«Era un hecho anunciado. Se sabía perfectamente que la operación de patrulla europea Tritón no podía garantizar lo que la Marina italiana había hecho con Mare Nostrum. Y que Europa no tenía la intención de ofrecer garantías en este sentido. La situación explosiva de Libia estaba a la vista de todos desde hace meses». Carla Trommino es abogada especializada en temas de inmigración. Desde hace varios años, sigue de cerca los casos de inmigrantes que cruzan el Mediterráneo y en 2013 fundó la asociación AccoglieRete, que ofrece tutela legar a los menores no acompañados que desembarcan en las costas sicilianas. Hoy mira con gran dolor la tragedia del pasado fin de semana, donde han perdido la vida 700, 800, tal vez 900 personas. Nunca se sabrá con exactitud.
La enésima tragedia a las puertas de Italia y parece que nunca cambia nada, a pesar de que llevamos años hablando de la llegada de inmigrantes a Europa procedentes del norte de África. Es frustrante…
Sí, porque la política conoce desde hace tiempo los instrumentos necesarios para afrontarlo. Se han estudiado, propuesto y aplicado muchas soluciones, desde canales humanitarios a negociaciones con los países africanos. Nadie puede decir que no estaba al tanto. Eso es lo que me deja perpleja, sin palabras. Los riesgos de lo que se estaba haciendo a nivel de política nacional y comunitaria los conocían todos. Quizás lo único que faltaba era desmentir la opinión generalizada de que una operación con Mare Nostrum, paralizada por el gobierno el pasado otoño, hacía que aumentaran las llegadas.
¿No es así?
Las estadísticas de 2015 demuestran que no ha disminuido el número de inmigrantes que han llegado a nuestras costas. Solo en el primer trimestre han llegado más de 22.000, frente a los 20.000 del año pasado con Mare Nostrum. Y en abril, todavía más, en la última semana han llegado 1.500 embarcaciones al día. No hay justificaciones que valgan. Llegados a este punto las preguntas llegan por sí solas, y a veces te dan ganas de pensar que en el fondo debe haber alguien a quien le interese que esto funcione así. En el Parlamento se está discutiendo la propuesta de instituir un memorial day el 3 de octubre (el día que, en 2013, se hundió a pocas millas de Lampedusa una barca que provocó la muerte de más de 350 personas, ndr), en memoria de las tragedias en el mar relacionadas con la inmigración. Pero mientras tanto no se hace nada para que estas tragedias no vuelvan a repetirse. Lo único que ha hecho el gobierno con la inmigración ha sido cerrar el Mare Nostrum, con el resultado que hemos visto. ¿Por lo demás? Confieso que me han dejado conmocionada las palabras del primer ministro, pocas horas después de conocerse la noticia, preguntándose cómo es posible permanecer indiferentes para luego añadir: «Pero este es el drama y la belleza de la política». Solo que el único drama que hay aquí es el de esa gente, no el de los que están en el poder intentando impedir que mueran.
¿Es solo inercia?
Hay preguntas que todos deberían empezar a plantearse. Por ejemplo, ¿qué ramas de la administración y de la política pueden hacer frente a este tráfico? ¿Hasta dónde pueden llegar? Me ha hecho pensar mucho algo que he oído estos días y que yo también he registrado en ciertos relatos de los inmigrantes: a veces, hay gente a la que obligan a salir de su país incluso aunque no haya pagado el viaje. Sobre todo últimamente. Es una manera que los traficantes usan para presionar a los gobiernos que deben acogerles.
Porque a los que llegan hay que acogerles…
Ahora se está viendo qué hacer con los que acaban de llegar a Sicilia occidental. Aquí, en Siracusa, donde ya hay muchos, la situación es estable. Ragusa también está llena. Se están abriendo nuevos centros, pero lo más grave de todo es que siempre nos encontramos sin un plan orgánico, sin una estructura, sin un sistema que funcione de verdad. Las respuestas siempre llegan tarde.
¿Por qué sucede esto?
Yo creo que permanecer en situación de emergencia es la mejor condición para lucrarse, para hacer las cosas sin control, sin licitaciones, sin demasiada burocracia. Es terreno fértil para la corrupción y las malas prácticas.
¿Son los gobiernos los que deben responder?
Como dice el Papa, es una cuestión que no solo afecta a Italia o Malta. Ni siquiera solo a Europa. Es mucho más amplia. Deben intervenir las Naciones Unidas. Deben asumir esta responsabilidad. No basta con la actividad normal del ACNUR, la agencia que se ocupa de los refugiados. La ONU debe ponerse en primera línea y comprometerse más, incluso económicamente.
¿A qué se refiere?
A la necesidad de que haya una migración con flujos controlados. Cuando hablamos de “mar seguro”, también estamos hablando de esto. Corredores humanitarios para los refugiados identificados antes de partir, visados emitidos por las embajadas en África para los que buscan un trabajo o tienen alguien aquí, en vez de dejarlos en manos de los traficantes… Esto, desde la perspectiva de los que “acogen”, que pueden tener miedos y preocupación, también permite una mayor seguridad. Porque tú sabes quién entra en tu territorio y lo puedes controlar.
Entonces, ¿hay que echar una mano a los que salen de su tierra?
Las migraciones no se detienen. Es un dato histórico, no solo del pasado reciente. Esta gente llega. Para detener el tráfico incontrolado, por tanto, habría que abrir canales humanitarios en los países de origen, antes de que estas personas lleguen a Libia, antes de que se jueguen la vida. Además, ¿por qué no hacer como con los contrabandistas albaneses en los años noventa, cuando fuimos a destruir las embarcaciones a sus playas? Por otro lado, hay que acompañar y encontrar una alternativa para los que huyen. Hay que hacer que su movilidad sea posible, segura y sostenible; y hacerlo con Europa y con las Naciones Unidas. Sin embargo, el problema de fondo parece que sigue siendo “bloqueamos, cerramos”…
El Papa, el domingo, ha invitado a «mirar» a estas personas, que «como nosotros buscan la felicidad».
Él habla del corazón de las cosas con total sencillez. Él es así. Pero es verdad. Nosotros conocemos a estas personas, ya forman parte de nuestras vidas. Tenemos que mirarles a los ojos. No es una cuestión de coraje, los tenemos delante. Quizás para nosotros, sicilianos, por cómo somos, es todavía más sencillo, es una realidad que vivimos cotidianamente. Pero mirarles a los ojos, conocerles, es la clave de todo. Porque, al conocerlos, tú te reconoces igual que ellos. Buscamos sembrar paz, al menos nosotros, en un clima que ya de por sí es difícil, plagado de guerras y terrorismo. Empezamos pidiendo ayuda a la comunidad internacional, al menos para que las familias de esta gente puedan reunirse: hay que pedir la lista de los que iban en esa embarcación, para que todos tengan un nombre y un funeral. Para que todo el dolor que rodea a este fenómeno pueda existir, que no sea ocultado ni censurado.
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