Entre barreras y controles policiales, los nuevos “muros” anti-inmigrantes se alzan aquí y allá en una Europa que presume de que un día derribó un Muro de la ignominia. En la sede de la ONU en Ginebra, monseñor Tomasi habla claro y en dirección contraria a los vientos de rechazo que se respiran en el Viejo Continente contra las masas que desembarcan, sobre todo en costas italianas, pidiendo una nueva oportunidad.
El observador vaticano es muy directo. Afirma que no solo «las operaciones de búsqueda y auxilio deben continuar sino que además se deben reforzar», y que «la necesidad de tutelar el derecho a la vida de todos, independientemente de su status personal, debe seguir siendo la prioridad». Pero el «reasentamiento en Europa, igual que en otras partes del mundo, debe ser –invoca– desarrollado efectivamente y distribuido equitativamente, con la debida atención a las exigencias de seguridad y sociales, pero sin aquiescencia ante las presiones populistas irracionales». Además, «las autoridades competentes deben ofrecer canales legales más seguros de emigración y aceptación concreta, capaces de conciliar los derechos de los inmigrantes y los intereses legítimos de las sociedades que los reciben».
Pero lo que salta a la vista es algo muy distinto. «El sistema multilateral, especialmente en los países de inmigración –observa monseñor Tomasi– aún no ha llegado a gestionar de manera eficaz la emigración». «Es evidente», reconoce, «la gran generosidad en la acogida de los que piden asilo», pero «todavía falta una auténtica estrategia a largo plazo». El prelado enumera las cifras: al menos 1.800 inmigrantes muertos desde principios de año en el Mediterráneo, 25.000 refugiados rohingya y gente de Bangladesh que ha embarcado con los traficantes con destino a Tailandia y Malasia, y –lo que monseñor Tomasi define como una «cifra impactante»– 68.000 menores no acompañados detenidos por la policía fronteriza estadounidense entre octubre de 2013 y septiembre de 2014.
Mons. Tomasi considera que el sistema multilateral funcionaría «mejor juntos». Puesto que la «cuestión migratoria no es una variable asilada sino un elemento importante en el contexto de las relaciones políticas, económicas y comerciales», afirma que es fundamental que la comunidad internacional actúe de forma concertada, sobre todo para garantizar la defensa de los derechos de los inmigrantes, concibiendo «mecanismos adecuados para la aceptación social de los inmigrantes» en la fase de acogida, como «hojas de derechos y deberes fácilmente comprensibles para los que quieren integrarse, y que ofrezcan un status jurídico seguro, con derechos y responsabilidades claros y específicos».
Una intervención internacional en el marco de la solidaridad puede desarrollarse en paralelo en los países de origen de los inmigrantes. Por ejemplo, señala mons. Tomasi, creado puestos de trabajo «dignos y de calidad», promoviendo «un orden financiero y económico más justo y equitativo», mejorando «el acceso a los mercados, al comercio y a la competencia, mediante el intercambio de tecnologías innovadoras, el aumento de la participación y de la estabilidad política». En resumen, creando «el ambiente adecuado en casa y haciendo así de la emigración una decisión y no una necesidad inevitable».
Los medios nacionales también podrían adoptar una «terminología común, cordial y apropiada», propone el prelado, que difunda «una imagen positiva de los recién llegados, que evite ambigüedades, demagogia e instigación del racismo, la discriminación o la explotación por parte de políticas sin escrúpulos». Porque «la percepción de los inmigrantes como un lastre va contra la evidencia de su contribución a la economía nacional de los países de acogida», pues enriquecen «la cultura nacional con nuevos valores y puntos de vista», pagan impuestos, ponen en marcha «nuevas empresas», ofrecen servicios.
«La inmigración y el cambio climático son los principales desafíos del siglo XXI. A largo plazo, es necesario afrontar las causas profundas de un fenómeno tan global. El tiempo pasa y cuanto más esperemos, más elevado será el coste». Por tanto, concluye mons. Tomasi, «las medidas propuestas no son una merca concesión a los inmigrantes. Interesan a los inmigrantes, a las sociedades que los acogen, a la comunidad internacional en su conjunto. Promover y respetar los derechos humanos de los inmigrantes y su dignidad asegura que los derechos y la dignidad de todos puedan ser plenamente respetados».
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