Un amigo testimonia desde Ucrania lo que está ocurriendo en el Maydan, la plaza situada en el centro de Kiev. Nos propone un viaje para abrir los ojos a lo que está sucediendo allí más allá de lo que cuentan los medios.
Ahora los titushki (matones contratados por la policía) golpean a la gente no sólo en Kiev, sino también en otras regiones, la temperatura no se alza de los -10 grados, pero yo aún insisto en la inadmisibilidad de la violencia y no admito el pensamiento de declarar un estado de emergencia.
Imaginaos que es de noche y vais en el coche con tres amigos. Cada uno de vosotros lleva un casco, un bate de beisbol o un simple palo. Circuláis por Madrid, París, Roma o, incluso, por la desafortunada Nápoles. En la calle la temperatura es de -10 grados y está nevando. ¿Estáis pensando que es difícil imaginar un tiempo así en vuestras ciudades natales? Hay cosas que son difíciles de imaginar. Podríamos decir incluso que la mente se niega a imaginarlas.
El objetivo de vuestro viaje nocturno es coger a los experimentados bandidos y gamberros a los que el poder ha dejado salir a las calles de la ciudad, pagándoles entre 20 y 40 euros. Su tarea fundamental es destruir coches y pillar a los solitarios viandantes para darles una paliza (lo más frecuente) o sólo asustarles (menos frecuentemente). Tenéis aún otra tarea: acompañar a las ambulancias que llevan a los heridos a los hospitales. Es sabido que la mayor parte de los heridos no llegan a los hospitales, sino que son conducidos a las dependencias policiales o fuera de la ciudad, donde, en el mejor de los casos, son arrojados de las ambulancias y abandonados y, en el peor, asesinados. ¿Dónde está la policía? Os preguntaréis. ¡La policía también actúa! Se dedica a coger a los taxis de voluntarios como vosotros y los aleja. Se esfuerza por liberar a los bandidos y gamberros a los que vosotros habéis conseguido detener. Espera a los estudiantes que regresan por la noche a las residencias y se los lleva a algún campo desierto (la razón es sencilla: ahora, si un estudiante regresa tarde a casa, significa que ha estado en el Maydan y, por tanto, que apoya a los “enemigos del régimen”). Por los canales de comunicación os enteráis también de que alguien ha organizado una emboscada a los voluntarios: se les había pedido ir a ayudar a algún lugar en el que les esperaba la policía y el Berkut (fuerzas especiales). Se destrozaron sus coches y ellos fueron conducidos a la comisaría.
De camino al Maydan, vais recogiendo los neumáticos abandonados y os los lleváis a las barricadas, donde arderán en el fuego que mantiene alejados a los manifestantes del Berkut. Mientras el fuego está vivo mantenéis la ilusión de que el Berkut no lance su ataque.
A las 6:30 volvéis a casa y escribís un sms a vuestros amigos, para decirles que estáis bien. A las 11:00 abrís los ojos, miráis al techo y pensáis que hay que encender de nuevo el ordenador y leer las noticias, y leer cosas terribles. Pero hay que hacerlo porque puede que mañana encendáis el ordenador y descubráis que internet no funciona en toda la ciudad. Y no estoy bromeando.
Esta es mi Kiev, una de las capitales más verdes de Europa. La ciudad en la que vivo y en la que, gustosamente, acojo a mis amigos de todo el mundo. Cuando esta monstruosidad termine, volveré a mi trabajo: estoy redactando la traducción del libro de mi amigo Franco Nembrini. Un libro de comentarios al Infierno, de Dante. Y ya tengo ganas de pasar al Purgatorio.
Tal y como confirman las encuestas sociológicas, la mayor parte de la gente que desde hace ya dos meses no abandona la plaza, señala como la razón más importante de su protesta el hecho de que el poder haya usado la violencia. En este sentido es bastante típica la posición de los ciudadanos de Kiev: la mayoría de los residentes en la capital se consideran apolíticos y son conscientes de los pros y los contras de un acercamiento de Ucrania a la Unión Europea. Pero no han podido permanecer indiferentes cuando en las calles de Kiev ha sido derramada la sangre como resultado de la fuerza represora del poder. Sin contar los horribles actos de los últimos días, la mayoría de la gente que se manifiesta en el Maydan, está segura de que la única posibilidad de demostrar que la verdad está de su parte es el rechazo a la violencia y el intento de mantenerse dentro de los métodos lícitos. Al mismo tiempo, las leyes dictatoriales proclamadas el 16 de enero no dejan alternativa: nos han hecho entender que nosotros mismos debemos defender la salud y el derecho de la gente. El poder, definitivamente, ha dado la espalda al pueblo y ha escupido en la cara a los manifestantes cuando ha empezado a llevar a Kiev a sus bandidos y a darles libertad de movimientos. Siento la necesidad de subrayar que mis actos, ya desde hace tiempo, no están definidos por un carácter ideológico o político. No tengo ningún deseo de “escapar” de Rusia y asociarme a la Unión Europea. Pero quiero que en Ucrania se respete la libertad de expresión, los derechos y la dignidad de la persona, es decir, aquellos valores que mantienen las bases de la cultura europea. Yo nací en Kiev y en Kiev vivo. Trabajo como redactor de la editorial “Duj y Litera”, que publica literatura filosófica, histórica, teológica y sociológica.
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