Fallece Miguel Delibes, creador de personajes que respiran, que son "gentes de carne hueso y no constructos ni demostrativos de nada"
En un determinado momento en que fui invitado a escoger un libro de Delibes en homenaje suyo, escogí de manera inmediata y espontánea el que pienso que representa su escritura, aunque no podía dejar de lado en la elección el hecho de que dicho libro, «Viejas historias de Castilla la Vieja», es precisamente el que amo de una manera singular, y no en escasa medida porque no estuvo lejana su publicación del inicio de nuestra amistad, por un lado, pero que, por el otro, representa, a mi entender, lo más singular de su escritura y también algo así como las artes de su manera de hacer y su concepción de la narración, y en general del escribir.
Y con esto ya estoy diciendo que el tema del libro –una historia castellana, pero sería igual si fuera rusa o del campo americano– es indiferente para expresar lo que yo quería decir y sigo pensando que acerté a formular bastante verdaderamente al titular glosa: «Respirando en el mundo».
Y no solamente porque eso es lo primero que hacen los personajes de Delibes, porque son gentes de carne y hueso y no constructos ni demostrativos de nada, sino también porque es eso mismo lo que ocurre a los lectores de Delibes: que respiran. Y respiran el mundo de Delibes, que será un mundo castellano, pero es, sobre todo, un mundo, un territorio, y unos personajes delibianos que son gente nueva respirando en este mundo, y hablando un lenguaje que es un castellano excelso –en absoluto simplemente correcto, porque este asunto tiene que ver escasamente con la literatura– y es el castellano de Delibes.
Robert Frost ha escrito que lo primero que tiene que ser un poema es estar ahí, consistir, estar ahí de un modo que podamos chocarnos con él o bordearlo o admirarlo y hasta hacerlo nuestro. Es la prueba del nueve no sólo de la poesía sino de toda la literatura, y más profundamente aún que en la poesía, en la narración. Porque es ahí donde respiramos.
La lengua y el aire
Y cuando el creador de un mundo así, como lo ha sido Delibes, muere, seguramente los que han respirado en ese mundo, incluso más que los amigos, se sienten concernidos y muestran un dolorido sentir. Las cosas son así y el escritor ya no puede agradecerlo, pero se satisfizo con poner el territorio, los personajes, la lengua y el aire. Son sus lectores los que espontáneamente agradecen ese territorio que nos ha dejado, y en el que esos mismos lectores respiramos.
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