“Un día, un arquitecto fue a buscar a Gaudí. Estaba sentado en su mesa de trabajo, concentrado en un trozo de papel: ‘Mira, aquí está todo el cristianismo’, le dijo. Era la planta de la Sagrada Familia”. Este episodio, contado por Joan Bassegoda i Nonell, uno de los mayores expertos del mundo en Antoni Gaudí, bastaría para entender que la Sagrada es más que una iglesia, y por qué la consagración de esta “Biblia de piedra” en el corazón de Europa por parte de Benedicto XVI supone un acontecimiento histórico.
Nacido en 1930, Bassegoda ha sido durante 32 años (hasta el año 2000) titular de la Real Cátedra Gaudí. Arquitecto e historiador, ha dedicado al genio catalán varias obras, pero su interés por Gaudí no es tanto académico sino más bien una especie de amistad, nacida a distancia, con un artista desaparecido cuatro años antes de que Bassegoda naciera. “El hermano de mi abuelo fue compañero de estudios de Gaudí, así que se puede decir que yo soy un gaudinista de tercera generación”.
¿Cómo era Gaudí?
Era un hombre que hablaba poco, y cuando hablaba lo hacía de manera muy ponderada. No era un inventor, sino un gran “copista”: en vez de inventar formas nuevas, llevó a la arquitectura todas las formas que encontraba en la naturaleza, porque ahí hallaba una geometría distinta de la de los arquitectos. En la naturaleza no encontraremos nunca una recta, un plano o un punto, éstas son abstracciones que nacieron con Euclides y con los griegos. Piensa, sin embargo, en el cuerpo humano, o en un árbol: ésta es la geometría que nace de la creación de Dios.
Por eso en sus obras no encontramos nunca dos elementos iguales?
Gaudí no tenía que repetir una fórmula adquirida. Mirando a su alrededor, encontraba todas las formas que necesitaba. Por eso, no es comparable a ningún otro en la historia de la arquitectura. Sus edificios son diferentes de todos los demás, aparte de que también son distintos entre sí. Por ejemplo, la casa de La Pedrera y la Casa Batlló, aun siendo de la misma época, son totalmente distintas. Este era el secreto de Gaudí: mientras todos los arquitectos se copiaban unos a otros, él copiaba la naturaleza.
¿Cómo nació en él esa forma de mirar?
Sobre todo, por su familia. No eran ni arquitectos ni pintores, sino caldereros y campesinos. Si un zapatero crea un par de botas, no busca la perfección geométrica del zapato, sino que obedece a la forma del pie. Gaudí aprendió así esta capacidad de ver las cosas como son. En Gaudí, todo es sencillo. Quizá por eso a muchos les cuesta trabajo entenderlo.
¿Qué quiere decir?
Nosotros tendemos a hacer un ejercicio intelectual, pero él miraba la realidad tal cual es, no como debería ser. Los domingos, por ejemplo, después de la misa, caminaba con algunos de sus alumnos hasta la puerta. Desde allí observaba las olas que chocaban contra el muelle. Pero lo que le fascinaba no era la geometría de los bloques de cemento, sino las formas siempre distintas que el agua creaba. Por eso, como me hizo saber un mexicano apasionado por el surf, algunos arcos de Gaudí tienen la misma forma que las olas que se ven en Acapulco. Y los campanarios de la Sagrada Familia corresponden a la forma de las montañas de arena mojada.
Por lo tanto, para Gaudí, seguir la realidad se convierte en un criterio de construcción…
Es el juicio más sencillo: ver las cosas como son, no como nos dicen que deben ser. Por eso, Gaudí afirmaba que los arquitectos del Renacimiento sólo eran decoradores, porque lo que creaban tenía que someterse a la simetría y a la perspectiva, y eso no es real. Mientras que la arquitectura popular, donde todo nace por la necesidad y no por invención del hombre, es la más verdadera.
¿Cómo era la relación de Gaudí con sus obreros?
Era una amistad y una identificación total. Cuando Juan Matamala, uno de sus escultores, cayó enfermo, Gaudí fue a verlo al hospital. Es la misma idea que sostiene la Sagrada Familia. Para él, las relaciones entre los trabajadores y los jefes debían reflejar las de San José, la Virgen y Jesús. Además, se sabe que muchos albañiles, al salir de sus canteras, iban a la Sagrada para ver cómo trabajaban los albañiles de Gaudí. Él siempre estaba con ellos. Con los balcones de La Pedrera, por ejemplo, estaba de la mañana a la noche con los forjadores, enseñándoles lo que debían hacer.
¿Qué peso tenía la fe en este modo suyo de mirar la realidad?
Gaudí sabía que la naturaleza es obra de Dios, por lo que hay que seguir los principios que Dios ha dispuesto. El hombre sencillamente desarrolla la creación, no la inventa. Gaudí, de todas formas, tuvo la posibilidad de elegir entre la fe y la posición de los revolucionarios anticlericales, con los que tenía relación. Y eligió la primera. Creo que esta libertad suya, ahora que está en curso su causa de beatificación, es muy importante. Como ha descrito un colaborador suyo, esta lucha duró toda su vida, siempre fue un hombre entero.
Una de las cosas que más impactan en la Sagrada Familia es ver que todo tiene un porqué, como un símbolo que quiere transmitir un significado con la piedra…
De hecho, a la Sagrada se la conoce como “la Biblia de piedra” porque allí encontramos toda la simbología cristiana. Sucede lo mismo con sus obras no religiosas, como la Casa Batlló, coronada por la cruz. No existe nunca nada que no sea un símbolo.
Se podría decir que en sus obras todo está en función del hombre.
En la Casa Batlló, algunas ventanas tienen pequeños agujeros para dejar entrar aire fresco del exterior: una especie de sistema de aire acondicionado. ¿Cómo se le ocurrió esta idea? Para él, la cuestión no era realizar un esfuerzo imaginativo, sino mirar la realidad y llevarla a la arquitectura. En esto consiste la originalidad: en volver al origen. No significa alejarse de la realidad sino llegar a la realidad.
¿De aquí procede la idea de reutilizarlo todo?
Así es. Los residuos de la fábrica se aprovechan como ladrillos negros, las agujas de coser terminan en las rejillas de las ventanas, fragmentos de cerámica componen los mosaicos… Así nació el trencadís, la técnica con la que los materiales sobrantes servían para formar un nuevo diseño. Siempre para colaborar con el verdadero arquitecto, Dios.
Y para darLe gloria…
Gaudí siempre vio en la naturaleza las formas del Creador. Para él, la fe no era ciega: él ve la Gloria de Dios. Nosotros vivimos cansados porque estamos acostumbrados a un mundo en el que todo está regulado por una ley que lo define todo. Sin embargo, Gaudí no daba definiciones.
¿Qué valor tiene la visita del Papa para España y para toda Europa?
Me parece fundamental. Por eso hay gente que se ha dedicado a organizar protestas. Pero es la mejor publicidad: si el estúpido aplaudiera, sería verdad lo contrario. Aunque para mí no es la primera vez. Cuando vino Juan Pablo II, le acompañé a la catedral y al sepulcro de Santa Eulalia. Pero con Benedicto XVI es una ocasión verdaderamente especial porque ha venido en una época de profundo racionalismo. Mientras que la Sagrada es la obra de un hombre que sabía usar la razón para entender la realidad. Al consagrar la Sagrada Familia, el Papa consagra a Gaudí entero.
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