Miércoles 22 de junio en Villa Geno, un espléndido edificio neoclásico a orillas del lago de Como. Una treintena de empresarios se reúnen para comer juntos. Hasta aquí, nada nuevo. La verdadera noticia es que los protagonistas del evento no son ellos, sino los chicos que sirven la comida. Y es que no se trata de un encuentro de trabajo sino del examen de los alumnos de la escuela Oliver Twist. Después de tres años, los futuros maître se enfrentan a la última prueba antes de incorporarse al mundo del trabajo. Les examina un tribunal nombrado por la Región de Lombardía. ¿El resultado? Todos aprobados. Y sobre todo, muy contentos por haber servido por primera vez una comida de gala.
¿Cómo ha sido posible hacerlo nada menos que en Villa Geno? Gracias al gestor que, impresionado por la experiencia educativa de Cometa, cedió gratuitamente el edificio. ¿Y los empresarios que hacían de comensales? Representaban a las empresas que durante estos dos años se han convertido en partners de la Oliver Twist. Ellos han realizado, en colaboración con la escuela, los proyectos de los cursos, han buscado a los maestros y han ofrecido las posibilidades para hacer las prácticas. Los chicos han querido darles las gracias no sólo sirviéndoles auténticas delicias, sino también mostrando el método que han aprendido en la escuela: de la experiencia al conocimiento, es decir, aprender haciendo.
La fiesta en Villa Geno ha sido también una ocasión para repasar los pasos que la escuela ha dado durante todo el año y para presentar los proyectos de futuro. Lo que interesa es el recorrido y el crecimiento de cada alumno, no en vano las mesas llevaban el nombre de cada uno de ellos. Por ejemplo, Maicol, el “rebelde” de la clase. Un profesor que conocía su problema de dislexia ha conseguido implicarlo en la clase haciéndole trabajar con un Ipad. Junto a sus compañeros ha hecho el proyecto de creación de una empresa, con su facturación y su gestión de recursos humanos. Por la pasión demostrada en el proyecto, fue nombrado secretario. Otro ejemplo es Andrea, ganador de un concurso de escritura en Salerno en el que participaban alumnos de muchos institutos italianos.
Después de comer, los invitados salieron al jardín de la villa, donde recibieron la sorpresa final. Pietro y sus compañeros del curso de carpintería mostraron el trabajo que han realizado durante todo el año: una embarcación a pedal realizada totalmente en madera, fruto de la fascinación que han descubierto por el trabajo artesanal. En ese momento, los chicos no se lo pensaron dos veces; vararon el nuevo barco construido con la ayuda del profesor Ballerini y salieron al lago, dispuestos a comenzar una nueva aventura, la que les espera en el mundo del trabajo.
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