Las redes de Gianluca. Los retratos de Cesare. Los paisajes de Franco. Son algunas de las cuatrocientas obras presentes en Exhibition #4, la exposición que hasta el 25 de octubre se encuentra abierta al público en Londres, en un espacio de cinco mil metros cuadrados en Oxford Street, en el corazón de la ciudad.
Se trata de una exposición original. Todas las obras son de artistas outsider -aunque James Brett, el comisario de la exposición, prefiere llamarles self-taught, autodidactas-, todos ellos con alguna discapacidad física o psíquica, procedentes de talleres repartidos por todo el mundo, desde Australia a Japón, Estados Unidos o Italia, como los de Manolibera, el centro fundado por la Cooperativa Social Nazareno. Aquí es donde Gianluca Pirrotta, Cesare Paltrinieri y Franco Veneri descubrieron su talento. «Mis diseños son mis amigos, son las cosas que me gustan; están ahí son míos» (Gianluca); «pinto porque me gustan los rostros de las personas, las que encuentro por la calle o las que veo en televisión» (Cesare); «yo pinto lo que es bello, y lo bello me gusta» (Franco).
Nadie habría imaginado que un día estas obras llegarían tan lejos. Ni que sus nombres aparecieran en cabeceras como The Independent, The Telegraph, BBC... que han llegado a decir que «estos artistas se encuentran excluidos en el mundo del arte, pero eso no les ha impedido realizar algo que ni los más extravagantes habrían imaginado». O que «estas obras no nacen para ser vendidas, sino por el simple gusto de crear». Alguno ha hablado de «una idea absolutamente extraordinaria, en el verdadero sentido de la palabra: fuera de lo ordinario».
La única nota desafinada ha sido la del crítico deThe Guardian, que ha definido la exposición como «inapropiada» porque muestra «los trabajos preocupantes de individuos atormentados». Aunque es significativa la respuesta que Brett da a estas columnas: «Raramente estas personas están atormentadas. Desde luego, no lo están cuando hacen arte». ¿Un ejemplo? Marianne, una artista holandesa sorda y con una parálisis cerebral. En la fiesta de inauguración estuvo presente, en su silla de ruedas. Su única culpa fue «nacer demasiado pronto». Pero cualquiera que la viera mientras diseña o cuando, al final de la jornada, decora su diario con acuarelas, entendería que no está en absoluto «atormentada».
¿Dónde está el valor de estas obras? Lo explica el propio Brett en el Times: «El corazón de este arte es su capacidad para comunicar, para ponerse delante de las preguntas fundamentales: ¿quiénes somos?, ¿por qué existimos?, ¿a dónde vamos?». Nada más lejos de un pretexto para ocupar el tiempo o una terapia para «personas atormentadas». «He visto los talleres donde estas personas son tratadas exactamente igual que los demás», responde en una entrevista al Observer. «Como me decía un psicoterapeuta: quien más, quien menos, todos tenemos alguna discapacidad. La cuestión aquí es el arte, y ellos son verdaderos artistas».
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