El sábado 30 de noviembre se celebró en Italia la Jornada nacional de Recogida de Alimentos. Nueve mil toneladas de comida gracias al trabajo de cientos de miles de voluntarios. El «espectáculo de la caridad», más fuerte que cualquier crisis. En España, el Banco de Alimentos lo gestiona la Federación Española de Bancos de Alimentos, que también celebró la Recogida 2013 ese fin de semana.
Como un despertar colectivo, como un rayo de sol que traspasa la oscuridad, como la esperanza que se abre paso en un momento tan difícil como el actual. Como una vida que irrumpe. Todo eso y mucho más ha sido la Jornada nacional de Recogida de Alimentos en Italia celebrada el pasado 30 de noviembre. Estudiantes, ancianos, sacerdotes, madres, padres, hijos, empresarios, desempleados, un sinfín de voluntarios que una vez más han testimoniado que con el más sencillo gesto de caridad – compartir el pan con el que no tiene – irrumpe en la historia la alegría.
Un ímpetu de alegría que ha quedado grabado en los ojos y en la voz de Giulio Maria Villani, director de un supermercado: «Me ha impresionado mucho la energía de estos jóvenes entusiastas, que incansables salían al encuentro de todos los clientes invitándoles a hacer alguna compra solidaria. Es reconfortante ver a jóvenes así, dispuestos a “perder” un día para dedicarlo a una gran iniciativa de solidaridad, cuando podrían preferir ir a divertirse a cualquier otra parte». La consecuencia no es algo secundario: «Nos han traído una gran alegría al centro comercial, donde normalmente estamos acostumbrados a ver caras tristes y disgustadas entre nuestros clientes: ¡estos chicos nos han devuelto la vida a todos!». Hasta los empleados del supermercado se unieron a la fiesta: «Les dije a todos los empelados que participaran al menos con cinco euros, y la respuesta ha sido óptima. ¿Cómo no iba a ser así?».
Mustafà no conoce muy bien el idioma, pero sí lo suficiente como para contarnos cómo se gana la vida vendiendo calcetines en la calle, aguantando el frío y la indiferencia de la gente. Pero hoy su jornada es muy diferente. Por tercer año consecutivo, es uno de los voluntarios de la Recogida de Alimentos. «La primera vez – insiste en subrayar – me invitó Paola, e inmediatamente acepté, a pesar de tener que renunciar a una jornada de trabajo». Lo que significa renunciar a su única fuente de ingresos. ¿Por qué? «Porque yo soy pobre, y sé lo que se siente viviendo en estas condiciones. Por tanto, todo lo que pueda hacerse para aliviar la pobreza merece la pena. Y por eso llevo tres años haciendo la Recogida de Alimentos».
Pero hay más: «Esto me hace estar muy feliz, muy feliz», repite, casi con la voz quebrada por la emoción, «y muy agradecido». Este senegalés de 34 años está tan contento que este año ha invitado a un amigo: «El viernes por la noche le dije a mi amigo Mudu, también de Senegal, que viniera conmigo para hacer juntos la Recogida de Alimentos. Y acepto, se puso muy contento».
La desconfianza cede el puesto a la esperanza, la riqueza de la gratuidad puede más que la desesperación. Ejemplo de ello es Stefano Tofani. Hace dos años, se cerró la empresa en la que trabajaba. A sus 53 años, tenía que empezar a buscar trabajo, una tarea al borde de lo imposible. «No hay nada que hacer, nada se concreta». Sin embargo, durante la Recogida de Alimentos en su cara no había ni rastro de esa incertidumbre. «Llevo catorce años participando en este gesto y no me lo perdería por nada del mundo. Más que hacerlo por los demás, lo hago por mí mismo, para mi plenitud. Como decía Einstein, el problema de una crisis económica es en primer lugar la crisis de las personas. Actualmente, la gente que está en paro vive con tal desconfianza que ni siquiera busca trabajo. Yo esta mañana, como todas las mañanas de los últimos dos meses durante la preparación de esta Jornada, tenía una gran razón por la que levantarme de la cama, ponerme en marcha y volver a esperar. Acompañado por los tres amigos con los que participo en esta iniciativa, me encuentro ante la posibilidad de no cerrarme en mí mismo: entonces todo se hace más hermoso, más fácil, uno se siente acogido, útil, querido». Como dice un voluntario que pasa por allí en ese momento, «pase lo que pase, será un acontecimiento». «Para mí – termina Stefano – es un punto de partida. Tomar la decisión de darse a otros coincide con conocerme mejor a mí mismo».
Entre los nuevos voluntarios de este año estaba Hadi Abner Alì, un marroquí que se dedica a ayudar a los clientes de un supermercado a llevar los carros, y a los empleados a realizar algunos trabajos concretos. Es una persona culta que ha dado la vuelta al mundo y habla tres idiomas, pero la suerte le ha ido en contra, hasta el punto de que su mujer le dejó porque, como dice la ley coránica, el marido debe mantener a la familia. Y él lleva diez años sin tener un trabajo fijo.
«Le conocí durante una Jornada de Recogida de Alimentos – cuenta Massimo Carraro, uno de los voluntarios en Turín – y se entusiasmó con nosotros hasta el punto de trabajar con nosotros. Me impresionó especialmente su humildad a la hora de moverse. Al acabar aquella jornada, le dije: ahora somos amigos, así que entra y compra no lo que necesites sino lo que te apetezca. Y así lo hizo. Luego le acompañé a casa y me preguntó si, ya que éramos amigos, podía comprarle un paquete de tabaco, y lo hice sin vacilar. Al final, nos intercambiamos los números de teléfono, pero no supimos nada el uno del otro durante bastante tiempo, hasta que un día, hace poco, me mandó un sms: “Soy el chico del Penny Market, me gustaría participar en la Recogida de Alimentos”. Se presentaba como “chico”, a pesar de su edad. En resumen: lo que parecía haber sido un encuentro casual, destinado a acabar, se ha convertido en una relación preciosa que consiste en compartir la vida. Por eso puedo decir que hoy hemos tenido un amigo más participando con nosotros en la Recogida de Alimentos. Y está tan contento de poder estar aquí que me ha confesado que ni siquiera ha fumado en toda la mañana para no tener que moverse de la mesa, ¡y eso que es un fumador empedernido!». Para terminar, Massimo añade un detalle: «Hadi me ha explicado que su segundo nombre, Abner, significa “Hijo de Dios”». Y se le ve feliz y acogido, como un hijo de Dios. Es el rostro profundo – conmovedor y concreto – de una jornada única como la Recogida de Alimentos.
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