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Un puente hacia Túnez

Stefano Filippi
29/06/2015
La playa de Sousse, en Túnez.
La playa de Sousse, en Túnez.

Es un caso único en el mundo musulmán, una particular mezcla de laicidad y religión, tradición y apertura. Es el único país árabe que, después de la Primavera de 2011, aprobó una nueva Constitución mediante un proceso constituyente democrático, hasta el punto de que el Informe 2015 de la organización Freedom House lo califica como “país libre”: en los 42 años de vida del informe, es la primera vez que esto sucede con un país musulmán. Ahora Túnez vuelve a la actualidad por el brutal atentado que sufrió el pasado viernes.

Sobre la excepcionalidad de este país hemos hablado con Tania Groppi: «Precisamente por eso los fundamentalistas atentan contra él». Profesora de Derecho Público en la Universidad de Siena, Groppi también ha sido consultora en las instituciones tunecinas implicadas en el proceso de transformación del país hacia una democracia plena.

«Túnez es una encrucijada geográfica, un puente del Mediterráneo hacia Europa, un nudo de comercio y cultura, un lugar de encuentro», explica: «En 1851 se dotó de una Constitución de sello liberal, la primera en la zona islámica. Durante el Imperio otomano también gozó de cierta autonomía. Habib Bourguiba era distinto de ciertas figuras carismáticas que guiaron hacia la independencia a otros Estados en el contexto musulmán. Ya en la fase de transición del protectorado francés, entre 1956 y 1959, Bourguiba aprobó una suerte de código civil, el código del estatuto personal, que reconocía la igualdad entre hombre y mujer. Además, hizo de la educación un aspecto central en su programa. Eso explica el elevado nivel cultural de la población actual».

En resumen, en el mundo islámico no hay experiencias comparables a la historia y a las libertades de Túnez. También por esto, las revueltas de 2011 dejaron una huella concreta. «Ellos no lo llaman revuelta sino Revolución, con mayúscula», afirma Groppi. Como la francesa: un punto de inflexión. «La palabra es comprometida, pero hoy constatamos que Túnez ha pasado de un régimen autoritario a uno democrático-pluralista. En otros sitios hemos asistido a ajustes y correcciones, no a verdadero cambios. Egipto, por ejemplo, se mueve sustancialmente en continuidad con el régimen anterior, mientras que países como Libia, Siria, Yemen han quedado sumidos en el caos».

Después de cuatro años, la fase transitoria en este país magrebí puede decirse que está cerrada, aunque la nueva Constitución aún debe llegar a aplicarse completamente. «En este contexto, todavía hay que terminar de confirmar cierta forma de separación entre religión y Estado. Es un intento único en el mundo árabe, que se está realizando en una nació pequeña, privada de recursos y materias primas, sin ni siquiera un gaseoducto...».

Esta especificidad fue la que los fundamentalistas atacan con los atentados: «Gestos diabólicos. Ya en marzo cuando atacaron el Museo del Bardo también estaban atacando al Parlamento, pues el Bardo es sede de la Asamblea legislativa; además, el museo, que representa este cruce de culturas tan abiertas; y el turismo, como acaba de hacer ahora otra vez, que es un sector central para la economía. Atacan así tres esferas decisivas para el país».

Groppi ya tiene experiencias previas en escenarios de guerra difíciles, como Iraq y la República democrática del Congo. «He tenido la suerte de verme implicada en un proyecto de apoyo al proceso constituyente, con referencias concretas a la descentralización administrativa. Túnez era un Estado centralizado y con la nueva Constitución por primera vez ha reconocido las autonomías locales». Este proyecto apoya especialmente una región pobre del interior, la gobernación de Kasserine.

«La aprobación del nuevo proyecto institucional pasa por la descentralización», explica la profesora, «porque en Túnez existe una gran desigualdad entre regiones, sobre todo entre el interior y la costa. La revolución también es hija de motivos económicos (pobreza, desempleo, precariedad en las condiciones de vida de gran parte de la población), que comprometían la dignidad de las personas. El régimen se provechaba de esta situación para crear un sistema clientelar y corrupto, y en eso basaba sus consensos. La de 2011 fue una revolución de la dignidad, para recuperar el valor de las personas, que pasa ante todo a través de una vida digna». Mohamed Bouazizi, el joven que se prendió fuego al comienzo de la revolución tunecina, vivía precisamente en una ciudad del interior, Sidi Bouzid. Los guardias urbanos le habían confiscado su puesto ambulante de verduras porque se negó a pagar un soborno. «Se inmoló para decir basta».

Introducir la descentralización en la Constitución significa favorecer el desarrollo económico: «Es un principio aceptado internacionalmente. Con el grupo de la Universidad de Siena empezamos así, trabajando con la Federación Nacional de las ciudades tunecinas, para que interviniera en la Asamblea Constituyente, y así se dio paso a la descentralización. Paralelamente, preparamos una actividad de formación de la sociedad civil gracias a una serie de acuerdos entre la universidad y los ateneos locales. En Túnez la sociedad es muy vida, y el mundo asociativo muy rico, es un terreno fértil. Allí hemos colaborado mucho con una ONG alemana, Democracy Reporting International, que ofrece apoyo para la elaboración de leyes constitucionales y promueve cursos para políticos locales».

La última vez que visitó Túnez fue el pasado mes de marzo, y precisamente participó en un curso para políticos locales de las poblaciones del sur. «Les hablé de descentralización administrativa y de la Carta europea de autonomía local. Entonces se levantó un político de Ennahda, el partido islámico moderado, y “en nombre de Alá clemente y misericordioso” me dijo que no entendía por qué había ido hasta allí para hablarles de Europa: “A nosotros nos interesa Kuwait, Malasia... Nos parecemos a ellos, no a vosotros”. Pero su Asamblea constituyente hizo una apuesta muy concreta por la Carta europea de autonomía local, así que…».

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