Va al contenido

NOTICIAS

18 noches cara a cara con Giotto

Alessandra Stoppa
22/11/2010
Giotto, “San Joaquín y Santa Ana”, <br>Capilla de los Scrovegni (Padua).
Giotto, “San Joaquín y Santa Ana”,
Capilla de los Scrovegni (Padua).

A doce metros de altura, los rostros se ven al detalle, hasta las arrugas. Sobre las mejillas de las madres en la Masacre de los inocentes se ven caer las lágrimas. Y la armadura del soldado al pie de la cruz, bordada con hilos de oro. Detalles que no se ven desde el suelo. Desde abajo, lo primero que ves es el cielo. Al poner el pie en la Capilla de los Scrovegni, inmediatamente levantas la mirada, atraída por el azul de la bóveda de cañón con sus estrellas de ocho puntas. Pero todos los detalles se pierden en la distancia.
Los cuadros que narran la vida de Jesús, las alegorías de las Virtudes y los Vicios, el Juicio Universal, el Paraíso y el Infierno, son fascinantes. Es impresionante cómo Giotto los supo representar, iluminando cada uno de los rostros. “En todo el conjunto se entrecruzan miradas cargadas de sentimiento”. Pero esto es algo que puede afirmar mucho mejor alguien que lo ve de cerca, que lo puede observar desde la perspectiva de Giotto. Puede decirlo Alessandra Barberi, de 26 años, que llegó a la Capilla de los Scrovegni y pasó allí 18 noches seguidas. Cuando se cerraban las puertas empezaba a trabajar. “Durante horas y horas estuve yo sola en medio de toda esa belleza”. Cantaba para mantenerse despierta y no perderse ningún detalle.
Dieciocho noches, desde la ocho de la tarde hasta las siete de la mañana para fotografiar cada milímetro de la Capilla. Y no es una forma de hablar: 14.000 disparos para 14.000 obras de arte repartidas entre las paredes y el techo. Un mosaico microscópico. Setecientos metros de frescos reconstruidos uno a uno, lo que ha permitido recrear una visita virtual de la Capilla donde cada milímetro se puede ampliar hasta el tamaño real sin perder definición.
“Hemos hecho las fotografías con un objetivo panorámico situado en un andamio enorme”, explica Alessandra, que trabaja en Haltadefinizione, la empresa que realiza este proyecto sobre grandes obras maestras de la historia del arte. Un trabajo que no sólo consiste en valorar el patrimonio cultural italiano, facilitar el trabajo de restauración con la documentación fotográfica o ayudar a los críticos de arte, sino que “es también una forma de dar a todos, gratuitamente, la posibilidad de gustar la belleza desde un lugar privilegiado”. Como si estuviéramos subidos al andamio.
Es la posibilidad de ver la grandeza con que algunos hombres trabajaron en los detalles más pequeños. El campanario de 19 milímetros que está al fondo de la Última cena de Leonardo, el velo de María en la Natividad de los Scrovegni, las más de quinientas variedades de flores en el prado de la Primavera de Botticelli. Las tecnologías utilizadas son de vanguardia, cada uno de los flashes está medido para no dañar la obra, y todo ello con un gran cuidado. “Para la Capilla de los Scrovegni hemos empleado dos años de trabajo, hemos tenido que repasar las fotografías una a una, controlando cada detalle para que no quedara ningún hueco, que todo estuviera enfocado, que no faltara ni la más pequeña de las grietas”, explica Alessandra.
Ella, que es una apasionada de Giotto desde los trece años, gracias a este trabajo ha podido encontrarse con él cara a cara. “He podido ver su obra a una distancia excepcional, he descubierto cosas que nunca habría visto, a pesar de haber estudiado estas obras durante tanto tiempo”. Involucrarse de cerca, en lo particular, permite ver mejor el conjunto. “Darme cuenta de que la historia de Jesús que cuentan los frescos del Giotto es una historia para mí sólo es posible si cada vez que lo miro me conmuevo por los hechos que suceden, por las miradas, por los rostros”. Y esto le sucede incluso a quien no sabe nada del Evangelio, como tanta gente que ella ha visto conmoverse mientras les explicaba la obra.
Convivir tanto tiempo con Giotto, fotografiar la belleza hasta el milímetro, ha sido una ocasión de cambio para ella. “Hace falta mirar bien para conocer la realidad. Estoy aprendiendo que si te sientes amado, mirado por una mirada buena, entonces tú también miras bien las cosas. El trabajo realizado en la Capilla, que ha consistido en observar el trabajo de otro que se ha hecho familiar, me ha ayudado a entender muchos aspectos de mi vida. Por esto, entre Giotto y yo ha nacido una amistad”.
Pincha aquí para visitar y contemplar al detalle la Capilla de los Scrovegni

Otras noticias

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página