1948, Beirut. Nace una niña en el seno de una familia que da mucho peso al servir a la comunidad. Crece y se va a París, donde estudia Ciencias Políticas. Vuelve al Líbano para hacer un máster en Estudios Políticos, período durante el que conoce al hombre con quien se casará en 1975, y más adelante vivirá en Afganistán y Estados Unidos, donde hará otro máster -esta vez en Periodismo- en la universidad de Columbia de Nueva York. En Norteamérica, al mismo tiempo que se ocupa de la crianza de sus dos hijos, se implica en trabajos de distintos ámbitos de carácter provisional. Hasta que en 2002 el matrimonio decide volver a Kabul, de donde él es originario.
Habiendo sido solamente un año antes a su vuelta la derrota de los talibanes, esta mujer libanesa se sorprende de encontrarse no con gente perdida y sin ilusión, sino al revés: “una Kabul llena de vida y energía, esperanza; sobre todo quien había probado la amargura del exilio”, contó en el Meeting de Rímini.
Durante diez años Rula Ghani, interesada por conocer y comprender los problemas sociales de la capital afgana, ofrece su ayuda en la organización Aschiana, centrada en los niños más vulnerables de la ciudad, que está tan devastada que no parece la misma que cuando la dejaron. Hasta que en septiembre de 2014 el marido de Rula, Ashraf Ghani, es elegido presidente del país: ahí empieza su rol como primera dama, que se toma muy en serio y en solo diez meses está suponiendo un ejemplo para cualquiera que la conozca.
En diciembre Rula, respondiendo a la implicación social que el pueblo esperaba de ella, promueve una campaña de abastecimiento de comida y bienes de primera necesidad en tres provincias del país. “Esta experiencia me abrió los ojos y me confirmó que necesitaban acceso a estructuras y servicios; y que yo podía hacer algo por ello”. Grupos y asociaciones de mujeres, embajadas y otro tipo de organizaciones la empiezan a buscar para que vaya a ponencias. Ella responde afirmativamente a cada cosa que se le pone por delante: “Quería escuchar y acoger a quienquiera que quisiera venir a verme”. Movida por este espíritu de apertura, durante su primer mes como primera dama recibió a 345 grupos que le contaron sus preocupaciones.
Ghani no solo escucha, sino que se mueve para ayudar al otro. Tal es el caso de una mujer que tenía cáncer y fue a verla: ningún sitio en Afganistán proveía de lo necesario para poder detectar esta enfermedad en un paciente y para poder tratarla. Hoy, la mano de la primera dama ha conseguido, junto con la ayuda de más personas, que en un hospital dos plantas se dediquen exclusivamente para tratar varios tipos de cáncer. Otras de sus iniciativas han sido una campaña contra el consumo de estupefacientes, una campaña escolar, la promoción de becas para irse fuera a estudiar y después volver o la lucha por que las mujeres puedan tener voz: “Para ayudar a la gente prescindimos de edad, género, pertenencia étnica o religiosa: solo queremos escuchar, facilitar y sostener”, resaltaba Ghani en el Meeting. Su preocupación principal es “que todos sean tratados como seres humanos”, considerando fundamental que para ello se reconstruya el tejido social de la ciudad: “sus creencias, sus valores, el sentido de lo justo y lo errado, que son cosas que la guerra se ha llevado consigo”.
“Los jóvenes solo han conocido la guerra”
Tras su discurso, Ghani ha querido dialogar con los asistentes. A la pregunta sobre la situación de los jóvenes afganos, la primera dama ha respondido que es “muy negativa: solo han conocido la guerra, el estado de violencia… Hay que ayudarles a entender qué significa ser humano”. Además, ha relatado, muchos se forman en el extranjero y, cuando vuelven, la sociedad no está preparada para acogerlos; así, se ven obligados a trabajar allí donde se lo ofrezca un familiar o un amigo.
Ghani propone como solución, por el momento, que los jóvenes “sirvan en la comunidad: ahí uno puede comprender los problemas de los otros y a menudo ve que los suyos propios no son para tanto; también uno se convierte en alguien respetado; y muchas veces, ayudando en aquello que sabe hacer –jugar a algún deporte con los más pequeños, dando apoyo escolar– descubre algo de sí que no sabía, crece su autoestima y se abre un horizonte que no esperaba”. Ghani ha animado a los jóvenes a que salgan de sí mismos, al encuentro de otras personas, e incluso viajando: “No os imagináis lo importante que es para nuestra vida”, ha concluido.
Como indicó Emilia Guarnieri, presidenta del Meeting para la Amistad entre los Pueblos, al inicio de este encuentro, la mayor contribución que uno puede hacer al mundo es precisamente la que hace Rula Ghani: “el testimonio de la propia humanidad a los demás”. Y es que, en un país que se puede calificar como maravilloso y terrible, en el que la guerra es una constante y el punto al que mirar no es siempre fijo, la vida de esta mujer que un día nació en Beirut y se crió educada en el amor al prójimo y el servicio a la comunidad es un tesoro que reluce. Tanto, que ha llegado hasta Rímini.
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