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La política que nos hace más humanos

02/11/2016

El manifiesto titulado "Protagonistas de nuestra historia", escrito para las próximas elecciones norteamericanas, me ha hecho darme cuenta de que esta es una oportunidad para verificar mi fe, por eso ahora estoy más contento que antes, y muy agradecido.

Antes, viendo los informativos, sobre todo después del primer debate presidencial, no me sentía así, estaba derrotado, es decir, con un «deseo profundamente humano de ser actor responsable» que no podía ser colmado. La consecuencia evidente era, como dice el manifiesto, la apatía. Probablemente la apatía sea la reacción más cómoda ante esa palabra: derrota. Pero, sigue diciendo el manifiesto, esa apatía es la crisis de mi persona, de una persona que pierde la energía de sentir un interés por el bien común (es decir, mi deseo). Mis comentarios eran iguales que los de cualquiera, y en medio de mis quejas me descubrí totalmente inmerso en esa apatía. Pero sabía que algo no iba bien. Por eso retomé el manifiesto.

«El compromiso político no debería limitarse a una participación en el proceso electoral», dice el manifiesto. Y afirma después que «implicarnos con la vida social y política en formas como las asociaciones de barrio, las iniciativas de reforma escolar, las asambleas ciudadanas, los centros culturales o las organizaciones benéficas de matriz religiosa constituye una oportunidad privilegiada, no un hobby para los que tienen sentido cívico». ¡Esto ha sido para mí como un rayo de luz! Cuando me conmovía ante un inmigrante sin papeles ni trabajo y les pedía a otros que me ayudaran a tomar medidas concretas para echarle una mano, ya estaba realizando una actividad política. Cuando ayudaba a una persona de mi parroquia que había perdido el empleo y me movilizaba junto a otros sin parar hasta encontrarlo, era una actividad política. Cuando participaba en una asociación local de barrio para conseguir una mejora en la seguridad o en otros temas, cuando mi iglesia acoge a los sin techo, cuando los voluntarios de san Vicente u otros visitan a los enfermos y les preparan la comida, todo eso es política. De repente caí en la cuenta de que Cristo me ha hecho más humano, más interesado por el bien de los demás que por la queja, que no me ayuda.

Aprender esto ha sido tan gratificante que empecé a buscar en internet información sobre las listas locales, escribí y empecé a dialogar con los dos candidatos de Minnesota House (de partidos opuestos) y ambos me respondieron. Hoy he hablado por teléfono con uno de ellos durante veinte minutos, exponiéndole mis preocupaciones sobre la asistencia sanitaria, la libertad de educación y otras cuestiones que afectan a mi gente. Un amigo me ha dicho que ellos quieren ponerse en contacto conmigo porque buscan mi voto. Es verdad, pero eso no lo explica todo, porque mi voto en un distrito de 40.000 personas no cuenta mucho. Y tengo la sensación de que no había muchas personas llamándoles. Pienso, en cambio, que ellos también están deseosos de un diálogo.

De esta manera estoy verificando mi fe en Cristo mediante las elecciones políticas. Primero, porque nuestra existencia (la Iglesia, el movimiento) es un sujeto político, por la vida que se genera entre nosotros. Segundo, porque en esta compañía he visto florecer todo mi deseo. Cristo me ha hecho más humano. Estas elecciones, gracias al trabajo del manifiesto, han incrementado mi fe. No estoy derrotado, estoy fascinado.
Sebastian, Minnesota (USA)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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