Hace un par de años me invitaron a participar en un debate público sobre el “nuevo ateísmo” y sobre la pretensión de sacar de la escena pública cualquier tipo de influencia religiosa. Este “nuevo ateísmo” no es una posición filosófica contra la existencia de Dios; es sobre todo un objetivo político radical, la meta de una agresiva ideología secular.
El encuentro tenía que haberse desarrollado en el transcurso de una cena de gala en un elegante hotel de Manhattan, e iba a contar como moderador con alguna figura destacada de los medios de comunicación. Parecía interesante, así que acepté participar en lo que yo pensaba que iba a ser una mesa redonda.
Pocos días antes del acto, sin embargo, me di cuenta con preocupación de que no iba a ser como yo pensaba. Para representar al mundo de la religión y de la fe estaría yo solo… Y para defender el secularismo militante, ¡nada menos que el formidable Christopher Hitchens! Al parecer, los organizadores habían invitado también a otros para que defendieran a la religión de los ataques de Hitchens, pero todos habían rechazado la invitación al saber que tendrían delante a un maestro en este tipo de espectáculos.
Tenía sólo unos días para prepararme y empecé a leer sus intervenciones en debates anteriores, y eran tan desagradables como me temía. Pero había algo más, algo que no me esperaba. Teniendo en cuenta cómo desarrollaba sus argumentos, la mayoría de las veces yo estaba de acuerdo con él. Me pasó lo mismo hace poco leyendo algunos fragmentos de su último libro, Hitch-22, recién publicado.
David Brooks, columnista “conservador” del New York Times, publicó un interesante comentario sobre Hitchens y su libro, señalando que “hay pocas personas en este país que tengan una perspectiva literaria parecida sobre la política y sus controversias”. Para Hitchens, las cuestiones de religión y de fe son auténticas batallas políticas.
Brooks describía las experiencias juveniles de Hitchens y cómo éstas influyeron en su modo de pensar (y argumentar, añado yo). Respecto a sus ideas sobre la religión y la fe, escribe Brooks: “La perspectiva literaria de la agenda de Hitchens. En términos ideológicos, sus intereses van de un extremo a otro del globo… La perspectiva literaria le proporciona un sentido aventurero, un gusto por las batallas que combate incluso él solo si es necesario. La fatwalanzada por el ayatolá Jomeini contra Rushdie ‘marcó mi destino –escribe Hitchens-. Comprendí de golpe que estaba en juego todo lo que amaba, y enfrente todo lo que odiaba’. Dictaduras, religiones, censuras de todo tipo contra la literatura, la ironía y la libertad de expresión. No hay medias tintas: Hitchens lo juzga todo desde la medida de su estatura moral”.
Cuando nuestro encuentro por fin tuvo lugar, me negué a seguir el juego. Repetí varias veces que, tal como Hitchens había vivido la experiencia de la fe y la religión, yo estaba de acuerdo con lo que él decía en la mayoría de los casos. En un momento dado, a Hitchens se le veía bastante irritado y dijo algo así: “Pensaba que iba a discutir con un creyente, pero parece que está más cerca de mi posición de ateo”.
Muchos entre el público, que creían que iba a morder el anzuelo de Hitchens, mostraron su decepción porque yo me hubiera “batido en retirada”, igual que muchos de sus seguidores, frustrados por no poder disfrutar de sus magistrales estrategias para el debate.
Desde entonces me acompañan dos lamentos. El primero es el de no haber hecho referencia a una obra literaria que habría respondido a la interpretación en clave atea que Hitchens hacía de su propia experiencia. Hablo del Blues por un hombre blancode James Baldwin, citado por Luigi Giussani en El sentido religioso. Concretamente, Giussani cita una conversación entre el personaje de Richard y su abuela. Ella le hace un comentario sobre la importancia de la fe en su vida y Richard le dice: “Sabes que no creo en Dios, abuela”. A lo que ella responde: “Tú no sabes lo que dices. No es posible que no creas en Dios, no eres tú el que decide”. Richard le pregunta: “¿Y quién decide, entonces?”. “La vida que hay en ti decide. Ellasabe de dónde viene, ellacree en Dios”. En Hitchens he visto esa vidade la que habla Baldwin, y me habría gustado hablar con él cara a cara, lejos del show, sobre el deseo del corazón del que él tanto habla. Mi segundo lamento es no haber hecho nada para verificar esta posibilidad.
Ahora Hitchens ha hecho público que le han diagnosticado un tumor de esófago y no quiero de ninguna manera que parezca que me aprovecho de una circunstancia así para ver si le interesa un encuentro de este tipo. Espero que se recupere pronto y que un día podamos organizar en el Centro Cultural Crossroads un encuentro sobre esa vida de la que habla Baldwin, y que él quiera y pueda participar.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón