El cardenal Roger Mahony y monseñor Silvano Tomasi, del dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, acaban de conocer de primera mano la situación de los refugiados en Líbano, Jordania, Iraq y Grecia.
Monseñor Tomasi explicó que uno de los desafíos para estas personas es confiar en el otro después de haber vivido en carne propia la traición de vecinos e incluso de familiares. «Un padre de familia me dijo: “¿Cómo puedo confiar en personas que han comido conmigo y luego han asesinado a mi gente?”. Es una tragedia inmensa para ellos. Muchos han sido asesinados, otros tuvieron que huir sin nada y sus propios vecinos saquearon las casas en lugar de defenderlas. Por tanto, la confianza se ha roto. Recuperarla y volver a vivir juntos será muy difícil para ellos».
Aunque es difícil, no es imposible y lo están aprendiendo de los niños. Ellos se han convertido en una luz en medio de la oscuridad. Desde su mirada, el otro no es un enemigo sino un potencial amigo. «Creo que siempre sucede. Los niños son un factor de estabilización. No distinguen si uno es sunita, chiíta o cristiano. Los niños juegan juntos y se llevan bien. Somos los adultos los que creamos los problemas», comentó el cardenal Mahony, arzobispo emérito de Los Ángeles.
Sobre el terreno hay unas 76 organizaciones católicas trabajando para ayudar a la población. Han socorrido a más de dos millones y medio de personas pero todavía cualquier ayuda es poca ante una emergencia humanitaria de semejante magnitud. Por eso, es especialmente urgente ocuparse de los más débiles de entre los débiles, en este caso los niños. Porque de ellos depende el mañana de paz que pueda construir Oriente Medio.
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