El World Economic Forum reúne cada año a líderes mundiales, emprendedores de todos los sectores, organizaciones internacionales, figuras destacadas del mundo académico y la sociedad civil en Davos, Suiza. Objetivo: discutir sobre economía global, crecimiento y desarrollo, pero también buscar caminos y soluciones ante las continuas transformaciones de nuestro tiempo.
Entre los temas que todos los años se ponen sobre la mesa, uno de los más importantes es la brecha social, unida a problemas como la inmigración, la integración y la pobreza.
Y entre los ponentes, este año estaba también Gisela Solymos, psicóloga brasileña y directora del Centro de Recuperación y Educación Nutricional (CREN) de Sao Paulo, ganador del premio “Emprendedor del año” en 2011, otorgado por la Schwab Foundation, una non profit dedicada al trabajo social, creada en 1998 por Klaus y Hilde Schwab .
Gisela trabaja todos los días con niños y adolescentes con problemas de nutrición, y mantiene una estrecha relación con la pobreza y la ignorancia, «que para muchas familias son problemas ya integeneracionales». Las madres de los niños acogidos en los centros han nacido y crecido en las favelas de Sao Paulo, y no pueden ofrecer a sus hijos perspectivas de vida muy distintas a las que ellas han tenido. «El lugar en el que una persona vive y al que pertenece debería proporcionarle una identidad». Pero si en los años setenta las migraciones masivas provocaron un aumento de la superficie ocupada por los llamados slum, por lo que millones de personas tuvieron que dejar el campo en busca de mejores condiciones de vida, educación y trabajo, con el paso del tiempo las nuevas generaciones se han visto obligadas a vivir dentro de la precariedad, y se ha afianzado la idea de que no son como los demás seres humanos, no tienen el mismo valor. El resultado es que estas personas se sienten marginadas, abandonadas, incluso llegan a creer que «si la felicidad existe, no es para ellos», afirma Gisela.
«La pobreza provoca una especie de amnesia. La persona olvida quién es y acepta las condiciones inhumanas en las que se ve obligada a vivir». Esta doble dimensión del problema explica el fracaso de las intervenciones paternalistas, dedicadas tan solo a mejorar ciertas condiciones materiales.
Por eso, Davos era una ocasión ideal donde abordar este problema. «Una de las cosas más bonitas, aparte de la posibilidad de conocer a gente que verdaderamente es protagonista del cambio del mundo, es la intensísima búsqueda de una respuesta», continúa Gisela, que durante cuatro días participó en los eventos, debates y mesas redondas de este congreso. Entre estas últimas, hubo una dedicada a las empresas sociales y a su sostenibilidad a nivel global. El moderador era Zeid Ra’ad Al Hussein, Alto Comisario de Derechos Humanos, y el objetivo del encuentro era reunir en una mesa de trabajo a varios emprendedores de este campo y a compañías que son famosas por no respetar el medio ambiente ni a las comunidades locales. Por ejemplo, empresas mineras. Para Gisela, fue un encuentro muy útil para discutir sobre las soluciones que se pueden tomar, sin dejar a un lado el aspecto humano y social de la economía.
En este sentido, el método del CREN, basado en la reeducación alimenticia de los niños, y sobre todo de las madres y de las familias, se define a menudo como holístico, porque afronta las dificultades nutricionales desde un punto de vista amplio, teniendo en cuenta también y sobre todo el aspecto psicológico. Otras instituciones que actúan en el ámbito de la nutrición infantil proponen el ingreso hospitalario como la única solución, pasando por encima de la relación familiar.
En cambio, el método del CREN nace de un modo de mirar la realidad que no solo se fija en el aspecto material del problema sino que llega hasta la persona. «Solo cuando hemos empezado a mirar a las familias del mismo modo en que nos miramos a nosotros mismos hemos podido empezar a construir algo como el CREN», concluye Gisela. Solo mirando al otro igual que a mí, con el mismo deseo de felicidad y de ser amado, es posible crear un vínculo indisoluble a partir del cual puede empezar el desarrollo social. Una lección que ojalá no haya pasado inadvertida por Davos.
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