«No solo un gesto de caridad, sino la toma de conciencia de la dignidad del otro». Julián Carrón concluyó así el congreso que la Fundación Banco de Alimentos organizó para presentar la Jornada de Recogida de Alimentos que se celebrará en Italia el 28 de noviembre. Todo empezó el último sábado de noviembre de 1997 y desde entonces, durante 18 años, este gesto se ha ido haciendo cada vez más grande. De hecho el congreso, además de emitirse en directo por televisión en Italia, se emitió también por streaming en muchos países del mundo, como Bélgica, Chile, Estados Unidos o Paraguay.
Las cifras son impresionantes: 5,5 millones de donaciones, 135.000 voluntarios, 320 ciudades, 11.000 puntos de venta cubiertos. Pero los números no son lo más importante, como señalaba el título del congreso: «Compartir las necesidades para compartir el sentido de la vida». Para responder a las preguntas de Marco Lucchini, director general del Banco, se alternaban el abogado Giuseppe Guzzetti, el presidente emérito de la Cámara de Diputados, Fausto Bertinotti, y el presidente de la Fraternidad de CL, Julián Carrón.
El itinerario de las intervenciones testimoniaba que no estamos delante de un trabajo mecánico -«aunque ya iniciado», según Guzzetti, «gracias a la generosidad del pueblo italiano», aunque Bertinotti se mostraba menos optimista- sino ante algo muy distinto. Ante un puente, como describirán los ponentes. Guzzetti contó cómo conoció el Banco y cómo fue la adhesión de la fundación que preside, Fundación Cariplo, a este proyecto, «siguiendo el principio de subsidiariedad de nuestra entidad: no hacer nosotros directamente sino apoyar a los que "hacen", y el Banco de Alimentos respondía plenamente a esta característica».
Así empezó, con un deseo y un apoyo. Luego, por el camino, surgió la pregunta sobre la felicidad, esa que surge en el trabajo, o que se desvanece cuando no hay trabajo. Así lo comentaba Fausto Bertinotti: «La felicidad sobrepasa toda dimensión humana, no solo la laboral. El trabajo puede ser una relación basada en un contrato, pero también puede suscitar caridad, solidaridad, humanidad. Hay que ir más allá del trabajo para ver, encontrarse con la persona que trabaja». Carrón habló de la época en que daba clase de religión en un colegio: «Me encontraba con que tenía que hacer las cosas por amor a los demás aunque no tuviera entusiasmo por ello, cuando la felicidad está ligada al amor con que uno trabaja. El amor, la entrega a los demás nos permite vivir en plenitud. Cuando nos damos así recibimos mucho más que lo que donamos».
Con las intervenciones se alternaron testimonios de los voluntarios. Uno de ellos habló de dos jóvenes musulmanas que colaboraron con el Bando en una de las colectas de años pasados. «Una de ellas me dijo: solo se vive una vez y es mejor que te recuerden como una buena persona». ¿Basta con eso? Según Guzzetti, «al pueblo generoso hay que ofrecerle ocasiones para que lo sea». Menos convencido se mostró Bertinotti a propósito de la generosidad del pueblo italiano, aunque estaban de acuerdo en lo de brindar las ocasiones. «Me asombran las cifras del Banco, pero deberíais ir más allá, deberíais hacer que la caridad se convierta en un camino educativo». El antiguo líder de la Refundación Comunista releyó con valentía su parábola político-existencial, sin lamentos, coherentemente, y con un juicio: «Hace treinta años no me habría implicado así en una iniciativa de este tipo. Consideraba la limosna, la caridad, como un elemento de menos importancia respecto a la lucha por la igualdad. Pero aparte de que no he conseguido mi objetivo, ahora pienso que la solidaridad es un puente entre la caridad y la igualdad. La pobreza no es solo material sino también moral, existencial. Con la mirada puesta en el otro nos encontraremos ante un espejo que nos devuelve una pregunta». Carrón retomó inmediatamente estas palabras de Bertinotti. «Este gesto de generosidad es pequeño, casi banal, pero pone en marcha una predisposición que busca espacio para expresarse. No es solo una respuesta a una necesidad, sino la educación de un pueblo. El gesto de la Jornada de recogida de alimentos es un gesto educativo porque no termina ahí».
Después se proyectó el video de la audiencia que Francisco concedió a la gente del Banco de Alimentos. «Son personas, no números», dijo el Papa. Guazzetti comentó: «Esta afirmación de la persona es muy importante, también para los que realizan este gesto, también para los voluntarios. Pienso en la comunidad, en el sentido de pertenencia. Se trata de implicar a la gente en esto». Es un camino donde siempre se da un paso adelante. Bertinotti añadió: «La persona no es un dato, no existe persona sin relación. Esta es la época de la expoliación y de la alienación. Pero la persona vive, si vive, en una comunidad, en un pueblo. Pero nada de esto es suficiente. Una persona es tal si vive su humanidad».
Carrón acogió la invitación para este último tramo de camino. «¿Cómo despertar esta humanidad, esta conciencia de uno mismo? ¿Qué tipo de relación se da entre las personas? Este es el mayor desafío. No se trata de teorías ni lecciones. Esto se construye en una relación, en tantos encuentros capaces de despertar a la persona. No solo es grave la pérdida del trabajo, sino la pérdida de uno mismo. Nosotros no debemos responder a la gente solo socorriendo sus necesidades o buscándoles otro trabajo, sino invitándoles a vivir su vida como protagonistas. Es un camino, y solo habrá un pueblo si hay un pueblo de personas». Obviamente, sin olvidar la concreción, pues también hacen falta cajas para almacenar la comida: «quien dona una caja dona un tesoro», recita de hecho el lema de la campaña del Banco. Es una forma de convertirse en protagonistas.
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