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La extraña inteligencia de Steve

Alessandra Stoppa
15/11/2011 - El biógrafo oficial de Jobs se pregunta sobre la «inteligencia» del fundador de Apple. Que no se apoyaba en el análisis, sino en la «intuición» y la «experiencia». Una visión de la realidad en absoluto racionalista.

La primera noticia puede parecer todo menos una noticia: Steve Jobs era inteligente. Ninguna duda, «se podría dar por descontado: era un hombre verdaderamente, verdaderamente inteligente». Podríamos poner incluso cuatro o cinco veces «verdaderamente» en opinión de Walter Isaacson que decidió escribir un amplio artículo para el New York Times y que ha publicado un importante periódico italiano para decir que, de hecho, no da por descontada la inteligencia de Jobs. El que lo conoció de cerca hasta el final, en largos diálogos y en las cenas con su familia como amigo y elegido (para componer su biografía oficial), se pregunta qué es lo que hace diferente al fundador de Apple de tantos otros hombres de la modernidad y de nuestro tiempo, cuya inteligencia está fuera de discusión -la primera comparación es siempre a costa del pobre Bill Gates, que sí, es estupendo, pero inventó el Zune, no el iPod-...
La diferencia entre el genio y el hombre de ciencia enmarca gran parte de la respuesta, pero para Isaacson no basta. Y nos habla de lo que ha comprendido observando la forma de trabajar y de pensar de Jobs: «Llegó a dar más importancia a la sabiduría que nace de la experiencia que al análisis. No estudiaba datos. No masticaba los números». Cuando vagabundeaba por la India «empezó a apreciar el poder de la intuición en antítesis con lo que definía como "el pensamiento racional occidental"». Lo que «él describía» precisamente así: no la racionalidad en sí misma. Después Isaacson afirma de nuevo: «La intuición de Jobs tenía sus presupuestos en la sabiduría de la experiencia».
Y así antes de empezar a hablar de poesía y procesadores, de tecnología y arte o del poco tacto que tenía Jobs con las personas, en el artículo se habla, ante todo, de un uso de la inteligencia diferente. Precisamente porque Jobs era el primero que hablaba de esto cuando decía que en los pueblos de la India «la gente no usa la inteligencia como lo hacemos nosotros. Prefieren recurrir a la intuición». Esa forma de aferrar las cosas que es inmediato pero que a la vez excede el dato puro y duro. Y el artículo no deja de hacer referencia a la relación directa entre éste uso de la inteligencia y la experiencia religiosa de Jobs, amante del budismo zen.
La segunda noticia es que quien publica las susodichas reflexiones de Isaacson es el periódico italiano La República. Un periódico que normalmente, sobre todo en la elección de los temas culturales y científicos, se distingue por una visión racionalista. En el cual no es difícil encontrar títulos y firmas que defiendan -más o menos explícitamente- una cierta idea de razón: lo que no es demostrable, no existe o, si existe, es magia, superstición o pseudociencia. O bien, creencia falsa y perjudicial.
Sin embargo, si se llevan hasta el final (y no hace falta ir demasiado lejos) las afirmaciones de Isaacson sobre cuál es el uso más poderoso de la inteligencia, se blasfemia sobre el propio racionalismo. Se aleja uno mucho de una razón positivista que disecciona la realidad. Porque todos han celebrado a Jobs como «un visionario», pero sin poner demasiada atención en la relación que hay entre esto y su inteligencia: lo que él conseguía «ver» en la realidad no «procedía del rigor analítico», repite Isaacson. Sino de una capacidad de imaginación y de intuición alimentadas por la experiencia.
¿Quién osaría ahora a decir que lo de Jobs era magia o superstición? ¿O una inteligencia de segunda categoría? Es más, es la inteligencia más inteligente. No un análisis, sino una mirada que perfora la realidad y entra dentro.

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