Joseph Weiler clausuró el ciclo de encuentros organizado por el Centro Cultural de Milán dedicado al discurso del Papa en el Parlamento alemán. Un ciclo en el que, además del prestigioso jurista hebreo, participaron el geógrafo español Emilio Chuvieco y el también jurista John Finnis.
Del Papa, este jurista estadounidense de origen hebreo, admira su capacidad para descender a la arena pública armado tan sólo con los argumentos de la razón. «Es como si aceptara ponerse las esposas de la razón – sostiene Joseph Weiler, que clausuró en la Universidad Católica de Milán un ciclo de encuentros dedicado al discurso de Benedicto XVI en el Parlamento alemán, ciclo organizado por el Centro Cultural de Milán –, como si dijese, cuando baja a la plaza del debate público, “nuestros argumentos no dependen de la Revelación, sino de la razón”».
En su discurso al Bundestag, Benedicto XVI hace notar «que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta». Entonces, ¿cómo pueden nuestras democracias, basadas en el principio de la mayoría, tomar decisiones en el ámbito ético?
La mayoría puede ser mala, la mayoría puede estar envenenada, la mayoría puede ser antisemita… No supone ninguna garantía. Por eso nuestras democracias nunca se basan sólo en el principio de la mayoría. La defensa de los derechos fundamentales del individuo puede llegar a bloquear la voluntad de la mayoría: recordemos que Hitler no subió al poder con un golpe de Estado, sino ganando unas elecciones. A la hora de someter bajo control una mayoría relativa a la cuestión de los derechos fundamentales, se hace patente que Europa no puede ignorar la voz de los cristianos. Incluso Habermas en sus últimos años reconoce que la definición de dignidad y derechos fundamentales del hombre hunde sus raíces en la tradición cristiana. Por tanto, me parece absurdo excluirla de los mecanismos de control democrático que supervisan el sistema mayoritario. La idea de la igualdad entre los hombres nace, por un lado, de la reflexión griega, y por otro, de la Biblia, en cuanto afirma que todos los hombres han sido creados a imagen y semejanza de Dios.
¿Y cómo se inserta esta evidencia histórica en el funcionamiento concreto de los mecanismos de decisión democrática?
Las cortes constituyentes ejercen un control sobre los actos legislativos. El principio de la dignidad humana está recogido en las Cartas constitucionales, y su tutela puede llegar a derogar leyes aprobadas en los Parlamentos. Me ha impresionado ver que un presidente de la República, como Giorgio Napolitano, hombre de izquierda, haya elegido para el Tribunal Constitucional italiano a una personalidad católica como Marta Cartabia: ha entendido que para decidir estas cosas es imprescindible también una voz, serena y razonada, arraigada en la tradición cristiana. No todo se agota en el Parlamento, hay contrapesos, también en el debate público.
Sin embargo, a menudo el punto de vista cristiano sale a la luz con dificultad, sobre todo en la prensa.
Esto se debe a que sufrimos una hegemonía mediática de izquierdas, que a veces desemboca en una abierta cristianofobia. Pongo un ejemplo: nace un nuevo gobierno. Algunas feministas lo contestan porque hay pocas mujeres: normal. Algún verde lo contesta porque hay pocos ecologistas: normal. Lo contesta algún católico porque hay pocos cristianos: ¡ponen el grito en el cielo! Hablan de injerencia, traen a colación, de forma equivocada, la célebre distinción entre el César y Dios. Recordemos que en Inglaterra, la cuna de la democracia, en la Cámara de los Lores se sientan ex ufficio obispos de la Iglesia anglicana, porque han entendido la importancia que tiene la voz cristiana en el debate de las cuestiones fundamentales.
¿Cómo conciliar esto con el llamamiento a actuar según la “pura” razón, sin concesiones a la fe?
El error está en restringir la racionalidad al solo método científico, que indaga sobre la materia: es una parte, sí, pero no lo es todo. ¿Acaso se puede decir que Aristóteles, cuando escribía sobre ética, no usaba la razón? Reducir la razón al método científico lleva a la conclusión, equivocada, de que los problemas morales y éticos son preferencias personales que no tienen cabida en un discurso racional. El mérito del Papa es mostrar la evidencia de esta distorsión, reconducir el debate ético a la esfera de la confrontación racional. La línea de pensamiento desarrollada desde el discurso de Ratisbona al del Bundestag es una respuesta clara a la posición que se remonta a Rawls y Habermas, según los cuales las posiciones inspiradas por la fe no tienen cabida en el debate público, porque no formarían parte de un lenguaje común a todos. Benedicto XVI muestra que lo verdadero es todo lo contrario: en el campo ético el cristianismo apela a la razón, no a la Revelación. Sin embargo, a menudo la tesis Rawls-Habermas que reduce la fe a un hecho meramente privado, también encuentra crédito entre no pocos creyentes.
¿Europa sufre, como dice el Papa, «una condición de falta de cultura ante otras culturas del mundo»?
Sí: una falta de cultura, y una falta de confianza y de respeto hacia sí misma y hacia su propia historia. El gran bien, pero también el gran mal, que Europa ha producido en el curso de la historia sería incomprensible si ignorásemos sus raíces, que se hunden en Atenas, Roma y también Jerusalén. Pero tengo confianza, veo que en Europa empieza a crecer una nueva sensibilidad que comprende la gravedad que tiene negar las raíces judeo-cristianas en el ámbito de la política. Por ejemplo cuando, ante el Tribunal Europeo de los Derechos del hombre, defendí el derecho a exponer el crucifijo en los lugares públicos…
…Y lo hizo con la kipá judía en la cabeza.
…subrayé que lo que se decide hoy tendrá un coste en el futuro. Sin embargo, miremos todo lo que el cristianismo puede aportar a esta Europa que se encuentra maniatada por la crisis económica: su mensaje no es contrario al mercado, sino al mercado salvaje. Sugiere – según la razón – un sano equilibrio. ¿Tan seguras están esas élites enrocadas en sus torres de marfil, sin contacto alguno con el verdadero sentir de sus pueblos, de que lo más sabio es ocultar el mensaje cristiano?
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