Teresa Wei Na fundó Huiling, una entidad al servicio de las personas con discapacidad que hoy atiende a un millar de personas, cuenta con 300 empleados y gestiona 46 hogares familiares en 13 ciudades chinas.
Hemos quedado para comer en su casa. Vive a pocos cientos de metros de la iglesia dedicada a San José (Dong Tang), no muy lejos de la plaza de Tian An Men. Por teléfono, Meng Weina nos dice que se alegra de poder hacer esta entrevista y nos habla de la Madre Teresa. Es su fuente de inspiración, pero insiste en que avanza muy despacio en comparación con ella, que está muy lejos de acercarse a su santidad y que el contexto chino es diferente.
Nos abre la puerta uno de los huérfanos con discapacidad física que desde hace unos años tiene acogido en su pequeño apartamento. Dos habitaciones, una para los cuatro huérfanos y otra para ella, y un pequeño salón. La encontramos ocupada en la cocina, como todos los días. Lleva una bonita camisa roja y pantalón marrón. Una combinación de colores un tanto discutible, pero su presencia resulta igualmente fascinante, por su sencillez, por su integridad, por su determinación, por su coraje. Basta con mirarla a los ojos mientras se mueve por la cocina e invita a los chicos a venir para poner la mesa. Nada de bromas; una acogida concreta, un diálogo sencillo, aunque a veces lanza dardos y hace juicios afilados, pero en ningún caso se trata nunca de afirmaciones gratuitas. Es como un fuente clara, sin dobleces.
Nos dice que podemos empezar la entrevista inmediatamente. También está allí una pequeña con síndrome de Down, huérfana, que lleva ya muchos años en Huiling, que está pasando unos días de fiesta con ella.
Está a punto de viajar a Italia…
Es la tercera vez que voy. Dada la distancia que hay, y sobre todo lo que cuesta el viaje, siempre espero que surja una buena ocasión para ir. La primera fue para ver a Juan Pablo II, la segunda a Benedicto XVI y esta vez espero ver a Francisco. Cuando hablo de estos viajes y digo que he visto al Papa, la gente me escucha, y eso me alegra. Conocer al papa hace que mis viajes sean más significativos. Al Papa Francisco sólo le conozco por los medios de comunicación que hablan de él y por internet, donde se publican sus discursos en chino. Sé que ha tenido problemas pulmonares y eso influye en su modo de vida. Podríamos decir que eso también le convierte en una persona con discapacidad, lo cual para nosotros, que trabajamos con discapacitados, es sumamente significativo: nos recuerda que cada persona es valiosa y que aunque tenga una discapacidad puede lograr grandes resultados. Además, el Papa siempre busca a los más pobres y marginados, y eso es algo extraordinario, que me llega a lo más profundo porque en China el trabajo social aún está considerado como lo último en orden de importancia. Existe una jerarquía del trabajo: en primer lugar están los negocios y la producción, mientras que ocuparse de las personas con discapacidad o de los pobres, en una sociedad como la nuestra, se considera a menudo una pérdida de tiempo. El Papa, con su cercanía hacia los últimos, es un gran apoyo para los que trabajamos con discapacitados. No somos santos, somos hombres y mujeres normales: por eso sentimos una gran necesidad de ser aprobados y reconocidos por la comunidad internacional y por la Iglesia universal. A un Papa así le sentimos muy cercano.
¿Cómo va le situación de la Iglesia en China?
La Iglesia en China tiene ya una larga historia de división. Es una gran contradicción. ¿Dónde se ha visto sepultada la fuerza del Espíritu Santo? El Papa Francisco aún no se ha pronunciado claramente sobre los problemas de la Iglesia en China, pero ha rezado por ella y ha pedido que se rece mucho. Antes yo también pensaba que al mal se puede responder con el mal, que contra el diablo había que usar sus mismas técnicas diabólicas. Pero el Papa Francisco me ha hecho descubrir un método mejor: para una Iglesia china tan dividida, con tantas contradicciones y luchas internas, el servicio a los más necesitados se convierte en el único camino para la reconciliación. Durante demasiado tiempo sólo hemos echado sal en las heridas que estaban abiertas, acusándonos unos a otros, enrocándonos en nuestras posiciones. Sirviendo juntos a los últimos de la sociedad lo que nos divide dejará de ser la cuestión decisiva. El servicio a los pobres nos permite llegar a una dimensión superior, más alta, más profunda, más verdadera, donde el Espíritu Santo nos permite redescubrir la belleza de la unidad.
Yo sé que queda aún un largo camino. He visitado Hong Kong, Taiwán, Italia y otros países europeos. La influencia de la comunidad cristiana en la sociedad con sus escuelas, hospitales, casas de acogida, está a la vista de todos. Servir es una praxis sólida que puede cambiar la sociedad. En China, desde 1949, todo eso resulta casi imposible. Por ejemplo, no existen ni pueden existir escuelas ni hospitales católicos. Creo que hace falta que alguien abra el camino a otros. En efecto, recientemente han nacido pequeñas clínicas y orfanatos gestionados por comunidades religiosas, a menudo vinculadas a la Iglesia no oficial. Es inútil que nos rasguemos las vestiduras, el hombre por naturaleza está siempre en competición con los demás. Sin embargo, en vez de competir por quién es el más grande, quién tiene la razón, hagamos una carrera a ver quién se abaja más, quién se inclina para servir a los más excluidos de la sociedad.
La Iglesia y la comunidad internacional apoyan su trabajo, ¿pero en China quién les apoya?
Últimamente el gobierno quiere colaborar con nosotros, y es bienvenido. Por un lado también necesitamos la aprobación del gobierno, pero al mismo tiempo debemos ser muy cautos. Los criterios del gobierno son distintos de los nuestros. Para ellos, lo más importante son las estructuras y los medios técnicos, mientras que para nosotros el factor humano es lo que marca la diferencia: el valor y la dignidad de cada una de las personas discapacitadas a las que ayudamos. Sobre este punto no podemos ceder.
¿Qué es lo que más le impresiona de la Madre Teresa?
Tengo que decir la verdad: hace muchos años, en 1985, leí una pequeña columna sobre la noticia del Nobel a la Madre Teresa, que le había sido concedido seis años antes. Por aquel entonces yo era una treintañera en busca de su camino, de valores importantes por los que luchar, del sentido de la vida. Aquel artículo decía que el «éxito» de esta mujer derivaba de haber servido a los pobres, y nada más. Yo ni siquiera sabía que era cristiana, pero en aquel momento decidí seguirla, tomarla como ejemplo, deseé llegar a ser una mujer tan famosa como ella.
En efecto, en los años 1985-1988 me hice bastante famosa en China debido a mi compromiso en el servicio social. Trabajaba para cualquiera que estuviera marginado y necesitara ayuda: mujeres, huérfanos, ciegos, sordos, enfermos mentales. Salí varias veces en televisión. Entonces había pocos canales y salir en un programa nacional equivalía a que todo el país te viera. Incluso salí en a televisión de Hong Kong. Hasta los periódicos del partido publicaron artículos sobre mí. Podía aprovechar esa fama para convertirme por ejemplo en funcionaria del partido. El camino habría sido fácil, un trabajo fijo y tener acceso a unos recursos económicos considerables. Pero entretanto la apertura de China al mundo me permitió conocer muchas cosas que antes ignoraba. Aproveché también para leer muchos textos de y sobre la Madre Teresa. También vi videos y películas sobre esta extraordinaria mujer. Y entonces, con el tiempo, caí en la cuenta de su estilo, de su forma de servir y trabajar en el ámbito social de Occidente. Era evidente que su criterio era la atención a cada persona concreta, a sus derechos y a su vocación personal.
Aquello me dio la fuerza de no caer en la tentación, y decidí recorrer el camino difícil (sin apoyo económico, sin apoyo político), que me permitía seguir siendo independiente de las fuerzas políticas y mantener los ideales que había aprendido de Occidente. Pongo un ejemplo: el hijo de Deng Xiao Ping sufría una discapacidad. Aun así, alcanzó grandes logros, a nivel laboral, de reconocimiento social y asistencial. ¿Y entonces qué pasaba con las demás personas con discapacidad? Para ellos era imposible. No podía tolerar esa diferencia de trato y de oferta de posibilidades. Para mí también habría sido mucho más fácil aprovecharme de la fama, convertirme en la líder de una poderosa ONG superando totalmente a las demás ONG. Pero no lo hice, para preservar la atención a cada persona, para poder cambiar el sistema social, para seguir siendo libre. Elegí el camino más difícil y sufrido. Nos mantenemos con las cuotas que pagan los padres y a veces llegamos con dificultad a pagar los salarios de nuestros empleados. Pero sólo así tendremos siempre la posibilidad, la capacidad y la libertad de hacer oír nuestra voz en defensa de los discapacitados. La discapacidad la crean las injusticias políticas y sociales.
¿Cómo la inspira la Madre Teresa en su vida cotidiana?
Para mí la Madre Teresa sigue siendo una referencia constante de comparación. A ella también la criticaban, muchos le decían que lo que hacía no servía de nada, que había que luchar y denunciar las injusticias para cambiar las políticas sociales. Yo creo que la Madre Teresa era consciente de que los problemas de la pobreza y la miseria van unidos a políticas sociales inadecuadas. Sin embargo, decidió protestar con el eco del servicio, no de las palabras. Yo, por el contrario, también por mi temperamento, además de servir cada día a las personas discapacitadas de mi comunidad, no puedo callarme ante los males de esta sociedad y del gobierno. Cada uno tiene su vocación. Yo me inspiro en la Madre Teresa, su ejemplo me ayuda a pensar, pero no la sigo al pie de la letra, el servicio que yo hago es distinto. Muchas personas criticaron a la Madre Teresa por su falta de profesionalidad en el servicio que prestaba a las personas. Para ella, la profesionalidad no importaba mucho, lo importante era el amor a la persona. Yo, al contrario, quiero que en nuestro servicio haya también un cierto nivel de profesionalidad. En Huiling siempre intentamos equilibrar la profesionalidad y la atención a la persona, a la vocación única de cada discapacitado. La gente a la que atendía la Madre Teresa eran pobres de todo tipo, ella ayudaba a todos, a cualquiera que llamara a su puerta. Nosotros, para garantizar esa profesionalidad, hemos tenido que elegir un ámbito de asistencia específico. Al principio sí teníamos discapacitados y pobres de todo tipo: enfermos mentales, ciegos, sordos, discapacitados físicos. Pero más adelante, puesto que la mayoría de las personas que se dirigían a nosotros sufrían trastornos mentales, decidimos centrar en ellos nuestra atención y nuestro servicio. La Madre Teresa me anima todos los días a preguntarme en cada decisión cotidiana qué es lo que busco, qué quiero alcanzar realmente, qué es lo mejor para mí, para la persona a la que ayudo y para la sociedad.
¿Qué es lo que le hace más feliz, lo que más le llena de orgullo?
A veces me descubro pensando que mis coetáneas ya están jubiladas mientras que yo sigo trabajando mucho y tengo muchos proyectos y sueños por realizar. Al principio mi pasión por mi trabajo era muy fuerte, me entusiasmaba, soñaba con los ojos abiertos. Hoy servir se ha convertido en el aire que respiro. Vivir con estas personas coincide con mi vida, ya no es algo extraordinario. Mi vocación por fin se ha convertido en mi vida cotidiana, ya no está hecha de episodios particulares sino de compartir la vida cotidiana con ellos.
Muchos católicos en China se escandalizan de que haya muchos sacerdotes, sobre todo en las grandes ciudades, que compiten por ver quién gana más, quién tiene el coche más grande u ocupa el cargo más importante. ¿Qué piensa de esto?
El problema es serio. Es verdad que hay que ver de dónde viene ese dinero. Algunos reciben ayuda económica de sus familias, otros sin embargo son recompensados por sus relaciones con el gobierno. Objetivamente, un pastor más aferrado al dinero y a los bienes materiales que al pueblo me parece un escándalo. El Papa Francisco, con su testimonio personal, con su sencillez, con su preferencia por los últimos, con su renuncia en todo lo posible al lujo y a los privilegios, nos está enseñando mucho. Espero que aquí también capten su mensaje.
¿Qué desea para el futuro de Huiling?
Yo siempre he pensado que en China tenemos la vocación de abrir caminos y animar a otros que trabajan en el ámbito social. Yo también, dentro de Huiling, me consideraba fuente de inspiración y guía. Pero con el tiempo he empezado a intentar construir un pequeño grupo, ya no sólo una persona, que pueda llevar adelante esta entidad con la misma pasión, pero sobre todo con el mismo espíritu del inicio. Para ello ya hemos identificado a nueve personas que se convertirán en el alma de Huiling. Confieso, sin embargo, que me alegraría mucho encontrar, y todavía no lo hemos hecho, a una persona que sepa hacer oír la voz de los últimos dentro de la sociedad china del mismo modo que he intentado hacerlo yo durante estos años. Si muero antes de encontrarla, mis colaboradores ya saben que mi espíritu estará siempre presente para recordarles a todos por qué deben luchar de verdad: por hacer oír la voz de los últimos, cambiar la sociedad y amar a cada una de las vidas con las que se encuentren. La profesionalidad se aprende en acto, pero la lucha por los derechos de los discapacitados, hacer frente al gobierno y a la sociedad, es un camino más difícil.
¿Y para el futuro de la Iglesia en China?
La esperanza para la Iglesia en China va unida a muchos laicos que ya son cristianos maduros. También son motivo de esperanza para mí las muchas comunidades de religiosas que han empezado a seguir nuestro ejemplo. Desgraciadamente, muchos piensan que China ahora no tiene problemas económicos y ya no llegan tantos ofrecimientos para apoyar nuestros servicios. El gobierno chino tiene dinero, pero seguramente no lo va a gastar apoyando estas actividades. Por tanto, es verdad que no hace falta ofrecer demasiado dinero a las autoridades gubernamentales, pero el apoyo a organizaciones como la nuestra o como la de estas religiosas o a los cristianos que ayudan directamente a los pobres y a las personas con discapacidad, les hace falta para sobrevivir. Es verdad, hay muchas dificultades, corremos el riesgo de decaer y ceder a la tentación de la riqueza o de sentirnos inútiles. Aunque yo soy cristiana, y la fuerza de la Resurrección me sostiene cada día y no me deja perder la esperanza.
Si en este viaje a Italia pudiera encontrarse con el Papa Francisco, ¿qué le diría?
(sonríe entusiasmada como una niña feliz pensando en un sueño maravilloso) Le pediría ante todo que siguiera insistiendo con claridad y firmeza en cuál es la identidad y la estructura de la Iglesia católica. Para la Iglesia en China es muy importante. No creo que sirva de mucho denunciar la incompatibilidad de la Asociación Patriótica con la Iglesia católica, los políticos también saben perfectamente que es inútil, pero hay que denunciar con fuerza la injerencia en cuestiones religiosas y evitar que nos conviertan en marionetas de los poderosos.
Las hermanas de la Madre Teresa también quieren estar presentes en China, pero de momento no han tenido posibilidad.
Me encantaría que vinieran a trabajar a China. Ya hay diversas organizaciones católicas que trabajan en el ámbito social. Que no puedan venir a China por su hábito seguramente sea una excusa del gobierno, la primera que ha encontrado. Me parece que es un problema que, si se quiere, se puede resolver. Quiero decir que, si vinieran, tal vez el gobierno no se atreviera a expulsarlas, aunque sólo fuera por vergüenza. Yo les diría a las hermanas que vinieran, que el servicio a los pobres en China y su presencia aquí es más importante que su hábito. El gobierno tiene miedo a perder el poder. Yo no pertenezco a las hermanas de la caridad, pero seguramente me inspiro en ellas.
¿Cuál es la página del Evangelio que más le gusta?
No suelo leer la Biblia, suelo ir a Misa. A veces las homilías me adormecen. Pero lo extraordinario es que la Palabra que escucho siempre enciende una luz para mí y se convierte en fuente de inspiración para afrontar los problemas concretos de mi vida cotidiana. Una vez escuché en misa una lectura que tenía que ver con la corrección fraterna (Mt 18, 15-18). Aquel día decidí cambiar mi actitud. Por ejemplo, antes, cuando tenía algo en contra del gobierno hacía igual que los demás, hablaba con todos excepto con ellos, y lo hacía a escondidas. Pero la Escritura me enseñó que es mejor criticar y ofrecer soluciones abierta y directamente al interesado. Otro ejemplo: me moría de curiosidad por saber cómo había muerto Judas. Un día un sacerdote me lo explicó y me pareció muy interesante. Es un episodio que me ayuda a comprender que cada uno elige su destino, que no tengo que preocuparme por juzgar a los demás, por maldecirles si se equivocan, porque las decisiones personales son las que marcan el destino final. Hubo un político hace unos años que robó una gran suma de dinero y, por miedo a ser descubierto, en vez de meterlo en el banco lo escondió bajo el colchón. Imagino que no volvió a dormir bien, por la incomodidad y por la preocupación. Yo no tengo estos problemas, duermo estupendamente.
Me gusta toda la Sagrada Escritura, me inspira a hacer el bien. Al principio me fascinó el Himno a la Caridad (1 Cor 13) y solía cantar una canción china inspirada en ese pasaje. Ahora no hay textos que prefiera especialmente, pero el Espíritu de las Escrituras es muy importante en las decisiones que tomo. También el hecho de que «nada hay encubierto que no haya de ser manifestado» (Mt 10, 26) me ha animado a luchar siempre por la verdad, a proclamarla bajo todos los techos, incluso cuando pueda resultar molesta. Yo digo lo que pienso, no tengo miedo de nada, quizás a veces exagero, ofendo la sensibilidad de algunos, pero no quiero perder ninguna ocasión para proclamar la verdad que libera.
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