«El Oliver Twist es un instituto profesional donde se aprende a trabajar con las manos, se aprende un oficio. Y eso tiene que ver conmigo, porque ser actor también es un oficio. En vez de madera o telas, yo manipulo otro tipo de material: el texto poético, que al principio es inerte, pero al trabajarlo cobra vida». Toni Servillo es probablemente el actor italiano más famoso del país. Se dio a conocer por sus interpretaciones en el cine, entre las que destaca su Jep Gambardella de La gran belleza de Paolo Sorrentino. El año pasado viajó a Los Ángeles y volvió con un Oscar en la maleta pero, como se suele decir demasiado a la ligera, el éxito no parece que se le haya subido a la cabeza. Al menos esa es la impresión que da al verle charlar con doscientos jóvenes en Como, intentando explicarse sin caer en la broma fácil ni en la trampa de la simplificación. Los chicos, que estudian cursos de carpintería, confección y bar, le escuchan hablar de sí mismo, le hacen preguntas, le ven en acción mientras recita la Letanía de Giorgio Caproni.
Qué hacía un viernes en la Cometa de Como lo explicó el escritor Luca Doninelli, que ha puesto en marcha el ciclo "Qué hay detrás..." para los alumnos de Oliver Twist, ciclo en el que ya han participado varios artistas italianos. "Estos chicos no saben hablan bien, algunos no pronuncian bien las palabras en italiano. Pero hablar bien es importante, porque ayuda a pensar mejor. Las palabras son algo maravilloso, tan hermoso como las mesas y sillas que los chicos de esta escuela realizan y que se han expuesto en el Salón del Automóvil. Hoy he querido que viniera Servillo porque no conozco a ningún actor italiano que diga las palabras como él las dice, con esa capacidad de hacérnoslas comprender».
Servillo llegó a Cometo una mañana de lluvia. Erasmo Figini, como buen anfitrión, le sujetaba el paraguas mientras le enseñaba la casa y el jardín.
Pidió un café y le llevaron al bar-taller con mesas realizadas en los cursos de carpintería. La gente se acerca y empiezan las preguntas antes incluso de que el encuentro comience oficialmente. «Usted y su hermano... (Peppe Servillo lidera el grupo musical Avion Travel, ndr), ¿cómo es posible que de una familia salgan dos artistas así?». «Mi familia era de la pequeña burguesía. En casa no había ni un libro. Pero ya sabes, cuando uno es joven no hace nada, pierde el tiempo. Pero en esa carencia yo sentía que algo me faltaba... Y eso es lo que pone en marcha el deseo. Por casualidad, llegó a casa una copia del Reader's Digest con un relato de Buzzati y empecé a leer...». «¿Y aquello que faltaba? ¿Todavía lo siente?». «Sí, pero se ha transformado completamente». Lástima que no haya tiempo para seguir la conversación.
Servillo, en el aula magna del Oliver Twist, no baja el nivel con los chavales y vuela alto. «El material teatral se trabaja intentando darle una dimensión palpitante, viva, de modo que pueda transmitir sabiduría, experiencia, ofrecer un testimonio. Que ofrezca la oportunidad de que suceda un auténtico encuentro». Los chicos empiezan a preguntar: ¿qué quiere decir que el teatro e un encuentro? El actor responde contando una anécdota. Está en Génova, haciendo un espectáculo. «Era la sesión de la tarde y la sala estaba llena de gente con una edad media entre 60 y 80 años», cuenta Servillo: «En el texto había una broma entre un joven y un anciano. El joven, con cierta arrogancia, le decía al anciano: "No hay nada que hacer; si vosotros no os morís, no hay sitio para nosotros". Y el anciano respondía: "Ten un poco de paciencia que morirán todos". Para mi sorpresa, porque nunca había sucedido en toda la gira, en ese momento estalló un aplauso. Para los que esa tarde estaban sentados en las butacas el problema de la muerte era una cuestión que les tocaba de cerca.
Esto es lo que quiero decir cuando digo "teatro como encuentro": un momento en que nos encontramos y tenemos la oportunidad de pensar juntos».
Otra pregunta: «¿Cómo descubrió su pasión por este trabajo?». Respuesta: «La pasión no te la encuentras, no es algo que está en alguna parte y tú la tomas. Estas cosas se descubren. Llegó un momento en que vi que en la dimensión de la representación había una forma de recibir el relato del mundo y una manera de narrar el mundo que me seducían». También Servillo recurre a su experiencia y a su querido dramaturgo Eduardo de Filippo:
«Cuando era pequeño, la televisión retransmitía mucho teatro, sobre todo sus comedias, que están llenas de tías y tíos solteros, madres neuróticas, padres irresponsables. Nosotros teníamos la costumbre de ver todos juntos estos espectáculos. Era el día de Navidad, yo estaba apoyado en una silla, era pequeño, y detrás de mí estaban los demás: mis hermanos, mis primos, mis tíos, mis abuelos. En un momento dado, mirando lo que sucedía en la pantalla, me dije: "Pero si esos son los mismos que tengo a mis espaldas". Percibí esta herida que me ha acompañado toda la vida. Son descubrimientos que uno hace y, poco a poco, esto se ha convertido en una pasión».
Después del encuentro, a comer en el restaurante de prácticas. El alumno-chef presenta el menú. La cocción es perfecta, apunta Servillo.
Erasmo Figini retoma un comentario que ha hecho durante el encuentro: «Has tocado un punto fundamental. Yo veo que los chicos, a veces apoyados por los adultos, viven aterrorizados ante la monotonía de la cotidianidad. Pero para mí la rutina no existe, la hacemos nosotros. Somos nosotros quienes reducimos lo cotidiano y lo hacemos monótono». Durante la sobremesa, alguien lanza una pregunta comprometida y el actor, que es un gran actor, responde: «Después de esta mañana y de este vino, es difícil responder sin recitar». Como diciendo: hasta aquí he intentado no hacerlo.
El cronista sentado a la mesa, en un intento de hacer algún comentario brillante, comenta que en el tráiler de la última película de Paolo Sorrentino, La juventud, el rostro de Michael Caine, gran actor inglés, le recuerda el gesto del propio Servillo. «Siempre sois los mismos, los periodistas, los que disparáis sentencias sin ver. Yo he visto esa película y Michael Caine es el gigante que es. Compararlo conmigo es una estupidez». Y continúa: «Esto es lo que quería decir antes cuando hablaba de la palabra prostituida por la comunicación».
El coche arranca de Como después del intercambio recíproco de agradecimientos y saludos. En el asiento trasero tiene tiempo para llamar a su mujer, profesora, para comentar algunas cosas de su próximo espectáculo, y para pensar en su hijo pequeño, que acaba de cumplir doce años: «Y tampoco esta vez estaba en casa... Él no es como el mayor, que ya tiene 18. Me mata cuando me dice: "Papá, te echo de menos". Y el segundo disparo ya me remata: "Pero papá, estoy orgulloso de lo que haces"». Pronto acabará la gira y tendrá un mes de descanso para poder estar más con él.
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