Prey Veng, 9 de enero, Bautismo del Señor
La fragilidad del cristal no constituye
su debilidad sino su pureza...
...para llamar a cada cosa por su nombre.
(de la película Into the wild)
Hay un grupo de estudiantes que todos los días llegan tarde a clase. Y no son precisamente los que viven más lejos. Siempre tienen preparada alguna excusa, y yo trato de animarles y hacerles creer que pueden llegar antes. En nuestra escuela no tenemos grandes ambiciones, pero desde el principio hemos querido tener al menos un reloj, para que los profesores fueran puntuales y los estudiantes aprendieran que las siete son las siete y un examen es un examen. Cosas sencillas, obvias, pero verdaderas, que se deben custodiar en el tiempo. Todo se resume en esto: hacer bien el bien, hacer lo que en este momento de nuestra vida y de la suya es adecuado... Un horario de verdad, un profesor de verdad, un examen de verdad, un cinco de verdad, un nueve de verdad, un título de verdad, una vida de verdad. ¡De verdad!, no de ficción.
Hace unas semanas vimos la película Into the wild, del norteamericano Sean Penn. Cuenta la verdadera historia de Christopher McCandless. A los 22 años, después de terminar sus estudios, lo deja todo y emprende un viaje que lo lleva hasta Alaska. Animado por el deseo de buscar la naturaleza de las cosas, su sentido, su auténtico sabor. Eso que ni en su familia ni en la sociedad de su tiempo había encontrado aún va a buscarlo en la naturaleza más salvaje, sin dinero, sin recursos, sin máscaras. Una necesidad de verdad que lo hace vulnerable. Frágil como el cristal, como dice su hermana, que narra esta historia de búsqueda. “La fragilidad del cristal no constituye su debilidad, sino su pureza”. El cristal es frágil no porque sea débil, sino porque es fino, transparente, puro.
Christopher tiene una necesidad extrema de verdad, hasta el fondo. Cuando, en un cierto momento de la búsqueda, piensa en volver atrás, después de entender que necesita “llamar a cada cosa por su nombre”, ya no es capaz de hacerlo. Y muere de hambre.
“Para llamar a cada cosa por su nombre” es una de las últimas afirmaciones del film. Christopher toma esta cita de El doctor Zivago de Pasternak. Hay que llamar a cada cosa por su nombre y respetar su naturaleza. Un horario es un horario, un examen es un examen, un matrimonio es un matrimonio, un hijo es un hijo. Es lo que me gustaría enseñar a mis alumnos: “Llamar a cada cosa por su nombre”. La voz de la narradora nos dice que el matrimonio en el que nace Christopher no es un matrimonio auténtico. La madre es la segunda mujer de su padre, pero realmente no están casados. Tras el nacimiento de Christopher, el padre empieza una relación con su primera mujer, de la que nace otro hijo, que nunca será reconocido. “Su falso matrimonio y la negación de aquel hijo fue para Chris el asesinato de la verdad de cada día”. Por eso necesita la verdad, porque “cultivaron toda su infancia como si fuera una ficción”. Christopher no revela nada de esto, pero camina, camina y muere. Había nacido, como yo, en 1968.
Asher Lev, por otra parte, sólo es el protagonista de una novela. Nació del genio literario de Chaim Potok, en el otro extremo del mundo. En la novela Mi nombre es Asher Lev, Asher es un judío observante que pinta con una creatividad que rompe todos los esquemas. Uno de sus temas preferidos es la Crucifixión. “Yo, un judío observante que trabaja sobre una crucifixión porque en su tradición religiosa no existe ningún modelo estético del que obtener un cuadro de angustia y tormento extremos”. Lucha para poder expresar por qué su padre y la tradición religiosa que encarna le prohíben dedicarse a la pintura y a un tema como ése. Pinta una primera Crucifixión, pero no queda satisfecho. “El cuadro no decía todo lo que yo querría decir; no reflejaba toda la angustia y el tormento que yo quería. Dentro de mí, una voz me decía que era un fraude. Había dado al mundo algo incompleto”.
Prueba con un segundo lienzo, pero mientras que en el primero la figura de la madre aparece al fondo de la cruz, ahora está sobre la cruz. “Por todo el dolor que has sufrido, madre. (...) Por el Señor del Universo, cuyo mundo de sufrimiento yo no alcanzo a entender”. A este segundo lienzo lo llama Crucifixión de Brooklyn. Ahora Asher está satisfecho.
Me gustaría entender y custodiar la honestidad intelectual de este joven pintor. Su genio creativo no se detiene, no miente, resiste para expresarse cueste lo que cueste, aunque tenga que saltarse las reglas. Teme dar “al mundo algo incompleto”. Me gustaría que la escuela, en Camboya y en cualquier otro lugar, respetara este temor sagrado y trabajara para despertar en cada alumno la profundidad de ánimo, la autonomía de pensamiento y el coraje para no engañarse a sí mismos.
Pienso en mis alumnos como en ese cristal del que habla la hermana de Christopher. Son frágiles. Y pienso que cada uno de ellos necesita la verdad. Como Christopher y como Asher. No están hechos para convertirse en instrumentos de la mentira ni para dar “al mundo algo incompleto”, sino para afirmar la verdad. Y para llamar a cada cosa por su nombre. La vida no es una ficción. Into the wild es una película que hay que ver y Mi nombre es Asher Lev es un libro que hay que leer. Evitad Alaska y el trágico epílogo de la vida de Christopher. Quedaos con la urgencia de ofrecer a los jóvenes la posibilidad de encontrar el sentido de la vida no en otra parte sino en el horizonte de la vida cotidiana, en las relaciones de cada día. Hay que leer mucho para leerse por dentro, es inmenso nuestro mundo interior.
Que los padres, madres, maestros, doctores, psicólogos, psicoanalistas, ¡todos! Puedan considerar “la relación con Dios como la hipótesis de trabajo más adecuada para el incremento y la realización de la unidad de la personalidad” (Luigi Giussani, En busca del rostro humano).
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón