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Primer día de clase, con el patriarca de Constantinopla

Marco Ferrari
26/09/2017

Viernes 15 de septiembre. El Liceo Malpighi de Bolonia comienza el curso de un modo verdaderamente excepcional e inimaginable. Sus 450 alumnos, junto a todo el personal docente, tienen la posibilidad de recibir y escuchar el saludo de Bartolomé I, patriarca de Constantinopla, acompañado del arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi.

Cuando, en junio, la curia boloñesa contactó con la directora del liceo, Elena Ugolini, para decirle que el arzobispo tenía la intención de visitar nuestra escuela con el patriarca de Constantinopla casi nos parecía una broma. Pero resulta que era verdad. De modo que un equipo de profesores, guiado por Giacomo Bettini, empezó a profundizar sobre la historia del Patriarcado y la figura de Bartolomé I para preparar el encuentro con él.

Los días previos a la visita nos reunimos, profesores y alumnos, cuando todavía el centro estaba cerrado, para ver qué significaba para nosotros volver a empezar el curso y compartir las preguntas que podíamos plantear a un personaje tan importante. Las preguntas que los alumnos nos descolocaron y dispararon nuestras expectativas: ¿cómo es posible que el encuentro con el otro pueda acrecentar la conciencia que tenemos de nuestra propia identidad?, ¿dónde está el umbral que separa la tolerancia de la sumisión al otro?, ¿cuál es la posición más adecuada para estar en clase como en un diálogo continuo?, ¿cómo afrontar la fatiga del estudio que vuelve a empezar?, ante todo lo que sucede y que a veces parece aplastarnos, ¿cómo es posible sentirse libres y aceptar lo que nos rodea?, ¿por qué me levanto por las mañanas para venir a clase?, ¿qué significa realmente amar al otro, al compañero, al profesor, la asignatura que tengo que estudiar, al otro que cada día tenemos inevitablemente a nuestro lado?

Y así llegó el gran día. Vimos entrar en nuestra escuela a Bartolomé I, que visitó con curiosidad el nuevo laboratorio de diseño y robótica, y que charló animadamente con nuestra directora sobre la historia del centro. Después, como si fuera un nuevo "profe" del Malpighi, Bartolomé I tomó la palabra, abriendo sus ojos brillantes y profundos ante los alumnos que le miraban llenos de curiosidad y todavía un poco adormilados tras las vacaciones. «La cultura es necesaria porque hace que las nociones cobren vida, y a la vez se convierten en expresión de todo vuestro camino académico. Forman la mente, abren el pensamiento, incrementan nuestro bagaje personal, introducen la sabiduría». Y añadió: «En este camino no estáis solos. Vuestros profesores saben transmitiros esto, saben suscitar en cada uno de vosotros el interés, os descubren los dones que van apareciendo en vosotros, dones que, como nos enseña la parábola de los talentos, debemos permitir que crezcan para que den buenos frutos».

El patriarca destacó la importancia de retomar el camino y respetarse uno mismo. «Demasiadas veces vemos gente que no se respeta a sí mismo. Esto sucede por una incapacidad para entender las propias debilidades, a veces incluso los propios fracasos, y entonces surge la necesidad de refugiarse en cosas que dan seguridades momentáneas: la pandilla de “matones”, la droga, el sexo, el aislamiento… Si aprendéis a miraros a vosotros mismos como personas que están creciendo, que también pueden tener fracasos, pero que siempre tienen esperanza, entonces crecerá en nosotros la autoestima respetuosa de “cómo somos” y no de “cómo nos gustaría ser”, y nos hará entender lo importante que es nuestra identidad personal».

Al final recordó el sentido de la misión para todo cristiano, el testimonio. «Dar testimonio en un mundo que bulle por demasiadas crisis globales, o por demasiadas crisis personales sin vías de salida visibles, significa ofrecer lo que somos y lo que creemos. El testimonio es para los creyentes una propuesta de vida, es el respeto hacia todo y hacia todos, es responder a la llamada más íntima que brota del corazón, es manifestar el amor más grande y puro. Dejaos acariciar por el soplo de Dios, no cerréis las puertas de vuestro corazón a su infinito amor».

Entonces, en medio del silencio general, bendijo a todos los presentes, y juntos rezamos el Padre Nuestro en griego y el Ave María en latín, junto a un conmovido monseñor Zuppi. Luego los alumnos entregaron al patriarca lo recaudado con la venta de camisetas de la escuela el curso pasado para ayudar en las necesidades de su iglesia. También le regalaron los libros El sentido religioso y El riesgo de educar de don Luigi Giussani, referencias fundamentales de quien dirige el Liceo Malpighi desde hace treinta años: «Los leeré inmediatamente, nada más subir al avión», comentó con una sonrisa llena de gratitud y curiosidad.

Tras despedir a Bartolomé I, con un clima de conmoción y agradecimiento general por lo que habíamos vivido, la mañana siguió con un intenso diálogo entre los alumnos y el arzobispo Zuppi. A su lado, el joven padre Dionisio, párroco de la única iglesia greco-bizantina de Bolonia, a quien el patriarca pidió inesperadamente que hablara antes de salir hacia el aeropuerto.

Lo sucedido superó ampliamente cualquier posible estrategia de inicio de curso, pues hizo evidente delante de todos, alumnos y profesores, lo fascinante que es la realidad y la tradición que podemos conocer durante las clases que nos esperan y lo grande que puede llegar a ser el horizonte de nuestras acciones, empezando por las clases, como contribución a un mundo que queremos poder mejorar, para nosotros y para el mundo.

La relación que comenzó ese día con el padre Dionisio y su parroquia, y la promesa de un intercambio el año que viene entre el Liceo Malpighi y los 60 alumnos de la escuela del Patriarcado en Estambul marcan el camino ahora. Y nosotros, agradecidos por un encuentro tan imprevisto, estamos dispuestos a empezar esta nueva aventura que vuelve a comenzar con las clases.

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Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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