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«Me salvé de milagro de las bombas que caían sobre nuestras cabezas»

Paolo Vites
08/11/2013 - Il Sussidiario
Monseñor Mario Zenari.
Monseñor Mario Zenari.

Desde el principio, cuando la revolución siria desembocó en una guerra, todas las embajadas de Damasco cerraron sus puertas, dejando como mucho a alguna persona encargada de gestionar los asuntos pendientes. ¿El motivo? La extrema peligrosidad que se vive en una capital situada en el punto de mira de atentados terroristas y bombardeos, a pesar de que en Occidente casi no se habla de Damasco. Sólo quedaron abiertas tres embajadas: la checa, la rusa (siendo Rusia el aliado número uno del régimen de Assad) y la nunciatura apostólica. Esta última acaba de ser atacada esta semana con un artefacto explosivo cuya naturaleza aún no está muy clara. Lo que sí está claro son los resultados que ha obtenido. Los describe el propio nuncio apostólico en Siria, en una conversación con ilsussidiario.net pocas horas después del atentado. «Si me hubiera quedado media hora más en mi habitación, ahora no estaría hablando con usted». Monseñor Zenari testimonia el peligro en el que vive desde hace años, junto a sus asistentes y algunas monjas, un testimonio de coraje que sólo la fe puede dar: «El representante del Papa se queda siempre, aunque y sobre todo cuando haya una guerra. La Iglesia no abandona a su pueblo».

Monseñor, ¿cómo está, están todos bien?
Gracias a Dios, sí. La explosión tuvo lugar a una hora en la que no había gente, los empleados llegan dos horas después.

¿A qué hora tuvo lugar la explosión?
A las 6:35 horas. Yo me estaba levantando cuando oí una fuerte deflagración. Por instinto, me eché inmediatamente al suelo. Normalmente estos cohetes caen uno tras otro, así que cuando vi que no caían más empecé a fijarme en lo que había sucedido exactamente. Había caído justo encima de nuestras cabezas.

¿Entonces, no era una bala de mortero, como se dijo inicialmente, sino un cohete?
No soy un experto militar, no sabría decir. Caen continuamente, todos los días. Piense que en un barrio muy popular de Damasco han caído desde que empezó el conflicto más de 2.800 proyectiles.

¿Se sabe si estaba destinado a la nunciatura, o si ha caído allí casualmente?
Hay interpretaciones de lo más variado, si lee lo que dicen los órganos estatales puede encontrar todas las versiones imaginables. La mía aún no la he cerrado. Algunos expertos me han dicho que ha sido un ataque especialmente potente, más de lo habitual, se lanzó a diez kilómetros de distancia.

¿Lo podrían haber lanzado los rebeldes?
No puedo hacer más comentarios al respecto, pero una bomba tan potente puede despertar ciertas sospechas. Los daños que causan este tipo de proyectiles son incluso peores que los de las bombas. Abren boquetes en el techo y esparcen la metralla por todas partes con gran violencia. Desde marzo han caído muchos muy cerca de nosotros, a una distancia de entre diez y doscientos metros de la nunciatura. En esta ocasión, pensé: ha caído cerquísima… estaba sobre nuestras cabezas.

¿Qué van a hacer ahora? ¿Se quedarán en el edificio?
¿Y adónde vamos a ir? En Damasco llueven bombas por todas partes.

Todas las embajadas europeas cerraron en cuanto empezó la guerra. En Damasco sólo queda abierta la nunciatura, ¿no es así?
Entre las europeas, somos una de las pocas que sigue abierta, junto a la checa y la rusa. Hace falta un gran valor para quedarse aquí y trabajar bajo las bombas. El representante del Papa se queda en su puesto, no abandona a su gente por culpa de la guerra. Obviamente, tratamos de tomar todas las precauciones posibles, intentamos salir lo menos posible y cuando lo hacemos llevamos paraguas… también hay que bromear de vez en cuando y desdramatizar un poco. Dentro de la nunciatura tenemos un pequeño jardín donde acostumbro a dar un paseo diario, aunque ahora no sé si lo seguiré haciendo.

¿Qué les permite vencer el miedo?
Mire, si este misil hubiera caído media hora después, ahora no estaría aquí hablando con usted. Cayó sobre una habitación de invitados, enfrente está mi dormitorio. Hay un pequeño balcón donde estos días de sol suelo rezar mis oraciones antes de bajar a decir la misa. Si hubiera caído media hora después, me habrían caído encima todas las baldosas de la cornisa. Ahora estaría en el hospital, en el mejor de los casos.

Hace unos meses, nos decía cómo intentaba convencer a los cristianos para que permanecieran en Siria a pesar de todo.
Tratamos de animarles, aunque ahora empiezan a tener miedo de verdad. Además del barrio del que ya he hablado en otras ocasiones, donde viven sobre todo cristianos drusos, también el casco antiguo de Damasco ha sido muy atacado.

Luego está el caso de Sadad, una ciudad que en una semana ha caído en manos de los islamistas y donde muchos cristianos han sido asesinados.
Estoy intentando conseguir noticias fiables, pero ciertamente después de Malula, donde todos fueron evacuados, y después de Sadad, los cristianos empiezan a tener más miedo que el resto, porque las minorías son siempre el eslabón más débil de la cadena.

¿Cómo se pone un cristiano ante la guerra?
Se pone en manos de Dios, aunque yo añadiría que el cielo ayuda a los que ayudan. Es decir, hay que tener el mayor cuidado posible. Confiamos en la Providencia, y cuando alguien me pregunta qué es lo que necesito, siempre digo: préstame a tu ángel custodio. Cuanto más nos ayude, mejor será, porque a pesar de todo el cuidado que podamos tener siempre puede suceder algo, como este misil que nos ha caído en la cabeza, para hacernos entender qué es lo que realmente necesitamos.

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