Giovanni Di Lorenzo, 55 años, dirige desde 2004 Die Zeit, uno de los principales semanarios alemanes. Como otros protagonistas de diversas lenguas, nacionalidades y culturas durante estas semanas, ha aceptado entrar en el diálogo surgido a partir de la iniciativa de CL con motivo de las elecciones europeas.
¿Cuál es la primera impresión que le ha causado el manifiesto de Comunión y Liberación?
Debo decir que comparto el análisis que he leído, sobre todo por lo que respecta al reclamo a la necesidad de volver al origen de la idea constitutiva de Europa. La idea misma de la Unión ha decaído y necesito lo que yo definiría como una “nueva narrativa”. Lo que percibían y comprometió a nuestros líderes políticos hasta Schmidt y Kohl (el ideal de la paz, la ausencia de fronteras, el intento de alcanzar un mayor bienestar para todos) no ha llegado a las generaciones jóvenes de hoy.
¿Por qué? ¿Tal vez por el hecho de que la dimensión europea, especialmente debido a la crisis, se percibe como un problema más que como una solución?
Diría que la base está en una carencia política, que se manifiesta sobre todo en época electoral como un fastidio, por la dificultad que supone reconstruir esos ideales.
El hecho de considerar a Europa como una carga puede tener razones sólidas.
Me parece que el antieuropeísmo ya se ha convertido en un cálculo político, una especie de juego de consensos y de poder. A algunas fuerzas políticas les resulta cómodo inculpar a Europa para evitar admitir responsabilidades. Decir que la culpa de todo la tiene Merkel suena a vía de escape… La realidad está muy clara. Hay en el mundo pocas grandes superpotencias y a todos conviene que Europa mantenga esta dimensión para poder medirse en igualdad de condiciones con América, China o Rusia.
Pero no todos están en las mismas condiciones. De hecho, los desequilibrios parecen haber aumentado durante los últimos años de crisis. ¿Por dónde se puede volver a empezar entonces?
Hay que acostumbrar a la gente a no concebirse como niños. No solo se pueden obtener ventajas de la integración europea. Las decisiones, del pasado y del presente, también pueden tener consecuencias amargas. No debemos tener problemas para decir que fue un error, por ejemplo, la ampliación rápida e indiscriminada hacia los países del Este. Nadie está en condiciones de integrar a estados que no están a la altura, y además hacerlo deprisa y corriendo: como alemán tengo una experiencia directa de lo que eso significa. Y ahora que sabemos todo lo que ha pasado con Atenas, sobre el ingreso de Grecia también habría mucho que decir…
La crisis ha desafiado las razones profundas de la dimensión comunitaria. Los sondeos revelan que para millones de personas Europa es una estructura inadecuada. ¿Por qué sucede esto? Y sobre todo, ¿hay esperanza para que esta percepción cambie? ¿Qué tiene que pasar? ¿Dónde se pueden sorprender, en la experiencia personal y en la vida política, hechos capaces de desafiar al pesimismo?
Sin duda, hay grandes zonas que han sufrido menos la crisis económico-financiera, y si hoy la situación es más estable, al menos por lo que dicen algunos indicadores, el mérito es del Banco central dirigido por Mario Draghi. Este ha tenido que decir en los últimos tiempos cosas que tendrían que haber dicho políticos de gran carisma. Pero la política, de alguna manera, se ha echado a un lado. Justamente el manifiesto del que estamos hablando reclama también las razones políticas de Europa. Pero miremos cómo se están desarrollando las campañas electorales. Yo vivo inmerso en la alemana: ¿sabe cuánto se habla de Ucrania, es decir, el tema político más importante y urgente? Cero.
Entonces, ¿la política está desatendiendo sus deberes? En su trabajo, ¿qué consecuencias percibe de esto?
Yo diría que el tema europeo ha sido radicalmente “despolitizado”, y el vacío que ha dejado la política ha sido colmado por personas de capacidades técnicas y conocimientos adecuados. Mi compromiso intenta sobre todo dirigir una invitación a la política para que recupere su vocación original.
Fuera de Alemania no se tiene la percepción de que este fenómeno de “retirada” de la política afecte también al país hegemónico de la eurozona.
Pues así es. No hay duda de que la respuesta a la crisis que vivimos desde 2008 no ha sido convincente, pero le respondo con una percepción que aparentemente no tiene nada que ver. Aquí también hay fuerzas hostiles a la integración europea. Estoy convencido de que Alternative für Deutschland, la formación euroescéptica, entrará al Parlamento de Estrasburgo. ¿Y sabe por qué? Por la percepción – muy extendida en nuestro país – de que Angela Merkel hace todo lo posible para ayudar a la Europa del Sur… ¿Comprende lo que quiero decir?
Comprendo que no está pintando un cuadro muy optimista: los países parecen ir en dirección contraria a la prevista en el manual europeísta. Por eso le insisto: ¿de dónde puede nacer una esperanza?
Los partidos tradicionales se verán seguramente penalizados. Si no saben captar estas señales, si no comprenden esta exigencia de políticas más eficaces y coherentes, entonces verdaderamente no sé qué puede suceder. Desgraciadamente, las elecciones europeas suelen ser la ocasión de valorar al personal político dentro de sus partidos en vez de un escaparate para mostrar la mejor clase política. Eso hace que se disuelvan muchos problemas que requieren una respuesta política de calidad. Por eso, si me pregunta por dónde podemos volver a empezar, respondo: por un esfuerzo de toda la clase política, y no solo por una razón moral sino ante todo por un motivo de pragmatismo.
¿Pero puede venir solo de la política una respuesta para todos? El manifiesto indica en la tradición cristiana un contenido cultural y de experiencia que se propone como crucial para redescubrir la dimensión europea. ¿Cree que eso es posible?
No. La menor influencia de la propuesta del cristianismo en la política y en las instituciones europeas refleja la crisis moral y la disminución de la influencia que la Iglesia tiene en toda la sociedad. Esto vale seguramente para Alemania, pero creo que vale para casi toda Europa.
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