Bajo la sombra del Monte Grappa late un corazón. Viernes 14 de octubre. Nada más llegar a Bassano para la inminente ceremonia de entrega del Premio Internacional de la Cultura Católica, me sale al encuentro “el alcalde”. Me pregunto cómo puede ser tan joven. Qué raro. Con una espléndida sonrisa y cierto orgullo por mi sorpresa, me explica que es el alcalde del “Comune dei giovani”, el Ayuntamiento de los jóvenes. Se trata de una de las dos fundaciones creadas por el sacerdote don Dídimo Mantiero. La otra es la “Escuela de Cultura Católica”, constituida en 1981. En la introducción a la biografía de don Dídimo a cargo de Ludmila Grygiel, el entonces cardenal Ratzinger escribía: «El joven sacerdote se quedó impactado por el trato amistoso con el que Abrahán habla con Dios “largo rato y con calor”», pidiéndole que salvara la ciudad entera si en ella encontrara tan sólo diez hombres justos. «Temor de Dios y amor por los hombres luchaban en Abrahán; y Dios se dejaba conmover por la súplica insistente del hombre». Al párroco de Bassano, que murió en 1991, le llamó la atención la historia de Abrahán y se la tomó en serio. Era el comienzo de los años 40. Buscó a diez chicos dispuestos a rezar por todos los jóvenes del pueblo y les llamó “La Dieci”, los diez. Estos se convirtieron así en el fundamento viviente del apostolado y de todas las obras que iban surgiendo. Algunos de los primeros “diez” ofrecieron incluso su vida como sacrificio vicario. Y el Señor aceptó su ofrecimiento.
Fruto de este flujo subterráneo de la oración es también este Premio que llega a su XXIX edición. Al largo listado de los premiados, entre los que figuran nombres como Augusto del Noce, Cornelio Fabro, Joseph Ratzinger, Luigi Giussani, Riccardo Muti, Krzyztof Zanussi, Angelo Scola, Mary Ann Glendon, se añade hoy el Maestro Etsuro Sotoo, desde hace treinta años escultor del Templo de la Sagrada Familia.
Etsuro junto con su mujer Isako está aquí en Bassano desde ayer y ha tenido la oportunidad de ver esta realidad de jóvenes y de maestros juntos. «¡Qué grupo extaordinario!», suelta al verme. Observa que aquí se da la transmisión de la vida y de la fe de una generación a otra. Un hecho decisivo. Está visiblemente emocionado y no se explica el honor que le tributan. Lo explicará al final de la ceremonia con su acostumbrada agudeza.
Llega el momento. En esta ocasión, la hermosa Sala Chilesotti del Museo Cívico local está abarrotada de gente. Muchos jóvenes. El profesor Gianfranco Morra, presidente del Jurado del Premio hasta la pasada edición, pasa el testigo a su sucesor, el profesor Sergio Belardinelli, tras haber recibido un conmovido agradecimiento por los largos años de amistad y por su incansable compromiso con esta iniciativa.
La palabra pasa a Luca Doninelli para una breve entrevista al premiado. «Gaudí le ha llevado hasta la fe. ¿Por qué dice usted que “la piedra le ha llevado al maestro?». Sotoo recuerda como, siendo él escultor, se vino desde Japón a Europa para buscar la piedra, arribando luego a Barcelona. Cuenta como la piedra le movió a buscar a Gaudí y como la obra de Gaudí le llevó a “mirar donde él miraba”, al acontecimiento vivo de Jesús. Y añade: «¿Qué es lo que hace de una mujer una madre? El niño. El niño no habla, no explica. Sin embargo es él el que “extrae” de la mujer su ser madre. Así sucede con la piedra. La piedra tiene un poder similar al de los niños. No habla, es dura, no se explica. Es tan dura que “me” mueve. Si tú buscas la verdad cualquier realidad te obliga a moverte. Te llena hasta reconocer a Dios».
Y sobre el secreto de la Sagrada Familia que atrae multitud de visitantes desde el mundo entero, añade: «Para crear sus obras Gaudí se adaptaba al comitente. Trataba de hacerle feliz. Así lo hizo con la familia Battló, la familia Güell. Cada una de sus obras son distintas. Pero el comitente de la Sagrada Familia es Dios, y Gaudí quiso tratar de hacerle feliz entregándose en cuerpo y alma a esta obra. Todo lo recibimos de Dios, el tiempo y el espacio, las cualidades y las ocasiones, y a Él debemos devolverle el máximo de belleza del que somos capaces».
A lo que menos prestamos atención es a la belleza escondida de las cosas, había dicho el profesor Belardinelli en su introducción, ya que vivimos sumergidos en una especie de calima difusa que nos impide ver. Etsuro, que se considera un pequeña piedra en la gran obra de Otro, nos indica cómo romper esta atadura y mirar a la realidad plegándonos a ella. De la piedra, de la realidad, nace el asombro que nos alimenta y abre nuestra inteligencia. Por ello el Maestro Sotoo agradece conmovido con estas palabras: «Este premio en realidad no me lo otorgáis a mí. Lo otorgáis a estos amigos que hoy me acompañan, que me han llevado hasta el Bautismo y que son mis compañeros en esa conversión continua que nace del mirar a una Presencia». Pronuncia un nombre tras otro, empezando por el de su mujer. Luego es fiesta. Con los jóvenes que se estrechan a su alrededor para aprender de él su mirada hacia la realidad. Su fe.
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