Existen varias iniciativas dedicadas a ayudar a la gente en su trabajo. Grupos de amigos deseosos de ayudarse a afrontar la realidad laboral y las necesidades propias y de los compañeros, ya sean recién graduados que buscan su primer empleo o personas con amplia experiencia laboral, directivos o sindicalistas.
Varias asociaciones de este tipo se dieron cita en Milán la semana pasada para participar en una asamblea con Giorgio Vittadini, presidente de la Fundación por la Subsidiariedad, para poner en común sus respectivas experiencias, verificar un método y poner en marcha redes que puedan hacer más eficaz la labor de estas obras.
El trabajo es una emergencia cada vez más aguda. Para los que no lo encuentran, casi la mitad de los jóvenes; para los que lo pierden, a veces ya con cincuenta años, una edad complicadísima para buscar empleo; para los que tienen que cambiar. En realidad, para todos, porque todos necesitamos vivir el trabajo con un significado adecuado.
Ya en las primeras intervenciones de la asamblea se hizo evidente que sería un error considerar a estas asociaciones como "oficinas de empleo". No tienen puestos de trabajo que repartir. Es imposible y además sería contraproducente. Lo que sí ofrecen es una compañía estable, paciente y gratuita, y también naturalmente competente, que ayuda a la persona a ser protagonista activa en su relación con el mercado laboral. Para sus voluntarios esta labor es a todos los efectos una caritativa, es decir, un gesto de caridad que educa a quien lo realiza. Para quien se beneficia de él, se trata también de una ocasión extraordinaria de crecimiento personal.
Luciana estuvo a punto de dejarlo todo porque la persona a la que acompañaba no quería implicarse a fondo. Pero no cedió a la tentación y decidió perseverar. Tenía que ayudar a un hombre de 63 años, resignado a una vida sin sentido y consciente de ser tan solo un enfermo mental. «Imposible que aquí se mueva algo», pensaba ella. Pero en cambio sucedió. Llegó una oferta de trabajo que él aceptó lleno de orgullo: repartidos de periódicos una hora al día. «Para mi sorpresa, esta amistad también me despierta a mí», señala Luciana.
De lo que Vittadini extrae dos cosas que aprender. Primero, que la caritativa implica constancia, a diferencia de ciertas formas de voluntariado basadas en una llamarada de altruismo. Y el camino laboral existe lo mismo: constancia. Porque las llamaradas no surten efectos positivos. Segundo, que hacer compañía, acompañar a alguien, significa no sustituir su inercia sino suscitar su deseo. En primer lugar está el sujeto y su postura ante la realidad.
Massimiliano habla de una viuda que al cerrar su empresa es objeto de críticas en su familia, y de un japonés que por motivos similares tienen que soportar que le digan que no vale nada. La primera volvió a ponerse en marcha pero decidiendo "rebajar las expectativas". El segundo lo hizo después de oír cómo Massimiliano le decía una y otra vez: «No es verdad, tú vales, tu persona tiene valor». Siempre hay que partir de aquí, de ahí sale lo mejor. Sabiendo que los roles evolucionan continuamente y que nunca puede darse un paso definitivo, que lo resuelva todo de una vez para siempre.
Cuando pensamos en una solución rígida, preestablecida, «estrechamos el espacio de la persona, de su camino libre e imprevisible. En cambio, cuando ensanchamos la mirada y la razón, se amplían las posibilidades y con ellas los instrumentos y las redes». Un directivo despedido de su trabajo a los 56 años, experto en seguridad informática, terminó resignándose a dedicarse a cuidar a su suegra.
El punto central vuelve a ser un sujeto nuevo, que cambia hasta el punto de aceptar «un trabajo que no es el mío», porque «el trabajo que haces es tuyo, aunque no sea el que siempre soñaste», apunta Vittadini: «De otro modo estarías cada vez más separado de la realidad, porque en definitiva el problema del trabajo es el problema del sujeto».
Llega entonces la pregunta clave: ¿cómo generar un sujeto, es decir, una persona que está delante de la realidad y encuentra la energía necesaria para afrontarla? «Se trata de poner en marcha ese punto incandescente, como lo llama Carrón, del que nacen las ganas de aprender, de mejorar, de trabajar», explica Vittadini. «Lo cual equivale a decir poner en marcha el sentido religioso, por citar palabras de don Giussani. En consecuencia, hay que ser inconformistas, no adecuarse pasivamente a las modas, no asimilar acríticamente las lógicas y métodos propios del poder. El error más grave en que podemos caer es el dualismo entre el aspecto humano y el técnico, el plano subjetivo y el de la realidad, el valor de la persona y los itinerarios a seguir en las situaciones concretas, la concepción religiosa del hombre y el homo faber».
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