“Queríamos encontrarla”. Así nació la exposición que un grupo de estudiantes y profesores americanos ha dedicado a Flannery O’Connor bajo el título “La infinita medida del límite”. Una de las más populares del Meeting, que presenta la figura de la gran escritora estadounidense: la infancia en Savannah y luego en Milledgeville (Georgia), el luto por un padre que murió de lupus, la universidad y los primeros relatos, la vida cotidiana en la granja, la pasión por los pavos reales... Hasta su muerte, a los 39 años, por la misma enfermedad que su padre.
También el espectáculo “La última palabra es de los pavos reales” cuenta su vida en el Meeting de Rimini, una vida marcada por el límite pero al mismo tiempo abierta al infinito. “Es precisamente esto lo que nos impactó de Flannery”, explica Pietro Rossotti, sacerdote misionero de la Fraternidad de San Carlo Borromeo en Washington. La llaman así, Flannery, como si fuera una vieja amiga, y en cierto sentido así es. Todo empezó el pasado septiembre, cuando una universitaria de Washington regresó entusiasmada del Meeting y les propuso: “¿Por qué no hacemos algo para el año que viene?”.
“En aquella época estaba leyendo un libro de Flannery O’Connor”, explica Annie, doctoranda en Teología. “Aunque no sabía mucho de ella, me enamoró su humanidad. Fue así como decidimos conocerla mejor y darla a conocer”. Aquel gruop de amigos empezó a reunirse para leer sus libros y discutir juntos. A algunos de sus encuentros se unía, desde Ohio vía Skype, Stephen Lewis, un amigo profesor de Literatura. Hicieron juntos una expedición-peregrinación a Georgia para visitar los lugares de la vida de Flannery.
También llegaron algunas sorpresas. Como la amistad con el productor de Hollywood Michael Fitzgerald, hijo de unos amigos de Flannery. De su primera novela, Wise Blood (Sangre sabia), nació una película. “Lo descubrimos preparando la exposición”, explica Pietro. “Al final del DVD había una entrevista con el director y dijimos: tenemos que conocerlo”. Gracias a un amigo de un amigo encontraron su dirección y le escribieron. Después de una serie de correos electrónicos y llamadas telefónicas, consiguieron cenar con él en Nueva York. “Estaba intrigado: jóvenes que se interesaban por Flannery, miles de persons que trabajaban voluntariamente en el Meeting... Y empezó a ayudarnos, incluso aceptó nuestra invitación, pero nos dijo: ‘No quiero ir sólo a la presentación, quiero quedarme toda la semana’”.
Los números de los primeros días del Meeting muestran que el experimento ha tenido éxito. El propio Michael Fitzgerald, que a lo largo de estos años ha escuchado interpretaciones de lo más variado sobre la obra de la escritora georgiana, se ha conmovido al llegar a Rimini. “Al terminar la visita nos ha dicho: ‘Aquí se puede encontrar a la verdadera Flannery’”, afirma Amy, estudiante de Filosofía Política, que explicó los paneles de la exposición al productor. Pero, por encima de todo, este trabajo ha sido una ocasión para los que la han sacado adelante. “Nos ha hecho crecer”, continúa Amy. “Ahora podemos decir que Flannery forma parte de nuestra amistad”.
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