El pasado jueves 19 de mayo se presentaron conjuntamente en la Universidad Complutense de Madrid los libros El sentido religioso de Luigi Giussani y Liberar la razón, que recoge distintas ponencias pronunciadas en torno al sentido religioso en tres seminarios organizados por la Asociación Universitas.
En la presentación, José Ignacio Latorre, catedrático de Física Teórica en la Universidad de Barcelona, Javier Prades, catedrático de Teología Sistemática en la Facultad de Teología San Dámaso de Madrid y Rogelio Rovira, profesor Titular de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, introdujeron las tres premisas de El Sentido Religioso (realismo, razonabilidad y moralidad en el conocimiento) a la luz de sus disciplinas, subrayando la importancia de las mismas para todo conocimiento y, en particular, para un acercamiento adecuado a las preguntas definitivas de la experiencia humana, las propias del sentido religioso.
Elena Navarro, profesora de físicas en la UCM, introdujo con las siguientes palabras el acto: “Es insólito ver reunidas, en torno al pensamiento y la experiencia de un autor, a figuras que van desde un exegeta bíblico, un filósofo, un biólogo, un jurista, o un economista, pasando por un escritor y premio Cervantes, hasta catedráticos de física, de estadística o telecomunicaciones. Se ocupan de disciplinas que en la universidad moderna no se encontrarían nunca juntas. Y, sin embargo, los profesores que han participado en los seminarios [recogidos en el libro presentado por Universitas], las han unido sobre la base de que la razón humana es una y busca la unidad del saber”.
El científico Latorre inició su intervención reconociendo con sorpresa cómo muchas de las reflexiones y preocupaciones que ha alimentado a lo largo de su carrera se ven reflejadas en El sentido religioso, reflexiones que, por otro lado, encuentran a sus ojos poco espacio en el gran laberinto de la universidad española, “sectorizada y segmentada: encerrados sin opción a la discusión entre facultades”. Repasando el contenido del libro, manifestó la importancia de algunas afirmaciones de Giussani relativas a la preeminencia del objeto para un método de conocimiento adecuado, al carácter existencial del estudio del sentido religioso, y a la consideración de las múltiples razones que se han de medir continuamente con sentimientos y prejuicios de toda clase.
Por otra parte, Latorre insistió en la importancia que tiene en la actualidad el debate sobre el reduccionismo y los límites de la ciencia: “La ciencia no tiene respuesta para las preguntas sobre el origen y el destino”, dijo al comienzo de su exposición. A renglón seguido, planteó de un modo crítico algunos grandes desafíos que la ciencia moderna y sus avances proponen al recorrido planteado por L. Giussani, fundamentalmente a la premisa del realismo y de la razonabilidad. La mecánica cuántica, por ejemplo, ha puesto encima de la mesa de un modo explícito “la alteración que el proceso de conocer efectúa sobre lo conocido, de forma incontrolable”. A pesar de esta incertidumbre propia de lo microscópico, el profesor Latorre manifestó que en cualquier caso, “conocemos tan bien determinadas leyes ?como las de la mecánica cuántica? que nos servimos de ellas y las utilizamos”. A su vez, la indecidibilidad (así como fue planteada por Gödel) y el determinismo suponen un gran desafío para el conocimiento y sus aspiraciones. “Con el determinismo nunca me he sentido cómodo”, dijo sincerándose el científico. Por último, Latorre subrayó la importancia de la exposición de Giussani sobre la moralidad en el conocimiento, tema absolutamente clave para comprender la posición de los hombres ante la ciencia y sus posibilidades, posibilidades que, como la historia ha mostrado, pueden revelarse enemigas del hombre. Finalizando su intervención, Latorre remarcó el carácter necesariamente humilde que todo conocimiento ha de tener: “acceso a pocas verdades y no totales”. Desde luego, la sinceridad de la exposición del profesor Latorre, en ocasiones crítica con el planteamiento de Giussani, permitió vislumbrar la importancia decisiva del recorrido que este último expone en El sentido religioso: el problema de la certeza y de la multiplicidad de los métodos de acceso a la realidad; los prejuicios, el sentimiento y otras formas de incidir en lo conocido; la moralidad como consideración total de los factores en juego, etc.
La pertinencia de estos problemas la puso de relieve el profesor Rovira al preguntarse en primera persona: “¿Qué ha supuesto para mí, para mi investigación y docencia, para mi fe en Cristo, la lectura de este libro?: una mezcla de familiaridad y novedad, una confirmación gozosa de los ideales que me movieron en mis inicios universitarios”. El recorrido personal del profesor Rovira, marcado por el interés profundo que ha guiado sus investigaciones hacia el realismo fenomenológico, le permitió hablar de coincidencia entre el planteamiento de Giussani y las intuiciones e investigaciones que nacieron en torno a un grupo de filósofos que siguió con ímpetu y pasión la dirección marcada por las Investigaciones lógicas de Edmund Husserl: “un deseo de atenerse a lo real y mirarlo con frescura, una refutación de todo subjetivismo, etc.”. “La admiración del hombre por la realidad es conmoción, seducción, es adhesión al objeto, es un dejarle hablar”. Esta sorpresa por el mundo ha conducido a la filosofía a “aprehender cuidadosamente la naturaleza de lo dado, a distinguirlo en sus propiedades esenciales”.
Al mismo tiempo que la filosofía ha custodiado esta sorpresa y asombro por lo dado, ha reflexionado sin cesar acerca de cuáles son los caminos y disposiciones adecuadas para comprender el mundo, para afrontar los grandes interrogantes humanos. En esta línea, el profesor Rovira quiso poner de manifiesto la importancia y significado de la invitación de Giussani a “comparar todo con la experiencia elemental”: “este criterio de juicio que exige pensar por uno mismo y abandonar prejuicios, ¿no supone una vuelta al subjetivismo? ¿No es él mismo arbitrario?”. Ante la hondura y dificultad de estas preguntas, él mismo respondió: “la medida no está puesta por nosotros; son estas exigencias las que nos miden; […] el ímpetu racional de acoger la realidad, el dominio de los instintos, la necesidad de sentido, son todas condiciones de posibilidad del conocer. Para ponerlas en duda, es necesario darlas por hecho y vivir ya dentro de ellas y, por lo tanto, aceptarlas”.
Finalmente, Rovira explicó cómo la lectura de El sentido religioso le ha conducido a comprender y articular de un modo inteligente la relación entre la verdad y el cristianismo, ya que “el sentido religioso nos permite hacernos capaces de reconocer la voz del misterio cuando nos habla”. “La verdad interesaba seriamente a muchos filósofos que, como Hildebrand, E. Stein o A. Reinach, se convirtieron al cristianismo”. Así lo expresó también Edith Stein: “buscar la verdad es buscar a Dios, tanto si le es claro a un hombre, como si no”. Para cerrar la pregunta con la que abrió su intervención, el profesor Rovira concluyó explicando qué tareas filosóficas se ha visto impelido a realizar tras la lectura del libro: “describir con fidelidad el sentido religioso; buscar su fundamentación metafísica última; explorar las implicaciones que tiene para la ontología del ser humano”.
La intervención de Javier Prades comenzó también con una pregunta: “la reflexión que estamos realizando en este momento sobre el sentido religioso, ¿está realmente a la altura de los tiempos que vivimos, a la altura de lo que sucede en la plaza del Sol, a escasos kilómetros de la ciudad universitaria, a la altura de las exigencias de cada hombre?”. Comentando y citando unos pasajes de la última novela de González Sainz, Ojos que no ven, Prades puso en juego algunas de las preguntas que laten en el corazón del protagonista de la citada novela: “¿Quieren decir algo las cosas o simplemente suceden? ¿Ellas nos dicen algo o somos nosotros los que queremos que nos hablen? Las preguntas de los hombres, el dolor y los interrogantes ante la realidad, son compatibles con el mundo de la filosofía y de la ciencia”. Estas preguntas, que tienen que ver con el significado de las cosas, con el deseo de afecto, con el valor de la vida, marcan la estatura de un hombre adulto: “Jesús de Nazaret gritó: ¿De qué te sirve ganar el mundo entero si te pierdes tú?” Son estas preguntas, curiosamente, las que Occidente y, de un modo muy particular, la civilización europea, está sepultando y marginando dejándose llevar por un letargo o cansancio. Prades citó a autores como Octavio Paz, Edgar Morin o George Steiner para describir este “debilitamiento de sí mismos para concebir la relación entre lo que hacemos y la propia vida”, debilitamiento que parece atravesar todos los pliegues de la vida europea. Las preguntas del sentido religioso, las preguntas por el significado de la vida, la certeza que el hombre puede alcanzar acerca del perdón, acerca del propio destino, “parecen no encontrar una mirada amiga a nuestro alrededor” y, sin embargo, definen la libertad y la apertura de la experiencia humana. “El hombre que tiene experiencia, es aquel que crece”.
Estas palabras, que sirvieron de colofón para este acto universitario, exponen perfectamente la pertinencia y urgencia de una reflexión seria, personal y comunitaria ?también en la universidad?, acerca de la experiencia humana y, con ella, del sentido religioso. Hay experiencia humana y conocimiento si hay crecimiento y apertura, si hay lealtad con el propio corazón y con las preguntas y exigencias que atraviesan la vida de cada hombre.
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