En estas pocas líneas puedo contar lo que ha sucedido en el congreso celebrado en Moscú del 17 al 19 de abril. Pero no podría explicarlo ni aun escribiendo decenas de páginas. Y, sin embargo, todo podría resumirse en una sola frase: la misma que pronunció Juan cuando, desde la barca, reconoció al Resucitado en la orilla y que nosotros hemos podido repetir con la misma certeza en estos días.
El martes 17 de abril se inaugura el congreso “El destino de la belleza: la belleza en la perspectiva de las ciencias humanísticas”. Se trata del primer congreso internacional organizado por la Universidad Ortodoxa San Tijon, de Moscú, y la Universidad Católica del Sacro Cuore, de Milán. Veinticinco ponentes, en su mayoría rusos e italianos, pero también llegados de otras partes del mapa, como Ucrania y España; nombres como Tatjana Kasatkina, Stefano Alberto, Alexandr Filonenko, Ignacio Carbajosa, entre otros, que han dado voz, durante tres días consecutivos, a la literatura, filosofía, arte, teología y otras ciencias humanísticas desvelándonos los caminos de la belleza. Pero de Milán no sólo han venido profesores. Dos días antes una veintena de alumnos del coro de la Universidad Católica aterrizaba en Moscú (corriendo ellos mismos con los gastos del viaje) para cantar la noche del martes junto al coro de la Universidad San Tijon.
Es evidente la importancia de este congreso en el ámbito académico, pero tampoco es algo muy destacable en un ambiente universitario como el ruso en el que congresos de este tipo se organizan prácticamente cada día para “garantizar” de algún modo el prestigio académico de las universidades. Debe ser claro, sin embargo, el hecho no ya tan normal de que estas conferencias hayan sido organizadas por dos entidades religiosas de gran influencia (la Universidad San Tijon y la Universidad del Sacro Cuore) en un mundo donde la convivencia de las tradiciones católica y ortodoxa no es habitualmente sencilla. Este congreso es, por tanto, un hecho de gran importancia en el ámbito eclesial. Pero en realidad, ningún proyecto, ninguna estrategia ni académica ni eclesiástica, pueden dar razón completa de lo que «nuestros ojos han visto y nuestras manos han tocado» durante estos días.
En el origen, la amistad
El congreso nace dentro del marco de colaboración firmado hace ya cuatro años entre las dos universidades, pero ¿qué hay detrás de este proyecto?, ¿de dónde nace este interés mutuo y el deseo de trabajar juntos? Podríamos decir, con don Giussani, que todo ha nacido de «la sencillez de un reconocimiento; (de) una actitud análoga a la de quien, al ver llegar a un amigo, le identifica entre los demás y le saluda», es decir, todo empezó con un encuentro. O más bien, con una serie de encuentros.
Nombres y rostros concretos como los de Jean François y Giovanna, que hace unos cinco años conocieron al padre Georgi, vicerrector de la San Tijon; como Elena, que poco después empezó a trabajar en la universidad, donde conoció a María y, a través de Tanja, también al padre Georgi; como Tatjana y Alexandr, que a través de Elena conocieron a su vez al padre Georgi, amistad a la que después se incorporó don Stefano Alberto y cada vez más personas… ¿y qué es lo que todos ellos tienen en común? La respuesta la hemos escuchado de distintos modos durante los días del congreso: ante todo, la pasión por Cristo, que vence cualquier prejuicio y derriba cualquier diferencia. Ortodoxos, sí; católicos, sí; pero ante todo personas para las que «lo más querido del cristianismo es Cristo. Él mismo y todo lo que proviene de Él».
La Belleza se ha hecho carne
Sin duda, la protagonista de este congreso ha sido la belleza. Pero la Belleza, con mayúsculas, aquella por la que suspiraba Leopardi y que, como nos recuerda don Giussani, “se ha hecho carne”. La Belleza de una amistad manifestada abiertamente y sin formalismos, especialmente por parte del padre Georgi y don Stefano Alberto, en el saludo inaugural, en los brindis durante las comidas y cenas, en la conclusión del congreso. Una amistad que contagia y que se proyecta al infinito. La Belleza de un trabajo bien hecho, evidenciada en intervenciones de un alto nivel y en la seriedad y cuidado con el que las azafatas – estudiantes de las dos universidades – preparaban y atendían todo; o en la difícil tarea de las tres traductoras que, incansables, hacían posible la simultaneidad de ruso e italiano para vencer así otra de las barreras, la de la lengua.
La Belleza de la música, en el concierto del miércoles, donde nada menos que una de las soprano del Bol’shoj Teatr nos deleitó cantando, acompañada por un no menos virtuoso guitarrista, una serie de romanzas rusas; pero especialmente en el concierto familiar (regalo pensado por el padre Georgi para los invitados y participantes en la conferencia) de los coros de estudiantes de la San Tijon y de la Católica. Un recorrido por la música religiosa de la tradición ortodoxa y católica, explicada – diría más bien, donada – por los propios estudiantes que, a medida que cantaban y se escuchaban cantar los unos a los otros, iban cambiando el semblante y se dejaban invadir por la luz y la grandeza de lo que estaban cantando y que se iba abriendo paso, carnalmente, entre los presentes, a través de sus voces, hasta estallar en la conciencia del significado único, en una única voz formada por los dos coros, que entonaba finalmente el Xristos voscrece (Cristo ha resucitado). Las palabras del padre Georgi al final del concierto explicaban lo sucedido ante los ojos y los oídos de todos los presentes: «Hemos estado todo el día hablando de la belleza y ahora, finalmente, la Belleza ha querido manifestarse».
«Tú presencia me llena de silencio»
Queda constancia oficial del importante trabajo realizado en estos días: el saludo inaugural del metropolita ortodoxo de Moscú, Ilarión, junto al del arzobispo católico, Paolo Pezzi (por primera vez invitado a la universidad San Tijon), cuya intervención ha sido publicada en la página web de la universidad. Las actas y las intervenciones de todos los ponentes que serán seguramente publicados en breve. Las fotografías y las grabaciones que documentan este congreso, podemos decir, histórico. Pero sobre todo queda en los participantes (presentes o aquellos que han escuchado después lo sucedido) constancia existencial del milagro acaecido.
Uno de los participantes, que no pertenecía a ninguna de las universidades, llegado desde la región de los Urales, comentaba el último día que, mirando a las personas que escuchaban las conferencias, se había dado cuenta de que nunca había visto un público así, nunca había visto tantos rostros hermosos juntos, quizá se debe, añadía, a que «cuando vosotros pensáis en la belleza, la Belleza se acuerda de vosotros». Es, si queréis, el eco de aquellas otras palabras evangélicas: «Cuando dos o más se reúnan en mi nombre, allí estaré Yo». Y es, sin duda, esta clara percepción del Misterio presente entre nosotros lo que ha llenado nuestros corazón en estos días del congreso (y ya desde mucho antes, en su gestación y desarrollo), la Presencia que nos ha llenado de silencio en tantos momentos donde las palabras sobraban ante la grandeza de lo que sucedía. Una constatación que podría resumirse con las palabras que el primer día pronunció en su ponencia don Stefano Alberto, aludiendo al título del congreso: «El destino de la belleza es la belleza del Destino presente». Esa presencia que nos sorprende de nuevo cada día.
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