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Siria: «Estamos afligidos, pero no angustiados»

Ibrahim Alsabagh
09/02/2016 - Giornale del Popolo
Barrio cristiano de Midaan, Alepo.
Barrio cristiano de Midaan, Alepo.

Queridos amigos:
Voy a intentar contaros lo que estamos viviendo en Alepo desde que comenzó la ofensiva del ejército para recuperar la ciudad. En la noche del 3 al 4 de febrero, dos misiles lanzados por los yihadistas golpearon la zona de Soulaymanieh-Ram, donde está situada nuestra sede. Estaba pensando en reunir a los hermanos en un capítulo local pastoral para ver cómo podíamos intensificar nuestro servicio en esa zona cuando nos llegó la noticia de lo sucedido.
El resultado de los bombardeos, incesantes, fue el mismo de siempre: muerte y destrucción. Dos cristianos muertos, varios heridos y muchas casas dañadas. Nos desanimamos mucho, porque acabábamos de reparar los daños de los misiles que cayeron el pasado 12 de abril, cuando llegan estas nuevas bombas que vuelven a destruir lo que acabábamos de arreglar. De momento nuestra iglesia no sufre daños, pero el techo de las aulas de catequesis ha quedado parcialmente destruido, las paredes han sufrido la sacudida y las explosiones, y también se han roto los cristales.
El misil que cayó directamente en la sede horadó el techo y llegó a la estatua de la Virgen, al campanario y a los depósitos de agua recién instalados. La estatua de la Virgen ha quedado hecha pedazos y podéis imaginar nuestro dolor: su rostro fragmentado en medio de la calle, ultrajado. El otro misil cayó en la calle. Afectó a la entrada de la sede y mató a dos hombres cristianos. También ha causado daños en los edificios colindantes, que otras veces han sufrido ya los efectos de varios misiles y bombas. Los hermanos acudimos rápidamente a visitar las casas de los edificios vecinos, donde los dos muertos fueron alcanzados, y escuchamos las dolorosas experiencias de madres y padres de familia que nos contaban lo sucedido y cómo habían vivido, junto a sus hijos, el terror.
Estamos intentado estar cerca de nuestra gente, que llama a nuestra puerta pidiendo ayuda. De hecho, nuestra sede acoge a familias de la zona, pero también a las de Midaan (que vinieron buscando refugio después de que la iglesia de allí fuera destruida). También acogemos a la comunidad cristiana maronita que celebra aquí varias misas semanales desde que sus templos en las zonas cercanas fueran arrasados. Es el lugar donde varios grupos parroquiales se encuentran para sus reuniones semanales y donde encuentra espacio también una escuela para sordomudos: uno de los poquísimos centros de este tipo que siguen activos en Alepo. Además de la acogida y el servicio humano y espiritual ya mencionados, se distribuye agua entre la gente gracias al pozo que tenemos en la propia sede.

El barrio cristiano de Midaan
El lanzamiento de misiles por parte de grupos yihadistas, como respuesta al avance de las fuerzas gubernamentales y de sus aliados, continuó también durante la noche del 4 al 5 de febrero. Una vez más, fuimos atacados en nuestro corazón. Las explosiones afectaron al barrio de Midaan, zona de mayoría cristiana. La destrucción fue total: sus pobres habitantes han vuelto a quedarse nuevamente sin casa.
Intentad imaginar qué significa para nosotros estar aquí mientras por la noche no dejan de caer misiles. Sin saber qué va a pasar. Una anciana lloraba mientras nos contaba que la gente no sabía cómo comportarse, qué decisión tomar: salir de casa para huir y correr el riesgo de toparse con la «hermana muerte» por la calle, o quedarse atrincherados en las viviendas y correr el riesgo de que los misiles las destruyan.
Algunas familias han decidido dormir a la fría intemperie, a la entrada de sus viviendas, otros debajo de las escaleras. Una mujer que llamó a nuestra puerta pidiendo ayuda, llevando a un niño en brazos, me contó que había personas debajo de los escombros a cuyos gritos de socorro, buscando alguien que fuera a ayudar a esa pobre gente, nadie tenía el valor de responder. Los heridos se habían quedado allí durante horas.

Por qué nos quedamos
Pero nosotros no nos rendimos. Estamos afligidos pero no angustiados. En las casas afectadas que hemos visitado con los ingenieros hemos repartido cajas de alimentos de emergencia y hemos empezado a hacer reparaciones, empezando por puertas y ventanas. A los que se han quedado sin casa les ayudamos con dinero para alquilar viviendas durante tres meses, con la posibilidad de renovar el alquiler. Son muchísimos los que llaman a nuestra puerta aterrorizados, sobre todo las familias con niños pequeños. La mayoría de ellos no se plantea huir. No tienen dinero para el viaje. Para mí, en esta situación, no queda más que la acogida y la escucha. Por lo tanto, hay que pasar pronto a la acción: no podemos dejarlo para mañana. El trabajo es inmenso, como también lo es la necesidad.

Agua y precios prohibitivos
Sigue siendo muy grave el problema del agua. Mientras caían los misiles, era impresionante ver gente que iba a buscar agua. Están tan desesperados que desafían a los misiles y a la lluvia con tal de conseguir agua en alguno de los dispensadores instalados por la calle en las zonas donde hay pozos. Hoy, hace más de diez días que estamos sin agua. El dólar ha superado las 400 libras sirias al cambio, lo que significa que el precio de los alimentos se ha incrementado de un día para otro, incluso el de los más básicos, como la verdura. Una señora nos contaba que sus ingresos mensuales, para ella que todavía tiene un trabajo con un salario fijo a fin de mes, ya no le permiten comprar un plato de verdura al día para el mes entero.

«¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome?» (Sal 12)
Dentro del dolor de estos días, viene a mi mente el salmo que dice: «¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome?». Es una pregunta que a veces aflora: ¿nos ha abandonado el Señor? ¿Pero dónde está? Es un momento donde la fe es fuertemente puesta a prueba desde sus raíces para todo el “pequeño rebaño” que queda aún en Alepo. A Saúl, el Resucitado le preguntó: «¿Por qué me persigues?», dejando así una confirmación segura de su unión con los miembros de su Cuerpo místico. Él está presente, sufriente, colgado en la cruz, y no «mira de lejos mientras los suyos sufren». Él está presente en medio de Su pueblo, lo ayuda y lo asiste mediante la ternura misericordiosa de sus pastores, aunque estén muy cansados y amargados viendo lo que le pasa a su grey. Así es para nosotros, hermanos franciscanos. Y por eso seguimos aquí.

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