El título de este acto y el lema de EncuentroMadrid 2013 se reclaman mutuamente al tener un denominador común: la estructura del corazón humano, esa espera constitutiva, ese deseo infinito de algo que el hombre no puede definir, que no es fruto de sus manos ni de su pensamiento.
La Divina Comedia relata la experiencia de Dante: el irrumpir de una novedad inaudita, que por una parte dio satisfacción a su deseo y por otra lo intensificó.
No hay ni un verso en Dante que no demuestre, y a la vez explique, lo que es la vida cristiana, y por lo tanto la vida humana que compartimos con cualquier hombre: la espera de algo verdaderamente nuevo, distinto de todo lo que está al alcance de nuestras medidas y pensamientos. En este sentido, la espera de un acontecimiento imprevisto.
El acto se dirige a estudiantes, profesores, lectores, a todos los que sientan curiosidad por conocer la experiencia humana del sumo poeta que canta “la gloria di Colui que la innamora”, la gloria de Aquel que enamora a nuestra humanidad.
FRANCO NEMBRINI, cuarto de diez hijos, profesor de Lengua y Literatura italiana, padre de familia, actualmente es director del colegio concertado La Traccia, de Bergamo.
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El hijo de Franco Nembrini, Andrea, cuenta lo que ha nacido a partir de la lectura que su padre hace de Dante.
Todo comenzó en 2001, en el pequeño salón de casa. Nuestro padre volvía de un viaje procedente de algún rincón de Italia, a donde había ido para hablar sobre Dante. Recuerdo que uno de nosotros, después de haberle observado un rato, le dijo: «Viajas por todo el mundo explicando a Dante y a nosotros, que somos tus hijos, no nos lo has explicado». Y enseguida, la respuesta: «Vale, esta tarde empezamos». Así empezó todo, con cuatro chicos en torno a una mesa que sacrificaban la tarde del domingo para escuchar la lectura y el comentario al primer canto del Infierno.
Nadie, sin embargo, podía imaginar a dónde nos llevaría todo esto. Al domingo siguiente ya éramos diez: nosotros, sus hijos, y algunos amigos. Leímos el segundo canto. La vez siguiente éramos veinte, y así durante meses y meses, cada domingo por la tarde. Cada vez acudían más amigos, avisados por el boca a boca, lo cual nos obligó a cambiar de sitio: primero en los bajos de casa, luego en la casa de un amigo que era más grande, después en un colegio cercano, con el fin de dar cabida a unas cien personas, estudiantes de bachillerato y de universidad, para lo que era ya una cita fija. Invitamos a amigos, profesores y periodistas.
A partir del éxito de las “tardes de domingo”, la idea de “Dante para las amas de casa”: porque las madres, que se habían enterado del tema, pidieron con insistencia que también ellas pudieran escuchar a Dante leído de aquel modo. De allí nació un ciclo de conferencias a cargo del profesor Nembrini en Bérgamo. No se trata de conferencias académicas, sino de encuentros capaces de restituir al poeta florentino al pueblo, su legítimo destinatario.
A estas veladas invitábamos también a nuestros compañeros de universidad. De la amistad con ellos y del común amor por la Divina Comedia nació la idea de “Centocanti” (Los cien cantos), una asociación cuya finalidad es proponer la Comedia de forma vital, nueva y atractiva. La asociación ha realizado varios proyectos, entre ellos:
1) la constitución de una Divina Comedia viviente, compuesta por cien jóvenes que aprenden de memoria cada uno un canto;
2) la propuesta de lecturae Dantis en colegios, centros culturales, ayuntamientos, happenings;
3) la preparación de eventos sobre Dante de gran envergadura, en colaboración con el museo dedicado a Dante en Rávena.
La gran adhesión de público a estos proyectos tuvo su momento culminante en una jornada celebrada en 2006 bajo el título “Cien cantos por Milán”, en la que cien chicos universitarios recitaron cada uno un canto de la Comedia en lugares públicos de la ciudad, rodeados de amigos y transeúntes.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón