requiere tiempo, fuerza y oración, pero al final se consigue, gracias a la colaboración de todos y al sostén del Espíritu Santo». Para terminar su intervención, leída en un italiano sencillo y dócil, el arquitecto recordó que para construir la obra no sólo es necesaria una calidad técnica, sino también una correspondencia con la propuesta de Cristo para la vida.

En este punto, faltaban aún dos ponentes, pero ya se había podido gustar la belleza de la obra de Gaudí. Fue entonces cuando José Almuzara, presidente de la asociación pro beatificación del arquitecto español, nos presentó su personalidad: «Sería imposible comprender a Gaudí privado de la fe». Hay una estrecha relación entre el arquitecto y el hombre de fe, una fe coherente vivida sin intolerancias ni moralismos. Las muchas anécdotas que contó testimoniaban la profunda fe y humanidad del arquitecto español, no sólo su genio artístico.

El encuentro llegó a su fin con el testimonio de Diego Giordani, empresario italiano residente en Barcelona desde hace treinta años y que en su tiempo libre hace de guía para los turistas que visitan la basílica. Igual que Andrea, él también quedó fascinado por la obra de Gaudí. «Su universalidad», afirmó, «está en el hecho de que llega a tocar el corazón de todo hombre». Giordani contó cómo algunos célebres visitantes – desde Dalí a García Lorca, pasando por un empresario coreano que luego se convirtió – ante la evidente belleza de la Sagrada Familia han vivido un despertar de su propia humanidad. «La primera conmoción para mí es ver cómo la belleza hace emerger lo mejor del hombre. Una gratitud que se convierte en misión».
La misma gratitud que Nicola, estudiante universitario que asistió al encuentro, expresó a los ponentes: el camino de su conversión dio comienzo precisamente después de ver, casi por casualidad, la imponencia de la Sagrada Familia que destacaba en el cielo azul de Barcelona. A través de Gaudí, encontró a Cristo.

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