Un pabellón de la Santa Sede en la Bienal de Venecia. Se hablaba de ello desde al menos 2008 y ahora es una realidad. Lo presentó el cardenal Gianfranco Ravasi en Roma junto al presidente de la Bienal, Paolo Baratta. En la sala de armas norte del Arsenal, junto al pabellón de Argentina, se expondrán las obras de Tano Festa, Studio Azzurro, Josef Koudelka y Lawrence Carroll bajo el título En el principio, en referencia a los primeros once capítulos del libro del Génesis. El tema se desarrollará en tres etapas: Creación, De-creación, Re-creación. Según el cardenal, “ministro de cultura” vaticano, se trata de un intento de reconciliar el mundo de la fe con el del arte, protagonistas de un «divorcio sin mutuo acuerdo» que habría que intentar sanar. «No esperéis un árbol grandioso, sino un brote», afirmó Ravasi: «Esto quiere ser sólo un punto de partida. Queremos crear una atmósfera de encuentro entre arte y fe que, además de que favorece el buen uso litúrgico, no estaba previsto inicialmente al elegir las obras que presentamos en el pabellón vaticano. Digamos que se trata de un rodaje, de un inicio de camino».
El primer movimiento del pabellón, la Creación, es obra del grupo milanés Studio Azzurro, una asociación creada en 1982 por Fabio Cirifino, Paolo Rosa y Leonardo Sangiorgi. El primero es fotógrafo, el segundo se dedica a las artes visuales y al cine, y el tercero es diseñador gráfico. Llevarán al Arsenal una de sus creaciones en las que se muestra, en el centro de una habitación oscura, una piedra que, al tocarla, creará imágenes y sonidos para evocar el momento en que aparecieron sobre la tierra los elementos, las plantas y los animales.
Josef Koudelka es un fotógrafo checo que en 1968, a los treinta años de edad, documentó la entrada de carros armados rusos en Praga. Koudelka aporta ahora 18 fotografías, algunas de ellas de 2,6 metros por uno, y aborda el tema de la De-creación, que según palabras de Ravasi «pretende llamar la atención sobre la decisión del hombre de oponerse al proyecto de Dios, mediante formas de destrucción ética y material como el pecado original y el primer homicidio (de Caín a Abel), que nos permite reflexionar sobre la “deshumanización del hombre”».
Lawrence Carroll es un artista australiano residente en Estados Unidos. Fue una de las pasiones del famoso coleccionista de arte Giuseppe Panza que valoraba así su obra: «Los colores, blancos, grises, amarillos, más o menos oscuros pero predominantemente claros, son manchas, superficies pintadas sobre tela unida a un soporte de madera, en una casa que encuentra por la calle y adapta para convertirla en un cuadro de tres dimensiones. Son los colores y las formas de la pobreza». A él le ha sido confiada la tercera parte, la Re-creación. Es la idea de una creación renovada (en referencia a la alianza con Noé y Abraham), que Carroll interpreta volviendo a dar vida a materiales de desecho, transfigurándolos.
Como prólogo a este “discurso” sobre la Creación, encontraremos un tríptico de obras de Tano Festa, pintor romano que, junto a sus amigos Franco Angeli y Mario Schifano, representó la etapa más feliz de la pintura italiana de los años sesenta. Se trata de obras realizadas para la Bienal de 1964, en el cuarto centenario de la muerte de Miguel Ángel, y rinden homenaje a la Capilla Sixtina.
Resulta significativo que el cardenal haya hablado de «un brote». Es evidente que lo que ha presentado no es el pabellón que Ravasi tenía inicialmente en la cabeza, pero sí es la demostración de que llevar a cabo una obra de este tipo es todo menos un paseo. Se podrá discutir hasta el infinito sobre las decisiones particulares (y habrá al menos que esperar a que se inaugure el pabellón), pero no sobre el deseo de sanar – de algún modo – una fractura que aún duele.
Que tres papas, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, se hayan dirigido a los artistas con gestos y documentos que han quedado para la historia es signo del alcance de este desafío. Hoy la presencia de la Santa Sede en la manifestación más importante del arte contemporáneo mundial nos devuelve, más que respuestas, las preguntas de siempre. Y lo hace al más alto nivel, desde el punto de vista de la visibilidad y de la importancia de sus interlocutores. ¿Quiénes son estos artistas capaces de expresar de un modo creíble los temas que más preocupan a la Iglesia? ¿Pueden los lenguajes del arte encontrar nuevos modos de decir el mensaje cristiano? ¿Pueden las obras de arte contemporáneo entrar en las nuevas iglesias? ¿Cuáles son los criterios para valorar una obra de arte contemporáneo? El debate está abierto. Otra vez.
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