Líbano es el país de Oriente Medio que más refugiados sirios acoge, un millón y medio. Por desgracia, allí la historia se repite cada pocos años. Tras la I Guerra Mundial acogieron a miles de armenios que escaparon del genocidio. Tras la II Guerra Mundial a refugiados palestinos y en las últimas décadas a iraquíes y a sirios. Sin olvidar que durante 16 años sufrieron en su propio suelo una guerra civil.
Además cuenta con una peculiaridad que hace que esta mezcla de pueblos y credos funcione de forma estable. Un sistema que puede servir de ejemplo a otros países de la región y que garantiza de alguna forma que los cristianos no sean tratados como ciudadanos de segunda clase.
En esta democracia ha crecido Mireille, cristiana maronita que ahora estudia en Roma. Explica que, ante los múltiples conflictos que desangran la región, es necesario más que nunca fortalecer a las minorías. «Si los países de la zona dejan un poco de espacio a estas minorías, quizá los cristianos quieran quedarse porque son una riqueza, son la parte más pacífica».
Cristianos que se necesitan sobre todo en una región en la que la persecución contra ellos se ha recrudecido a causa del yihadismo. Sin embargo, hay algo que les hace permanecer en esa tierra pese a estar en el punto de mira. «Cristo era de allí, de Oriente Medio por tanto, podemos decir que somos los cristianos originales. Yo estoy orgullosa de ser cristiana de Oriente Medio. Soy árabe, sí, hablo en árabe pero no quiere decir que sea árabe como los de Arabia Saudita. Árabe no quiere decir musulmán».
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